Javier Jiménez recibió una oreja y calurosa ovación de La Maestranza; Ponce y El Cid de vacío en desrazada corrida de Juan Pedro
E. NARANJO,
Sevilla
Fue en un precioso quite por tafalleras de Javier Jiménez
al toro de su alternativa cuando Sevilla se dio cuenta realmente que
estaba preparado. Lo hizo despacio, gustándose y gustando a sus
paisanos: lo hizo en torero. Lo sería cinco minutos más tarde y lo
corroboraría con otros cinco más en el reloj, en una faena que brindó a
su padre. Primera tanda brillante, aún no suena la música pero Sevilla
lo espera, se masca en el ambiente. Con la zurda, muletazos sueltos,
alguno muy despacito, que es el verdadero son baratillero. Pero llegó el
enemigo y se apoderó de la maldita hora. No lo quiso ni ver. Bueno,
Sevilla sí, y ésta, que sabe ver a los suyos y a los que no son de allí,
le prestó una sonora ovación que fue la música perfecta a su
alternativa.
Del sexto cortó una oreja, de las de
verdad, que `ni de tierra ni de ná´. Brindó al público y lo toreó de
verdad, sobre todo por la izquierda y a partir de ese momento La
Maestranza se convirtió en un auténtico clamor. De nuevo vino el huésped
que nadie invitó y le robó un triunfo mayor, aunque paseó un trofeo
merecido ante el calor de su afición.
"Duermevela" no hizo historia en la reaparición de Enrique Ponce.
Hizo segundo, salió y se volvió a ir...para tablas. Nos e dejó de
capote y, en el piquero, recibió sus reglamentarias varas y, en muleta
le faltó motor. El de Chiva tiró por la calle de en medio y fue
silenciado. Al cuarto Ponce lo recibió fiel a su concepto, con la
rodilla flexionada y gustándose en la gracia capotera que ha derrochado a
lo largo de su carrera. En faena brindó al respetable y el toro, que se
vino arriba en banderillas, arrancó con prontitud a la muleta del
valenciano antes de darse una costalada que arrastraría durante todo el
trasteo. Eso le hizo al de Chiva tomar la medicina de la suavidad, sobre
todo por el derecho, pero esa suavidad acabó durmiéndose, al igual que
la ilusión de la afición, que silenció su labor.
También recibió el sepulcro maestrante su otro paisano de Salteras con apodo castellano. El Cid
lo recibió templado y a gusto a la verónica, pero la falta de fuerza
del animal fue la traca que hizo explosionar al torero. Brindó a Ponce,
lo intentó y consiguió dos tandas de buena ejecución por el derecho y
otra por el izquierdo, pero se vino abajo el trasteo y recibió
silencio. También lo intentó en el quinto pero también el toro sacó su
peor cara: la falta de transmisión hizo que no se pudiera gustar El Cid
con su izquierda, que intentó interpretar en dos tandas y de la que
sacó algún muletazo de bella composición pero con la que no pudo sino
dejar la miel en los labios a su paisana afición.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Sevilla. Más de tres cuartos de entrada en tarde soleada y primaveral. Seis toros de Juan Pedro Domecq-Parladé, bien presentados y en general faltos de raza y entrega, destacando el noble primero.
Enrique Ponce, silencio y silencio
Manuel Jesús 'El Cid´, silencio y silencio
Javier Jiménez, que tomaba la alternativa, ovación y oreja
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