Páginas

viernes, 20 de abril de 2012


NOVENO FESTEJO DE LA FERIA DE ABRIL

Almibarada apoteosis de Manzanares

"Fue la suya una tarde completísima de un torero en estado de gracia, que ha caído de pie, y vive un momento esplendoroso"

José María Manzanares a hombros por la Puerta del Prícipe (Foto Golfredo Rojas)
Antonio Lorca Sevilla
José María Manzanares vivió una tarde gloriosa en la Maestranza sevillana. Cortó cuatro orejas, se lo llevaron a hombros por la Puerta del Príncipe y consiguió que la plaza entera saliera toreando por la ribera del Guadalquivir. Fue una corrida preciosa en la que un público arrollador y entusiasta vivió una de esas sorprendentes y emotivas historias para contar.

Fue la de Manzanares una tarde completísima de un torero en estado de gracia, que ha caído de pie, y vive un momento esplendoroso, acompañado por esa santísima trinidad del toreo que forman sus tres subalternos de a pie, Trujillo, Curro Javier y Luis Blázquez, y dos apóstoles en forma de picadores, que son Chocolate y Barroso.

La Maestranza Sevillana llena en el noveno festejo de la Feria de Abril

Todo comenzó con sabor a triunfo con unas ajustadas verónicas y elegantes chicuelinas de salida al primer toro. Y terminó, a la muerte el quinto, con el matador y sus subalternos en el centro del ruedo, monteras en mano, respondiendo a una atronadora ovación de la plaza puesta en pie, feliz y agradecida. Encaminado era el nombre de su primero, que cumplió en el caballo y permitió que Talavante se luciera en unos lentísimos delantales. Se dolió en banderillas, y llegó a la muleta con las fuerzas muy justas, y una bondad infinita; una exquisitez para paladares exigentes. Y Manzanares, que es pura elegancia, preñado de buen gusto e inspiración, lo toreó por ambas manos con armonía y empaque. Y los tendidos se volvieron locos. Mató mal de una estocada tendida en la suerte de recibir, pero dio igual.

Y salió el quinto, Jerezano, al que veroniqueó aceleradamente; tras mansear en el caballo, llegó el tercio de banderillas y se produjo uno de los momentos más bellos que se puedan presenciar en una plaza de toros: la perfección bajó del cielo para inspirar a Juan José Trujillo en dos pares auténticos, de poder a poder, un tercero del mismo tenor de Luis Blázquez, y el manejo prodigioso del capote de Curro Javier. Las palmas echaban humo y apagaron los ecos de la música, que quiso estar presente en evento tan singular. Jerezano era de andares lentos, y Manzanares lo estudió, lo mimó, lo cuidó, y dibujó con él unos cuantos derechazos inmensos y una tanda de naturales henchidos de solemnidad. Las dos orejas se las entregó al doctor Ramón Vila, exjefe del equipo médico, a quien le había brindado la muerte del toro.

Este es el toro que gusta hoy: con cara y trapío de novillo, sin casta, con las fuerzas justísimas y con una clase excepcional. Vamos, que el lote de Manzanares se parecía a un toro bravo y encastado como un huevo a una castaña. Dos ovejitas obedientes y dulces de corazón que permitieron que un artista jugara al toro con ellas. ¿Dónde está el toro vibrante, encastado y codicioso? ¿Dónde el toro desafiante y poderoso y el torero heroico?

Este es el toreo de hoy, que más se parece a un paso de ballet que a la lucha entre un animal bravo y noble y un ser humano. Lo de ahora, lo de ayer, es otra cosa; es almíbar, hermosa, dulce y empalagosa, pero nada vibrante. Priman el buen gusto y la elegancia, pero no hay emoción, ni conmoción, cimientos del toreo de verdad.

Honor y gloria a Manzanares, y que dure muchos años. Pero el toreo auténtico nunca fue cursi, y el suyo se asoma, -elegantemente, eso sí- a ese bello precipicio.
Reapareció Juan José Padilla y se ha convertido en el torero más aplaudido de la feria. Hasta siete grandes y sentidas ovaciones de cariño recibió a lo largo de su actuación, un dechado de entrega, de vergüenza y buenas maneras. Le tocó el peor lote, veroniqueó con limpieza, banderilleó con soltura y clasicismo a pesar de algún fallo, y muleteó con buen son. Estuvo muy por encima de un lote insulso y parado.
Y Talavante cortó una merecida oreja a otra ovejita que salió en tercer lugar, y se aburrió con el parado sexto.

 
Del Río/Padilla, Manzanares, Talavante
Toros de Victoriano del Río, mala presentados, mansos, blandos, descastados y muy nobles; destacaron segundo y quinto.
Juan José Padilla: pinchazo y estocada (ovación); gran estocada (ovación).
José María Manzanares: estocada tendida (dos orejas); estocada (dos orejas): Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
Alejandro Talavante: gran estocada (oreja); pinchazo y estocada (palmas).
Plaza de la Maestranza. 20 de abril. Noveno festejo de abono. Lleno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario