El festejo de Vistalegre se ha anunciado como un «evento»: tres miembros del G-5
(finalmente, dos, Morante y El Juli, por lesión de Talavante,) matan
toros de las ganaderías a las que se limitan esta figuras, Zalduendo y
Garcigrande. Además, actúa la Orquesta de la Comunidad de Madrid,
dirigida por Víctor Pablo Pérez, expone un pintor y hace una
demostración un cocinero. Este conjunto tiene un nombre bilingüe, con
artículo en inglés y sustantivo en español, «The Maestros». El resultado taurino es solo discreto: con toros muy flojos, manejables, y un público entregado de antemano, Morante corta una oreja a cada uno y sale en hombros; El Juli pierde las orejas del último por el descabello, después de una aclamada faena..
Sustituye a Talavante Finito, que este año ha alternado faenas memorables con abulias. En el primero, de Garcigrande, que embiste con dulzura, traza lances estéticos.
El toro se rompe el pitón izquierdo en el peto, es flojísimo y rajado
(¿qué hubieran dicho en Las Ventas?). El diestro dibuja muletazos a un
burel que se cae y se quiere ir, entre el contento general: torear sin toro. Se demora al matar, lo hace muy mal y suenan pitos. ¡Y aplauden a este toro! El cuarto, de Zalduendo, queda corto: Finito no se confía y la música que suena es de viento, cuando vuelve a matar mal.
Concluye Morante un «tour» cerrado de treinta corridas (una
fórmula absurda, en los toros) en la que ha habido hermosas faenas pero
también comodidad y toros muy escogidos. Le aplauden antes de que salga
el segundo, de Domingo Hernández,
que se desploma en el primer lance. Hasta este público se enfada y
clama: «¡Toros!» Mejor olvidarse del capote. En la muleta se mueve,
permite que Morante logre preciosos muletazos sueltos
e improvise con gracia, sin cuajar faena completa. Mata con facilidad:
oreja. El quinto, de Zalduendo, claudica en el capote, apenas puede
esbozar unas verónicas, queda muy corto. Morante muletea con empaque
a una birria de toro, que cae varias veces pero le deja lucir su
personal estética: casi como si fuera con el carretón. Media estocada
arriba: otra oreja. Aplauden al toro: esto es lo que quieren....
El tercero, de Zalduendo,
flaquea en los lances de recibo, cae después de la vara y varias veces,
en la muleta. El Juli domina a un toro apagado, que tiene muy poco que
dominar; la desilusión cunde, a pesar del bellísimo «Suspiros de España».
Mata con el habitual salto. Sujeta Julián con el capote al último, de
Domingo Hernández, muy suelto. Se luce por chicuelinas con el compás
abierto (la moda de José Tomás) y brinda al público. A los sones de «Agua, azucarillos y aguardiente»,
domina por completo la noble embestida de un toro justo de casta y
fuerza, logra naturales mandones y se vuelca al matar. Pierde los
trofeos por fallar reiteradamente con el descabello. Y nos despide «El
Bateo».
Una reflexión se impone. Si Morante y El Juli querían
rematar la temporada con algo muy especial (como anunciaron al comienzo
de sus «Tours») lo tenían fácil: este fin de semana, podrían torear en
la Feria sevillana de San Miguel;
el próximo, en la madrileña de Otoño; el otro, en la zaragozana del
Pilar. Y, en los tres casos, no reducirse a las ganaderías que más «se
dejan» sino lucir su maestría también con otro tipo de toros. Eso es lo
que hacían antes las figuras. Claro que aquellos diestros se limitaban a
torear corridas de toros, no «eventos» con título en «spanglish». Así estamos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario