En el día del periodista
Años ha en el Nuevo Circo en tarde de toros con "Papa" Duarte, Ernesto Martinez y Carlos Eduardo Misle "Caremis".
Jesús Ramírez "El Tato".
Ejercer la labor de crítico taurino es más difícil de lo que muchos creen. Se trata de un espectáculo cada día más elitesco, donde para definir arte, valor y conocimientos con objetividad, hay que apartar sentimientos para aferrarse a la verdad sin tapujos, muchas veces tocando la sensibilidad del empresario, el torero o el ganadero amigo de años, sustentado en el incómodo equilibrio de una fiesta que se mueve al impulso de la pasión.
En ningún otro espectáculo ocurre lo que en las plazas de toros, donde el más novato aficionado, se convierte en ácido crítico que se lleva por delante a toreros y ganaderos con gritos destemplados, pero también ocurre que el que nunca pisó un liceo y en su juventud instrumentó dos lances, de repente recibe las armas de la prensa para regodearse en su amargura, buscando el protagonismo que no tuvo capote en mano, pero además ofendiendo la cultura de los aficionados.
Ser crítico taurino es una responsabilidad que parece esfumarse con el tiempo. Lejana quedó aquella época en nuestro país de críticos con sentido común que además de conocer el complejo tema taurino, poseían el don de la innata sabiduría para informar e ilustrar de una manera amena, didáctica y práctica.
Precisamente hoy tras la misa en la catedral de Maracay convocada por el CNP, conversamos con un viejo aficionado sobre el tema, y nos decía que en algunos casos,los culpables eran los mismos toreros que carentes de consistencia profesional, recurrían a estos elementos para buscar alabanzas compartiendo la melcocha del engaño.
Críticos de otras generaciones recordaban a "Lagartijo" y "Guerrita" maestros del ruedo, la época romántica de "Reverte" que perdura en la letra de las sevillanas, la competencia que revolucionaron Belmonte y "Gallito" y la aparición de Ortega el dominador, las interpretaciones estáticas de "Manolete". Más tarde el juicio crítico a un gran torero, Paco Camino, quien tapaba su mandanga con arte increíble, igual el contrahecho Antonio Ordóñez de exquisitez y majestad torera, o el soberbio César Girón que rompió todos los moldes del toreo reservados para los españoles de entonces.
Como aficionado, antes que periodista, hacemos votos sinceros por la crítica auténtica, con un género periodístico innovador, realista, didáctico y veraz, desprendido de egoísmos o protagonismos, bajo la premisa que el auténtico protagonista es el torero, que es quien se juega la vida ataviado de oro, y no el que toma la computadora, el teléfono o el micrófono para buscar un sitial que tal vez pudiese obtener en otros terrenos.
Ejercer la crónica taurina hoy arrinconada o sumergida en autopistas digitales, es una ciencia que dominada por sentimientos sinceros debe conducir a una mejor comprensión del hermoso espectáculo taurino.
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