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sábado, 3 de mayo de 2014

La espada no entraba en el plan

Javier Jiménez recibió una oreja y calurosa ovación de La Maestranza; Ponce y El Cid de vacío en desrazada corrida de Juan Pedro

 

E. NARANJO, Sevilla
Siete menos veinte de la tarde. Sevilla. El Baratillo. Enrique Ponce le ofrece 'su vida´ a Javier Jiménez y, en medio de ésta, un huésped inesperado ataviado de gris plomo y grana. No le dejó cumplir en plenitud su sueño.

Fue en un precioso quite por tafalleras de Javier Jiménez al toro de su alternativa cuando Sevilla se dio cuenta realmente que estaba preparado. Lo hizo despacio, gustándose y gustando a sus paisanos: lo hizo en torero. Lo sería cinco minutos más tarde y lo corroboraría con otros cinco más en el reloj, en una faena que brindó a su padre. Primera tanda brillante, aún no suena la música pero Sevilla lo espera, se masca en el ambiente. Con la zurda, muletazos sueltos, alguno muy despacito, que es el verdadero son baratillero. Pero llegó el enemigo y se apoderó de la maldita hora. No lo quiso ni ver. Bueno, Sevilla sí, y ésta, que sabe ver a los suyos y a los que no son de allí, le prestó una sonora ovación que fue la música perfecta a su alternativa.

Del sexto cortó una oreja, de las de verdad, que `ni de tierra ni de ná´. Brindó al público y lo toreó de verdad, sobre todo por la izquierda y a partir de ese momento La Maestranza se convirtió en un auténtico clamor. De nuevo vino el huésped que nadie invitó y le robó un triunfo mayor, aunque paseó un trofeo merecido ante el calor de su afición.

"Duermevela" no hizo historia en la reaparición de Enrique Ponce. Hizo segundo, salió y se volvió a ir...para tablas. Nos e dejó de capote y, en el piquero, recibió sus reglamentarias varas y, en muleta le faltó motor. El de Chiva tiró por la calle de en medio y fue silenciado. Al cuarto Ponce lo recibió fiel a su concepto, con la rodilla flexionada y gustándose en la gracia capotera que ha derrochado a lo largo de su carrera. En faena brindó al respetable y el toro, que se vino arriba en banderillas, arrancó con prontitud a la muleta del valenciano antes de darse una costalada que arrastraría durante todo el trasteo. Eso le hizo al de Chiva tomar la medicina de la suavidad, sobre todo por el derecho, pero esa suavidad acabó durmiéndose, al igual que la ilusión de la afición, que silenció su labor.

También recibió el sepulcro maestrante su otro paisano de Salteras con apodo castellano. El Cid lo recibió templado y a gusto a la verónica, pero la falta de fuerza del animal fue la traca que hizo explosionar al torero. Brindó a Ponce, lo intentó y consiguió dos tandas de buena ejecución por el derecho y otra por el izquierdo, pero se vino abajo el trasteo y recibió silencio.  También lo intentó en el quinto pero también el toro sacó su peor cara: la falta de transmisión hizo que no se pudiera gustar El Cid con su izquierda, que intentó interpretar en dos tandas y de la que sacó algún muletazo de bella composición pero con la que no pudo sino dejar la miel en los labios a su paisana afición.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Sevilla. Más de tres cuartos de entrada en tarde soleada y primaveral. Seis toros de Juan Pedro Domecq-Parladé, bien presentados y en general faltos de raza y entrega, destacando el noble primero.

Enrique Ponce, silencio y silencio
Manuel Jesús 'El Cid´, silencio y silencio
Javier Jiménez, que tomaba la alternativa, ovación y oreja

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