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domingo, 15 de febrero de 2015

Orellana sentencia una tarde triunfal



Ante diluvio durante la lidia de tercer toro de la tarde

Triunfo importante del diestro tovareño Rafael Orellana, con el corte de tres orejas, dos de ellas simbólicas, que le colocan como serios aspirante al Sol de Oro.

El coleta tovareño cortaría tres orejas (dos de ellas simbólicas), tras dos actuaciones completas y preñadas de entrega. Por su parte Alejandro Talavante dejaría los momentos más artísticos, sacando partido a dos toros de potable condición. Morante de la Puebla dejaría ramalazos de su personal arte, muy poco para tanta expectación por verle.

RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Fotos: José León
La fría tarde se tornaría en nueva tromba de agua sobre los tendidos de la Plaza de Toros de Mérida. Ni con eso se movieron de sus asientos quienes ayer nos dimos cita a uno de esos carteles marcados con asterisco en el abono emeritense. Al final, taurinos y aficionados saldrían satisfechos de la gran dimensión ofrecida por el torero tovareño Rafael Orellana, quien se ha crecido en ambición y firmeza, ante dos figurones del toreo como Morante y Talavante, palabras mayores en el planeta de los toros.

Destellos de torería las que dejaría “Morante de la Puebla” el cual no contó con materia propicia para el lucimiento.
 Precisamente Talavante alteraría, tras acuerdo previo con sus compañeros de cartel, el orden de lidia de la jornada, pues debía de viajar ayer mismo de nuevo a México en el curso de su extensa campaña que ha venido desarrollando por suelo azteca, abriendo plaza ante el jabonero que le correspondió en lote, animal el cual desde capote dejaría ver chispazos de nobleza, aprovechadas al máximo por el mencionado coleta. El medido castigo en varas, así como la buena brega de Eduardo Graterol, dieron pie a que el famélico diestro extremeño con la pañosa desde el principio hiciera gala del temple y sitio que le ha colocado en lo que es, torero de primer nivel. 

Temple y firmeza la que ha dejado en la retina Alejandro Talavante cortando dos orejas, una en cada toro. 
 
Por la mano diestra se gustaría Alejandro en encajadas series, para subir enteros en toreo sobre la zurda, momento el cual su trasteo tomó ribetes mayores, contando además de la entrega del ejemplar de Hugo Domingo Molina, quien seguía con tersura y mando la pañosa del coleta en mención. Olés profundos se escucharían en la garganta de los asistentes, para luego de ceñidísimas bernardinas cincelar su trasteo de estocada entera, ligeramente contraria, que requeriría el golpe del descabello, para cortar una merecida oreja.

Un diluvio se desató en la plaza momentos cuando rodillas en tierra Rafael Orellana inició faena en su primero, que a la postre de manera absurda fue indultado.

El otro apéndice que se dispendió Talavante fue ante el que hizo cuarto, bravo y más seriecito ejemplar en cuanto a trapío, donde nuevamente el imantado trazo en el muletazo sobre la diestra y zocata valieron las ovaciones unánimes, sacando partido al bravo recorrido del astado, que en manos de torero tan curtido como este se vio mucho mejor aún. Tras dos viajes con el acero, el primero marrando ostentosamente, el volapié con la que le despachó finalmente valdría para el corte de la segunda oreja que se llevaría en su esportón -tras dos avisos- así como la vuelta al ruedo al ejemplar, sin duda el mejor del lote que desde La Porquera enviaron los Molina Colmenares.
Morante de la Puebla era esperado como un Dios por los aficionados de gustos exquisitos. En su primero poco claro lo vio ante la desconcertante embestidas del anovillado burel, que de salida en el capote, abanto y descastado mostró condiciones. No se complicó el genio de Puebla del Rio, para quitárselo en medio, sin despeinarse, de estocada ligeramente desprendida y descabello.
Pero los ramalazos del concepto artístico de este torero se verían con el desmochado a la exageración quinto, en garboso saludo por verónicas, embarcando con magisterio en el vuelo de su capote las embestidas del ejemplar. Medido en varas, el quite por chicuelinas fue una muestra de la disposición del torero, para luego en la muleta iniciar en doblones por ambos pitones de supremo magisterio. Relajada la figura, en series sobre la derecha de enorme plasticidad, cuando se pensaba que la cosa iba a grandes cotas, la inoportuna voltereta que recibiría, incluyendo un fuerte varetazo en la cara interna de la pierna derecha, hizo que todo cambiara. Ya no sería el mismo Morante, quien limitado de condiciones físicas hizo el esfuerzo y poco más para despachar lo que pudo haber sido el proyecto de faena grande, tras el toro así mismo tornarse áspero, y desarrollando complicaciones que no quiso entrar en detalles el espada sevillano. El medio espadazo trasero y tendido fueron ración toricida para luego pasar a la enfermería de donde se haría ver de nuestro personal médico de plaza.
Sin duda alguna que el más necesitado de triunfo en el cartel era el tovareño Rafael Orellana, y vaya que lo demostró de principio a fin. Su primero, noble ejemplar, tuvo el condicionante del fuerte aguacero que se desató cuando iniciaba trasteo muleteril. Fue cuando rodilla en tierra Orellana daría pie a una labor intensa, profunda, de gran calado en los tendidos ante la tromba de agua que acompañó una faena donde los pases por la derecha así como una gran serie por la zurda que interpretó, colocaría en unanimidad toda la plaza. No así con el toro, noblote y mansurrón que salía con la cara “por las nubes” al que ni siquiera sangría le hicieron en el caballo. Con todo esto, su trasteo no perdería interés, desatando la petición de un indulto absurdo y ridículo que solo los neófitos avalarían y que diligentemente el presiente del festejo –que no se niega en momentos conceder si es posible todo el toro, para así satisfacer a la masa- sacaría el pañuelo naranja, dando certificado a uno de sus indultos característico donde impera un criterio con graves conceptos de lo que es diferencia entre bravura y lo que es mansedumbre. Ni con reglamento nuevo se les escapa tales gazapos.


En el que cerró plaza Orellana saldría a rematar una tarde embalada para él. El castaño que cupo en suerte le dejaría expresarse en sabroso toreo por verónicas, para en la muleta ocuparse Rafael en pasar por ambas manos la noble condición del morlaco, incluso haciendo alarde del toreo a la galería. El pinchazo sin soltar previo al espadazo entero y desprendido dio validez a la concesión de la justa oreja que paseó ante los vítores de los presentes.



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