Oh, aquellos tiempos sin prohibición taurina en Cataluña, con una afición vital incluso en Gerona. La noticia de aquel festejo ocupaba una parte de la página 35 de este diario. Se comentaban los triunfos de Rafael Peralta y Enrique Trujillo, que se marcharon a hombros, mientras Pepe Luis Ramírez abandonaba el coso a pie con una oreja.
A cientos de kilómetros, las peñas
pamplonicas asistían con entusiasmo a la plaza donde se anunciaban tres
históricos. Más allá de las dos orejas de distinto calado de Fermín Murillo, del valor de Diego Puerta y de la «mandanga» dePaco Caminoa la que se refería Antonio Díaz-Cañabate, la crónica narraba con ritmo y maestría el sonido de San Fermín. «Un ruido bien organizado», se titulaba.
Contaba El Caña que los mozos no hablan, «cantan»; ni andan, «bailan». Canta que te canta y baila que te baila, con relativos paréntesis de silencio.
No lo guardemos tampoco con Cataluña... «Pum pum pum pum». No es un disparo, es el perenne ruido del bombo pamplonica, hasta donde se desplazan tantos aficionados catalanes. La Fiesta mundial de Hemingway.
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