Crónica de la novena de San Isidro
Mundotoro
Eran las ocho y cuarto de la tarde cuando Castella cogió la muleta. El viento, como toda de la feria, seguía haciendo de las suyas y por el ruedo venteño habían desfilado tres toros de Jandilla condicionados por la falta de fuerza. Regresaba el francés a su plaza talismán de blanco pureza entero, como si de una presentación se tratara, y volvió a convertirse en el Rey de Madrid. Un toreo al natural excelso para conseguir su sexta Puerta Grande con un magnífico toro. Las Ventas de nuevo rendida. Un lote deslucido de Pablo Aguado y otro que quiso más que pudo para José María Manzanares.
Toda una pintura el cuarto, muy serio, enseñando las palas de los pitones, estrecho de sienes, largo de viga y de buenas hechuras. A los medios se fue Castella para brindar la faena al público, sabedor de la condición del toro que ya había marcado más vida y humillación que sus hermanos. Comenzó el francés en los terrenos del 7 su faena por ajustados estatuarios -sobre todo, los del pitón derecho-, rematados de trincherillas y naturales. Cambió al toro de terrenos en busca del refugio del viento frente a los tendidos 5 y 6, para citar sobre la diestra. Embistió el toro con una calidad excelsa, pero con la bravura propicia para llegar al tendido. Siempre quiso muleta por abajo. Tuvieron estas dos series trazo largo y mano baja, llevando muy larga la embestida.El viento bamboleó con fuerza la muleta y Castella esperó un momento que le vino crucial al toro para coger aire. La embestida ganó en brío y la siguiente tanda fue la más rotunda sobre la diestra, varios muletazos ligados en el sitio, con la muleta por abajo y el toro entregándose en ella. ¡Qué toro! ¡Y qué toreo al natural! Crujieron los cimientos de la plaza. Los olés sonaron roncos. De los de verdad. El mejor toreo de Castella. Tres naturales reduciendo la embestida en la línea curva. El trazo perfecto. La interrogación descrita con un temple dormido. Parecía que había encontrado el francés el pitón del toreo, pero volvió a citar sobre la diestra. Cuando quiso volver a la zurda, el toro ya había era otro, más dormido en su embestida. Lo cierto, es que era casi imposible cuajar una serie al natural como la que consiguió Castella. Esa tanda le hicieron pasear las dos orejas tras una estocada. Unanimidad entre los tendidos. A su primero, le recetó una faena de largo metraje para una embestida tan floja.Otro de los toros destacados de la tarde fue el segundo, tan fino de hechuras como justo de fuerzas, aunque siempre se vino a más embistiendo con una gran clase. Tuvo la faena el empaque propio que caracteriza a Manzanares, más en la línea recta en una primera parte, para luego apretar la embestida al final. Bajó más la mano y hubo más reunión, aunque, por momentos, faltó ceñimiento. Más en los finales que en los comienzos, donde era propicio la línea recta. Al quinto, lo recibió con gran porte a la verónica con el toro empleándose por abajo. Eso hizo que llegara muy desfondado a la muleta, muy remiso, había que llegarle mucho e intentar que no parara, pero la ligazón fue muy difícil.El lote más deslucido cayó en manos de Pablo Aguado. Varias verónicas de buen porte a pesar del viento y algun natural muy templado fue lo más destacado con un toro de tanta clase, como justeza de fuerzas. Y, ante eso, en Madrid, poco se puede hacer. Tampoco con el sexto, de embestida muy cansina, tirar mucho de él, pero la conexión con el tendido fue imposible a pesar de la buena disposición que siempre tuvo Aguado. El sevillano continúa con su mala suerte en Madrid en una tarde en la que volvió a reinar Castella y un gran toreo al natural.
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