
Pescar en una alberca
Adame sale en hombros con una aburrida corrida de Alcurrucén
MARCO A. HIERRO, 
     Santander 
Así se resume una tarde ayuna de bravura en el bovino y espesa en el humano,
 alberca donde pescó el más listo porque supo echar la caña para salir 
en la foto final con un pez en cada mano, aunque quedase la impresión de
 que dejó alguno más escondido por el fondo. Ese fondo que le faltaba a Afanosito para ser boyante más allá de las veinte arrancadas.
Toro de gratísima impresión en el 
tendido y de aplauso en el arrastre; toro de limitada calidad y justa 
duración que sólo se rebozaba a diestras y contando cada embroque. Por 
eso lució mientras se fue tras el percal de Adame en la fría salida de Núñez
 y en las ajustadas chicuelinas de un torero que no sufre cuando le 
vienen galopando. Por eso lució en el inicio de distancia y trapo puesto
 con que lo metió en el canasto el generoso mexicano, que se puso pronto
 a torear el rebozado desliz del pitón derecho, enclasado, boyante, 
humillado en la franela que le ofrecía Joselito con el 
fleco en el infierno. Pero no era igual el colorao cuando le quitaron la
 ayuda y le cambiaron el cuerno. Corto, protestón, renuente y hasta 
bruto. Igual que se puso Adame al empeñarse en agotarle
 las vías en lugar de cambiar la mano. Y cuando lo hizo, ya estaban 
exprimidos los diez pares de arrancadas. Aún pescó el mexicano porque le
 sobra oficio, se queda muy quieto y le rebosa el valor para manoletinas
 y estocadas. Pero el regusto de toreo caro que dejó en el inicio ya no 
existía en la voluntad del final.
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