La aparición de Andrés Calamaro
Cuando apareció su furgoneta, sorprendió el pasajero de excepción: Andrés Calamaro, amigo personal del matador. En capilla antes de su concierto de esta noche en La Riviera, su alma bohemia no quería perderse la tarde de la torería, acompañado del apoderado, Antonio Barrera. Compartieron su cercana filosofía, esa búsqueda de parar el tiempo en cada música.
Pero ayer los segundos los ralentizó Talavante en unos naturales cumbres como el Everest. A Carmen Martínez-Bordiú, inseparable de Luis Miguel Rodríguez,
le dolían las palmas de tanto aplaudir. «Lástima que no haya podido
verse esta faena en todos los hogares a través de Televisión Española»,
exclamaron desde el tendido para hacer llegar la onda a Leopoldo González-Echenique, en un burladero. El presidente de RTVE había
ensalzado el día antes los valores de la Tauromaquia cuando entregó la Oreja de Oro a Iván Fandiño como triunfador de la temporada 2013. Otro de los premiados, Eduardo Miura, se hartó de saludar en el patio de arrastre a los partidarios de su divisa.
La guasa de la afición más desencantada cambió el lema del Tour
Hasta el empresario Ramón Valencia se colocó en primera línea para ver a los ausentes del G-5 en la Maestranza. A su vera, la marquesa de la Vega de Anzo y Ricardo Gallardo, propietario de Fuente Ymbro. En el callejón, Carlos Abella y el escritor Pedro Romero de Solís comentaban las series.
Esperanza Aguirre fue aclamada por sus muchos partidarios
mientras subía al palco. Hasta el ascensor había colgado el «no hay
billetes». Fijo en las tardes de relumbrón es el marqués de Cubas. El pintor Eduardo Arroyo, con Isabel Azcárate, buceaba en la inspiración. Muchas caras de la política madrileña, como Pablo Cavero y Cristina Cifuentes. En el Tendido 11, los duques de feria.
La larga melena de Mario Vaquerizo, la media naranja de Alaska, ondeaba como la bandera. De las complicaciones del viento
hablaba Palomo Linares desde su barrera. La elegante Nuria González se
apresuraba a acceder a su lujosa localidad entre una multitud que
apenas permitía aligerar el paso. Porque no cabía ni un alamar. Para
evitar las aglomeraciones el más puntual fue Ángel Torres,
presidente del Getafe, en los aledaños de la Monumental antes de
abrirse las puertas del desolladero. Por ellas salió la afición con
gesto de frío y desencanto. Más allá de los zurdazos de Talavante, se
hablaba de Morante. Hay broncas con arte.
Qué asco Andrés Calamaro, a favor del maltrato animal, no como su hermano javier Calmaro que hace campañas a favor de los animales y además canta mucho mejor.
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