La vergüenza surge de que en España no hemos sabido reaccionar de igual modo ante una actuación semejante: la prohibición de la Fiesta en Cataluña
que decidieron los independentistas catalanes. Ante todo, los
profesionales taurinos españoles no reaccionaron con la suficiente
contundencia ante esta prohibición: ¿recuerdan alguna manifestación de
las figuras del toreo delante de la Plaza Monumental de Barcelona? Tuvo que ser un aficionado, el recientemente fallecido Luis María Gibert, el que se dejara su salud para promover incansablemente una Iniciativa Legislativa Popular en favor de la Fiesta.
Motivos políticos
La vergüenza continúa hoy mismo porque el Tribunal Constitucional
sigue sin dar respuesta al recurso planteado por el Partido Popular.
Pasan los años y ese Tribunal sigue callado sobre el tema. Si se trata
de un simple retraso –de varios años, eso sí–, la imagen que da el
Tribunal Constitucional es lamentable. Pero la cosa puede ser peor: ¿quién no sospechará que la dilación en el fallo obedece a motivos políticos, no molestar con un tema más a un gobierno que está promoviendo la separación de España?
Lo veamos por donde lo veamos, la imagen –y la realidad– es lamentable.
¿Se han manifestado contra ella los profesionales taurinos españoles?
Todavía estamos esperándolo.
El alcalde Petro prometió
no acatar la norma legal, si no le daba la razón: exactamente igual que
ha sucedido en Cataluña en varios temas, muchísimo más importantes que
el taurino.
No solo es Francia, también Colombia nos adelanta en la defensa de la Tauromaquia: para vergüenza nuestra, aunque nos alegre su éxito.
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