En toda la historia de la Tauromaquia, no recuerdo un caso semejante
efe
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andrés amorós
Los datos están muy claros. Recuperado ya de las secuelas de su cornada del año anterior, José Tomás decidió reaparecer en la Plaza de Juriquilla (que no es, ciertamente, una de las más importantes de México). Después de mil rumores, su temporada española se ha reducido a tres festejos. Actuó en Granada, el jueves de Corpus, 19 de junio, junto al veterano Finito de Córdoba y el joven Rafael Cerro,
con toros de Victoriano del Río y Domingo Hernández (¿por qué de dos
ganaderías? ¿No dispone cualquiera de éstas, si son las que él prefiere,
de seis toros a su gusto?).
El toro de su vuelta a España, de Domingo Hernández, fue devuelto por flojo y sustituído por un sobrero de Juan Pedro Domecq,
muy parecido al titular, que se caía continuamente: le cortó una oreja.
En el quinto, de Victoriano del Río, la esperada apoteosis se apagaba,
porque el toro se rajó, cuando el diestro, al ir a coger la espada, le
perdió la cara y sufrió un golpe tremendo. Pasó a la enfermería,
aparentemente con una grave cornada, y Finito entró a matar dos veces;
pero, ante el asombro general, volvió José Tomás y lo mató a la segunda.
La emoción del momento provocó que se le concedieran dos orejas.
Tres días después, el 30 de junio, toreó en León: un toro de El Pilar, flojísimo, y otro de Domingo Hernández (otra vez, dos ganaderías). Mató a la segunda y cortó una oreja de poco peso. Titulé la crónica de ABC: «Con toros flojos, flojo triunfo». A estas alturas, la sensación de desencanto, hasta en sus mayores partidarios, era patente.
No volvió a torear hasta el 23 de agosto: casi dos meses de
descanso. Es habitual que algún gran torero retrase algo el comienzo de
sus actuaciones o adelante un poco su mutis pero un parón así, a mitad,
después de solo dos festejos, resulta insólito, desconcierta a
cualquiera. ¿Qué ha hecho José Tomás, en estos 54 días del centro de la
temporada? Dedicarse a su vida familiar, según parece.
Por fin, la pasada semana toreó en Málaga, con el rejoneador Hermoso de Mendoza.
Es un tipo de corrida que no puede llamarse «mano a mano», que se está
repitiendo esta temporada, pese a las críticas generales, y que permite
al diestro eludir el sorteo, llevar elegidos («debajo del brazo», decían
los revisteros clásicos) sus toros; una vez más, de dos ganaderías, Parladé y Victoriano del Río. En este caso, el triunfo sí fue rotundo: «Corta tres orejas y sale a hombros tras torear con suma lentitud», tituló Fernando Carrasco, en estas páginas.
No ha anunciado José Tomás ninguna
otra actuación, en España (intentará que acuda al Pilar el nuevo
empresario de la Plaza, su amigo Simón Casas). Por el momento, el
resumen de su temporada española es claro: ha toreado tres tardes,
matado siete toros y cortado el mismo número de orejas. No ha querido
torear en ninguna de las principales Ferias: Valencia, Sevilla, Madrid,
Pamplona, Bilbao... Por supuesto, no se le ha podido ver en ninguna que
se transmita por televisión: así se mantiene el misterio. No se ha
salido de las cuatro o cinco ganaderías predilectas de las figuras. No
ha alternado con sus posibles rivales: Ponce, El Juli, Morante, Perera, Manzanares...
Estos son los hechos. ¿Cuáles son las causas? ¡Quién sabe!
Defienden sus partidarios que el arte es cosa de calidad, no de número:
¡gran verdad! Pero que, para alcanzar un nivel artístico, haya que
torear tan poco resulta muy sorprendente. ¿Se encuentra bien,
físicamente? Parece que sí. ¿No tiene ganas de torear más? Si es así,
¿por qué? Para defenderle, escucho que tiene derecho, como cualquier
artista, a elegir lo que quiere hacer. ¡Por supuesto! Pero los
aficionados también tienen derecho a comparar con lo que hacen otros
grandes toreros y opinar.
Está claro que José Tomás estudia y controla cada una de
sus actuaciones: los toros, los compañeros, el dinero.... Su escaso
número de festejos va unido al rechazo absoluto a ser televisado y a
aparecer en los medios. Desde el punto de vista del marketing, la
estrategia es redonda: cada corrida suya se convierte en algo especial
(es lo que han intentado imitar El Juli y Morante,
anunciando, a comienzo de temporada, un calendario cerrado). Por eso,
los que han conseguido una entrada, se consideran afortunados, no pueden
aceptar que su esfuerzo no haya valido la pena... La ecuación es
clarísima: si José Tomás toreara más tardes, la expectación disminuiría.
Si lo hiciera en otras Plazas, la exigencia sería mucho mayor: en los
toros, en los carteles y en el público.
La estrategia comercial funciona perfectamente pero la valoración de los aficionados es más dudosa. Imaginemos que Cristiano Ronaldo o Messi
solo aceptasen jugar contra rivales fáciles o fuera de las grandes
competiciones: ¿serían considerados los mejores futbolistas del
mundo?...
Mi opinión no puede ser otra que lo que a mí me enseñaron,
desde chico: la gran figura es el que puede con todos los toros, el que
torea en las grandes Ferias y se enfrenta a sus más fuertes rivales.
Quizá la Tauromaquia moderna sea otra cosa...
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