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jueves, 4 de septiembre de 2014

La alegría nace de que los jóvenes novilleros colombianos, que estaban en huelga de hambre para reclamar su derecho a ejercer con libertad una profesión legítimamente autorizada, han logrado su propósito: la Corte Constitucional de su país les ha dado la razón, en contra de la arbitraria actuación del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. Conviene anotar que a ellos se unió –personalmente y con un magnífico escrito– el maestro César Rincón, auténtico ídolo nacional para los colombianos, y que el recurso de amparo fue presentado por la Corporación Taurina.

La vergüenza surge de que en España no hemos sabido reaccionar de igual modo ante una actuación semejante: la prohibición de la Fiesta en Cataluña que decidieron los independentistas catalanes. Ante todo, los profesionales taurinos españoles no reaccionaron con la suficiente contundencia ante esta prohibición: ¿recuerdan alguna manifestación de las figuras del toreo delante de la Plaza Monumental de Barcelona? Tuvo que ser un aficionado, el recientemente fallecido Luis María Gibert, el que se dejara su salud para promover incansablemente una Iniciativa Legislativa Popular en favor de la Fiesta.

Motivos políticos

La vergüenza continúa hoy mismo porque el Tribunal Constitucional sigue sin dar respuesta al recurso planteado por el Partido Popular. Pasan los años y ese Tribunal sigue callado sobre el tema. Si se trata de un simple retraso –de varios años, eso sí–, la imagen que da el Tribunal Constitucional es lamentable. Pero la cosa puede ser peor: ¿quién no sospechará que la dilación en el fallo obedece a motivos políticos, no molestar con un tema más a un gobierno que está promoviendo la separación de España? Lo veamos por donde lo veamos, la imagen –y la realidad– es lamentable. ¿Se han manifestado contra ella los profesionales taurinos españoles? Todavía estamos esperándolo.

El alcalde Petro prometió no acatar la norma legal, si no le daba la razón: exactamente igual que ha sucedido en Cataluña en varios temas, muchísimo más importantes que el taurino.
No solo es Francia, también Colombia nos adelanta en la defensa de la Tauromaquia: para vergüenza nuestra, aunque nos alegre su éxito.

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