Parece confirmado que El Juli no
comparecerá en 2013, por segundo año consecutivo, en la plaza de las
Ventas. Así lo han comunicado el apoderado del torero, Roberto
Domínguez, y el empresario madrileño, José Antonio Chopera. Pero eso no
es todo; cuando le han preguntado al representante del torero por las
razones que le han llevado a tan sorprendente decisión, la respuesta ha
sido tan lacónica como tajante: 'Sobre eso no hay comentario'.
Pero hay más: cuenta el periodista
Carlos Crivell en su blog (http://www.sevillatoro.com/) que el diestro
madrileño tampoco se anunciará en la Fallas y en la feria de Abril, y
que es más que probable que inicie su temporada allá por el mes de
julio, aunque no se descarta su participación en la feria de Olivenza.
¿Alguien entiende algo? ¿Cómo es que
quien se presenta como uno de los líderes del toreo actual tira la
toalla y se niega a dar explicaciones con la tranquilidad de que nadie
intentará sacarle los colores por tamaño gesto de irresponsabilidad
profesional?
Julián López puede hacer lo que quiera
con su carrera. Faltaría más. Pero no puede olvidar que con decisiones
de ese tipo se aleja cada vez más de la legítima aspiración de ser un
torero de época.
Sea como fuere, El Juli aún no lo es. En
sus catorce años como matador de toros ha conseguido erigirse en un
icono de la modernidad, que no es poca cosa, y en un gran torero, que ya
quisiera más de uno. Pero de ahí a formar parte del imaginario popular
va todo un trecho.
Y no se trata de restarle méritos a
quien ha dedicado casi toda su corta vida a la profesión de torero, y es
doctor en esfuerzo y sacrificio; a quien posee los secretos de la
técnica y ha protagonizado tardes de éxito incuestionable.
Se trata de restarle méritos, eso sí, a
quien ha preferido ser un producto del sistema; y, por encima de toro,
un torero de su época. Y para ello eligió hace años a un apoderado que
se ha encargado de que El Juli mate las corridas más impresentables e
indecorosas en las plazas más importantes de este país. Y a ninguno de
los dos, ni al torero ni al apoderado, se le ha caído nunca la cara de
vergüenza.
No valen, por tanto, pomposas
declaraciones sobre la huella que pretende dejar en el toreo cuando aún
está por ver que El Juli se haya planteadao seriamente demostrar en el
ruedo que es un torero irrepetible.
Hasta ahora, solo uno más; muy bueno,
pero uno más; repetitivo y aburrido, también. Y, a partir de ahora, con
su 'espantá' de algunas de las ferias más importantes se resta méritos a
sí mismo para alcanzar esa cima que tanto se le resiste.
Y, por cierto, se equivoca el apoderado
cuando afirma que no comenta las razones de la ausencia de su torero en
Madrid. La vertiente pública de El Juli y el respeto debido a los
aficionados le obligan a dar explicaciones.
Pero las daría, claro está, si aspirara a
ser un torero de época. De momento, con la falta de que hacen toreros
grandes que tiren de la fiesta, prefiere tirar la toalla. Así nos va...
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