Crónica de la corrida de toros del 16 de marzo de la Feria de Fallas
El cartel de ‘No hay billetes’ regresó a presidir en la taquilla por segundo día consecutivo la entrada de los toreros a la plaza. Valencia volvía a llenarse al reclamo de Roca Rey. 24 horas después de su triunfo. Todos querían verle, casi obviando que en el cartel estaba otro de los reyes del Levante: Tomás Rufo, que tuteó a Roca Rey en uno de sus reinos. Tarde rotunda del toledano con un toreo al natural en el cuadro de honor de la feria. De principio a fin, el toreo de Tomás Rufo se ganó ser el protagonista de la tarde y se marchó por la Puerta Grande. Un premio que pidieron con fuerza para Roca Rey en una faena presidida por un arrimón y una gran estocada, mientras que Manzanares cortó una oreja en una corrida casi secuestrada en los corrales y de exigente juego en la plaza.
Tuvo el de Borja Domecq intención siempre de repetir en sus embestidas con buen embroque, aunque los finales, en las primeras series, fueron sin mucho orden. Aplicó el toledano la solución del temple -pócima de exitosa solución a todos los problemas- para ir encontrando ese fondo, reduciendo y tirando de la embestida. Ningún muletazo tuvo un embroque que no fuera enganchado desde el momento del toque. Sin inercias y siempre ceñido. Llevando y rematando la embestida donde el torero quería, donde se encuentra la entrega de la bravura. El toreo al natural hizo rendir a todo el público de Valencia, incluso a aquellos que festejan el movimiento. Los naturales tutearon a cualquier efectismo. Lo mejor de la feria hasta el momento. Las series se cuajaron de muletazos que siempre superaron la media docena. La espada entró en el primer encuentro, pero la dirección contraria del acero le restó efectividad. El cronómetro para ver al toro caer sin puntilla corrió más de la cuenta y eso en Valencia es casi pecado mortal. También un golpe de verduguillo. La oreja rozó el premio de la Puerta Grande.
A la puerta de chiqueros, se fue Tomás Rufo para recibir a portagayola al sexto. Librado el lance con ajuste, las verónicas en el tercio tuvieron vibración en el tendido de un toro que no tuvo fijeza en los primeros tercios. De nuevo, en la corta distancia, dio Tomás Rufo el orden a un toro que embistió mejor por el pitón derecho, pues por el izquierdo siempre embistió con el pitón contrario a la mano del diestro que sujetaba la muleta. No renunció Rufo al temple y a la rotundidad, a pesar de que, esta vez, sí era necesario buscar la ligazón, para que la embestida del toro no parara. Las series se desarrollaron en un terreno mínimo, casi sin soltar la embestida y girando en el sitio. La espada se fue desprendida, pero no fue óbice para que el toledano cortara la oreja necesaria para abrir por la Puerta Grande una tarde rotunda.
Tiene Roca Rey siempre la exigencia en Valencia de salir por la Puerta Grande por ‘malacostumbrar’ a sus partidarios. Y en su segunda comparecencia de la feria, la noticia fue que se marchó a pie de la ciudad del Turia. A pesar de que el público pidió con fuerza las dos orejas para el peruano en el quinto, un toro de El Parralejo que -por sus hechuras bastas- embistió siempre en línea recta, con más movilidad que entrega, viniendo con mayor facilidad que se iba. Una faena que prendió la pólvora en un arrimón con los pitones a milímetros de los pitones. La estocada fue rotunda y en escasos segundos, el toro cayó sin puntilla. La presidenta, con acierto su criterio con la faena de Tomás Rufo, premió a la del peruano con una oreja a pesar de la fuerte petición. El segundo marcó cosas buenas de salida -empleándose de salida y sangrando en el primer puyazo-, pero se vino abajo tras varios muletazos por alto del peruano. El resto fue imposible, a pesar de intentarlo.
José María Manzanares había inaugurado la tarde, cortando la oreja del exigente de El Parralejo, que tuvo mejor pitón izquierdo. Por el derecho, el primer muletazo siempre fue por dentro. Esa exigencia, sin embargo, aportaba interés a la lidia. Aunque durante la faena fue intercalando los pitones, Manzanares se basó más por el derecho en series cortas, pero de estimable tono en su conjunto. Encastado fue el cuarto que siempre quiso embestir con movilidad por el pitón derecho. Le dio más tiempos Manzanares antes de cada serie que en los propios trazos de los muletazos. Más movimiento que reducción. Por el izquierdo, la embestida era más a la defensiva. La media estocada fue efectiva, pero el trasteo no fue suficiente para una petición mayoritaria de oreja.
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