Entre el jueves y el viernes, los madrileños vamos a tener la fortuna de presenciar la actuación de los «cinco magníficos», a los que no pudieron ni atisbar en Sevilla. No sabemos si es mérito 
nuestro, del dinero de la empresa madrileña, de la dignidad o de 
qué. En todo caso, ¡bienvenidos sean buenos toreros! Algunos taurinos 
han puesto en marcha la campaña del «marketing», la modernidad, la 
temporada cerrada y la corrida como acontecimiento. Yo sigo pensando 
algo muy obvio: el torero lo que ha de hacer es torear.
 Y las figuras, en cualquier ámbito de la vida, han de demostrar su 
categoría en los exámenes difíciles: los equipos de fútbol, en la final 
de Champions (¿por qué no se adelantará la hora de la corrida de rejones
 del sábado, para hacer compatibles los dos espectáculos?); los grandes 
toreros, actuando en las Plazas más exigentes, con toros de todos los encastes, enfrentándose a sus mayores rivales y con las cámaras de televisión delante. En este momento, resulta que eso (¡tan simple, tan claro!) es una utopía: así nos va...
Los grandes toreros deben demostrar su valor en las Plazas más exigentes
A estas alturas, nadie va a descubrir la clase de Finito de Córdoba; tampoco, su conformismo. Esta temporada ha toreado francamente bien y actúa en carteles de tronío, para que Morante y José Tomás no abran Plaza. Recibe con buenas verónicas al 
primero que, enseguida, flaquea, se queda corto, se apaga. El 
diestro se muestra aseado, luce su naturalidad pero muy pronto desiste, 
tira líneas, sufre un desarme y mata mal. Devuelto por flojo el cuarto, 
sale un sobrero de Núñez del Cuvillo que
 se emplaza, mansea, se mueve. Finito, muy pulcro, no se decide a pisar 
el acelerador, sufre un desarme, vuelve a matar mal. Mi amigo Luis 
sentencia: «Un simulacro de faena». No le hace falta ser muy experto para definir lo que ha visto.
«Mi amigo Luis sentencia 'Un simulacro de faena'»
Morante y Talavante
Morante suscita
 gran expectación pero, cuando las cosas vienen mal dadas, la decepción 
es grande; más, cuando se trata de la única tarde que se ha contratado 
en esta Feria. ¿Hasta el año que viene no lo verán en Las Ventas? No 
parece muy lógico, dada su categoría; sobre todo, cuando hoy apenas ha mostrado su arte a cuentagotas. El segundo renquea de atrás pero embiste con suavidad. Morante esboza una verónica. Se luce Talavante en un quite por chicuelinas.
 La gente se pregunta: ¿no se picará Morante? No se pica. Inicia la 
faena de muleta con dos doblones preciosos; luego, logramos disfrutar 
con un natural y tres preciosos derechazos. ¿Nada más? Nada más. Es 
demasiado poco. Recuerdo, una vez más, a don Hilarión, en «La verbena de
 la Paloma»: «Se administra en pildoritas...»
 Pero el público ha pagado y se ha ilusionado por ver más. Para colmo, 
el toro tarda en cuadrar y Morante está desastroso con el descabello. 
El quinto es manso, incierto, se cruza. Morante ni lo ve. Le pegan mucho en varas. Y más todavía, una vez cambiado el tercio. 
Presenciamos un mitin, en banderillas. El toro se ha hecho el amo.
 Morante no consigue dominarlo: todo queda en nada. Y falla con la 
espada. El huracán se ha convertido en viento de fronda, como en aquella
 guerra francesa. La bronca es la lógica y esperada.
Talavante se salva por su actitud
Sólo Talavante se salva,
 en esta tarde desafortunada. Ante todo, por su actitud; luego, por 
detalles de indudable calidad, que refrendan su avance. En el tercero, 
el mejor, vivimos los únicos momentos de emoción. El toro mansea pero se
 mueve. Alejandro, muy firme, se planta en el centro, cita al natural 
(aunque el viento hace flamear la muleta), le planta cara. Una novedad: 
cita primero de frente por completo (como en la escuela sevillana) para 
abrir luego el compás: una serie al natural resulta excelente. Pero pierde el trofeo por un sablazo.
 En el último, saluda Trujillo, en banderillas. Talavante vuelve a estar
 decidido, se justifica, sin redondear faena. Otra vez mata mal.
Dos conclusiones de sentido común. Al público que paga, hay que darle más: más arte, más decisión: Y, si se es figura del toreo, hay que demostrarlo más tardes, en Las Ventas.

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