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martes, 28 de enero de 2014

Toros Juan Belmonte: las proezas del hombre que revolucionó el toreo


Nombres como Agustín Díaz Yanes y Carlos Marzal rinden tributo al genial torero con un conjunto de ensayos reunidos en «Epopeya del temple»


Juan Belmonte revolucionó el toreo y la relación de los intelectuales con el mundo del toro, por lo que cien años después de aquella «Epopeya del temple» otro grupo de intelectuales, convocados por la Maestranza y la Universidad de Sevilla, le rinden homenaje con un conjunto de ensayos.

Reunidos bajo ese título, «Belmonte, la epopeya del temple», profesores universitarios, filósofos, investigadores nacionales y extranjeros, el director de cineAgustín Díaz-Yanes, el poeta Carlos Marzal y el exministro Manuel Clavero ofrecen su visión sobre las aportaciones más sobresalientes de Belmonte al arte del toreo y a su relación con los intelectuales, en un total de 500 páginas.

El 26 de marzo de 1913, el escultor Sebastián Miranda, el escritor Ramón del Valle-Inclán y el aristócrata Julián Cañedo telegrafían a su común amigo, el escritor Ramón Pérez de Ayala, para que viaje a Madrid y vea la novillada de repetición que dará el sevillano Juan Belmonte, «el acto más milagroso» que, según los tres amigos, habían visto en una plaza de toros.

Las manos a la cabeza

Aquel día se produjo «el fenómeno más extraordinario que se había visto nunca en la torería: queda el público tan absorto, tan asombrado, que media hora después de terminado el espectáculo estaba todavía la plaza casi llena de gente, gesticulando y llevándose las manos a la cabeza sin lograr explicarse lo que habían visto», según el profesor de la Universidad de Sevilla Pedro Romero de Solís.
Belmonte era entonces «un joven de extracción social humilde, con diez hermanos acogidos por caridad en hospicios sevillanos», según Romero de Solís, coordinador de este homenaje junto al profesor de la misma Universidad Juan Carlos Gil, quien destaca «el pulso interior, el descubrimiento de nuevos terrenos, la armonía entre el hombre y el toro» que surgió aquella tarde.

Después, el torero sería inmortalizado por Zuloaga, Julio Romero de Torres y Vázquez Díaz, su vida sería escrita por Manuel Chaves Nogales y ocuparía portadas en la prensa internacional, incluida la de la revista «Time».

Fundador del toreo moderno

En las páginas de este homenaje, el filósofo Francis Wolff explica por qué al Pasmo de Triana se le debe considerar como el fundador del toreo moderno, Romero de Solís efectúa un recorrido por las obras de arte más importantes que se centran en su figura y Gil González explica cómo sus nuevos modos de torear revolucionaron hasta el periodismo taurino, con la «crónica impresionista».
 
Manuel Clavero asegura en su semblanza de Belmonte que «lo más trascendental de su toreo fue su carácter revolucionario», por fundamentarlo «no sobre las piernas sino sobre los brazos» y «en romper la distinción entre el terreno del torero y el terreno del toro», ya que para él todos los terrenos eran del diestro.
Gil González señala que «la fuerza moral de su personalidad taurina se convirtió en un centro de atracción (...)» y que «rompió sus fronteras simbólicas y abrió su mirada a otros conocimientos que le sirvieron para mezclarlo con su espiritualidad interior» y que «el resultado fue la creación de una expresión taurina totalmente extraordinaria».

Agustín Díaz-Yanes afirma que «Belmonte recibe de Joselito algo más que una competencia que sería considerada la Edad de Oro del Toreo», porque «recibe también la necesidad de dominar su oficio, de poder con más toros cada vez, de depurar su arte apartando lo melodramático y centrándose en su pureza».

Silvia Caramella, profesora de la británica Sunderland University, aporta una curiosa investigación: la existencia en la Filmoteca Española de un fragmento de película, «El Relicario, Escenas sueltas, 1927», «en lo que parece ser una actuación de Juan Belmonte en el ruedo», lo que supondría «un hallazgo importante» para los estudiosos, tanto de la historia de la tauromaquia como la del cine.

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