Crónica de la 8ª de la Feria de Abril de Sevilla
Mundotoro
Es Emilio de Justo príncipe de una lucha, antes de ser príncipe de Sevilla. Recuperado en su fondo y su mente, más encajado y fresco que siempre, guarda Emilio de Justo el sitio de privilegio antes de aquel Domingo de Ramos con la convicción de que un toro le devuelva de nuevo a la cumbre del triunfo en un gran escenario. Una tarde de toreo bueno y de clarividencia de mente, que mantiene su buen idilio con Sevilla. Siempre en el límite de su tarde rotunda que le eleve hacia el Guadalquivir, el extremeño aprovechó las opciones de sus toros una corrida de Garcigrande vulgar y desigual en hechuras que se contagió en el ruedo y en los tendidos. Un público de feria que sirvió como puente a los grandes días, con el eco de la faena de Juan Ortega, mientras que Ginés Marín cuajó una tarde de compromiso y Cayetano pasó sin pena ni gloria, pero con un buen manejo de la espada.
Bajó el límite necesario de trapío para una plaza de primera el segundo, de escasa expresión y cuello. Suelto de carnes, ahogado de cuello y con las puntas hacia adelante. Marcó brío de salida, aunque también su justeza de fuerzas. Comenzó el extremeño la faena de muleta buscando el fondo bueno que tiene toda ganadería superior. Afianzando la embestida en las primeras series a base de buscar la línea recta y un embroque de mitad de muletazo hacia adelante. Embistió el toro con el pitón de adentro al natural y Emilio de Justo dejó dos series muy encajadas, bajando la mano a medida que los olés fueron ganando en sonoridad. Fresco en pulso y trazo, exprimió al toro en un par de series cargando la suerte y de muletazo más curvo. A todo o nada. Sin inercias. Un toreo al natural de nota dentro de una feria de grandes zurdos. Acusó ya el toro la exigencia, quedando las embestidas para un bonito remate por abajo hacia adentro, tras negarse a una tanda a pies juntos. La estocada tumbó al toro al instante. Oreja.
Muy en el tipo fue el quinto, grande cuerpo y caja, algo bastito, pero con cuello. Con el nacimiento de los pitones ligeramente hacia atrás, para, luego, abrir la cara y enseñar las puntas. Al contario que su lote, las embestidas buenas vinieron por el pitón diestro. A derechazos, labró Emilio de Justo una faena en las primeras series dando inercia entre muletazos, para reducir la embestida en la línea curva, ganando el muletazo en el tramo final. Levantó el ambiente de la tarde y también los sones de la música el toreo del extremeño. Sin embargo, una tanda al natural bajó el diapasón de la faena en el momento clave. Midió y sin embroque, los viajes del de Garcigrande siempre eran por dentro. Cuando volvió sobre la diestra, la entrega y el brío eran diferentes. Volvió a subir el tono en una serie sobre la diestra, pero la espada cayó muy trasera y desprendida. Una colocación que enfrío a los tendidos, a lo que se sumó que el puntillero levantara al de Garcigrande.
Fue la tarde de Ginés Marín de serio tono, sin llegar al compromiso que realmente el extremeño tomó en el ruedo. De muchos muletazos bien descritos. De mayor importancia la faena al manso sexto, de viajes descompuestos y sin ritmo alguno. A base de ir pasándolo, consiguió Ginés Marín muletazos sobre la diestra, ganando y perdiendo el paso. Siempre provocando la embestida. Muy serio. Por el izquierdo, fue muy complicado. Tras la estocada, dio una vuelta al ruedo. Muy deslucido y poco agradecido fue el tercero, de embestida anodina, dentro de una faena de muletazos bien descritos, faltos de ese qué necesario para llegar a los tendidos. No lo tenía dentro el toro.
El lote con el que se tropezó Cayetano le dejó sin opciones. Sin pena ni gloria. El primero tuvo tanta nobleza, como escaso poder. Y ante eso, todo es imposible. No protestó el público su falta manifiesta de fuerzas, dentro de una faena deslucida. Con el cuarto, sin entrega ni embroque, se le agradeció la brevedad. Lo único que estaba de la mano de Cayetano -la espada- lo resolvió con acierto y seguridad: dos estocadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario