Páginas

jueves, 14 de noviembre de 2013

Seis divinidades de Joselito, «el torero que era más que el milagro»

1. No se utilicen nuestras confesiones en calidad de cimientos a la mayor gloria de Joselito. Ningún muchacho intelectual alcanzó, como el espada gitano, los dones de las divinidades. Norabuena y noramala. Pero nosotros, que nos atreveríamos a alistarnos en el concurso si se llegase a querer controlar la afirmación anterior, no cambiaríamos una de tantas modestas gacetillas que suscribe nuestro nombre por la apoteosis del gran matador de toros. Cuando muramos, la Patria tendrá que reconocer el sacrificio en bien de la colectividad. Joselito, en cambio, contribuye a su descomposición. («Joselito o la maravilla», por Federico García Sánchez, 4 de julio de 1914).

2. Porque alguna vez todos hemos dicho «el día que yo me muera...» Y pensaba la vanidad del amor en la herencia que dejaríamos de claridad de juicio en ella y el adorno de nuestra memoria en su hermosura un día ciega para vernos el trajecillo lucir. Y el torero-epitafio de los gritos en Talavera, Faraón que duerme en Sevilla- también pensó entre el mimo del pueblo en ese día en que uno se muere. Lo tuvo todo: la gloria del gitano, rumbo, dinero, el oído con música y el sueño con vela, la vida jaleada y un cortejo de llanto y laurel para su muerte. Pero él no pensaba en estas cosas, sino en esas sombras que uno ha pensado conmover, como un Cid ganador, hasta después de muerto. («Con el traje de luces», por César González-Ruano, 19 de diciembre de 1933).
«La frase es de Gallito». Para él todo el éxito. De Gallito, que cuando se enteró en una ocasión que Sánchez Mejías estaba al habla con la empresa de la Maestranza le dijo por todo argumento para hacerle desistir: «¿Pero vas a torear en el patio de la casa de Belmonte. («El patio de la casa de Gallito», por Gregorio Corrochano, 11 de octubre de 1919). 

3. No terminaré sin reconocer que la frase del patio [Joselito torea en el patio de su casa] no es mía. Tanto éxito ha tenido, que estoy obligado modestamente a reconocerlo. No me gusta apropiarme éxitos ajenos. Yo no he sido más que un intérprete; si queréis, un plagiario. Y como los intérpretes, al final de las comedias, me adelanto respetuosamente y digo:

4. Algunas cosas, muy pocas, han cambiado. El Hotel Europa, donde almorzó, es hoy una tienda de tejidos. -De aquí salió -nos dicen- para ir a la plaza. Iba vestido de grana y oro. Algunos dan detalles. Dicen que comió una paella. Él y sus amigos estaban alegres -afirman-. Habían venido en el tren gastando bromas por los pueblos. Y hay también la leyenda de la disputa de José con un camarero que le echó una maldición: -¡Así te mate un toro esta tarde! («Evocación de Joselito», por Agustín de Foxá, 20 de mayo de 1945).

5. El público asintió en que José Gómez Ortega fue el torero por antonomasia: torero ab ovo, por tradición y por devoción, por influjo de su estirpe y por impulso de su deseo; torero y sevillano por dentro y por fuera; en el campo y en el ruedo, en la vida y en el oficio; torero en la carne de su espíritu y en el indumento que se vestía en su carne; torero que unía la pujanza física y el conocimiento intelectivo, por recuerdo inconsciente y por sueño alucinado; que cumple y que en épocas de casualidades y de destellos pasajeros fue el acierto constante, el dominio y la gracia, la seguridad y el ritmo y era más que el milagro, porque era la sabiduría. («Literatos y toreros», por Felipe Sassone, 24 de mayo de 1927).

6. El acontecimiento taurino al que asistimos es un fenómeno parecido a los eclipses totales de sol, que sólo se presentan de tarde en tarde, con muchos años de intervalo. Por esto asistimos todos los astrónomos de la tauromaquia, con los aparatos perfectamente corregidos, para calcular errores y anotar descubrimientos. Y vimos y anotamos los siguiente: que la plaza está llena; que asisten todos los toreros francos fuera de servicio; que la expectación es grande y que... un momento, señores; luego continuaremos hablando; ahora a observar, que empieza el fenómeno. («Gallito mata seis toros», Madrid, 4 de julio de 1914).

No hay comentarios:

Publicar un comentario