Siempre había oído yo hablar de los toros de Iberia, no de Siberia: hasta esta tarde, en el coso de la calle de Játiva, barrido por ráfagas huracanadas, propias de las estepas del Asia Central, con música de Borodin.
Cartel «mexicano»: toros de Baillères
(antes, Zalduendo), con poca fuerza y casta. Un diestro, apoderado por
Etmsa; otro, por FIT («este siglo de siglas», decía Dámaso Alonso). Solo
Talavante corta un trofeo. [así hemos contado la corrida en directo]
Brindis de Rivera
Vuelve a torear Paquirri,
lesionado en Olivenza. Devuelto el primero por flojo, el sobrero se
para, queda corto. Se disculpa el diestro por no banderillear, se
justifica con profesionalidad. Brinda al público el cuarto, que se mueve, repite. Comienza sentado en el estribo, liga derechazos aceptables, tarda en matar.
El segundo va bien al caballo, brilla en la lidia Carretero. En medio del vendaval, Morante
ni se estira con el capote, trastea a la defensiva: la bronca es
lógica. En el quinto, la gente está deseando aplaudirle, grita oles
antes de que los lances lo merezcan. La res es dócil pero muy poquita
cosa.
Morante corre la mano con suave naturalidad. Como el toro se para, la faena resulta premiosa, suena el aviso antes de coger la espada. Hemos disfrutado con bellas pinceladas, no un cuadro completo.
«Los dioses nacían en Extremadura», decía Rafael García Serrano. Al extremeño Talavante no le vencen el frío ni el viento. Recibe al tercero con vistosos lances «a la mexicana»,
quite mixto y gaoneras. Tiene mérito torear con la muleta flameando al
viento. El diestro se entrega y el público lo agradece. Mata fácil: oreja y petición de la segunda. En el último, saluda Trujillo. El toro protesta, no se entrega, tropieza la muleta del voluntarioso Talavante.
Jardiel Poncela escribió «Espérame en Siberia, vida mía». No sabíamos que venía a los toros de Valencia.
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