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domingo, 5 de abril de 2015

EL ALQUILER DE SUEÑOS

Crónica de C.R.V.

Ser torero es la única profesión que se define en los sueños de alquiler. Un torero alquila los sueños propios para que sean de todos. A veces sucede que pasa el tiempo y alguien no los soñó todos y, como bien sabemos que el hombre envejece mas en los retratos que en la vida, alguien alquiló hoy su último sueño. Espartaco. Fue el día donde Sevilla recuperó el espejo roto en mil pedazos el pasado año. Fueron todos a verse, a mirarse, como si nada hubiera pasado. Haciendo frente a la heroica contra los estragos infames del tiempo, Espartaco dio razón de ser a esa gran belleza que es La Maestranza, repleta, limpia…Alquiló su penúltimo sueño por un día y recuperó nombre, honra, memoria y recuerdo, saliendo en hombros no alquilados por la Puerta del Príncipe.

Este festejo lo soñó Espartaco a medida, como el mejor de los sastres de traje caro. Convirtió de puntillas la tarde en su tarde, sin hacer ostentaciones de otra cosa que de seguir soñando en un corazón que peina canas honorables. Con un toro de excepcional calidad de Juan Pedro usó esa tauromaquia de limpieza de trazo, de temple. Y aún puso ciencia con el mansito cuarto cerca de las tablas. Sin anuncios de hecatombes, ni cometas ni eclipses, fue adueñándose de la tarde porque para fue el lote de una corrida de raza triste y bravura lánguida. Apenas hubo protestas por tanta melancolía de tres horas de festejo. Sevilla fue a verse a si misma. A veces sucede con las mujeres hermosas. Sabedoras de su belleza, no les basta con esa certeza. Se lo han de decir al oído. Frente al espejo donde se miran.

Dispar en la presencia, nobles, mermado uno que ofrecía mas raza (el primero de Manzanares)  y con uno de clase pero sin finales, el sexto, la corrida fue larga, nada tensa, cortésmente lidiada, afectuosamente mirada. En el mismo espacio se desenvolvieron tres generaciones, uno que empieza, Borja Jiménez, otro que es figura y tiene el don de ser el torero más de Sevilla en la actualidad, y el veterano soñador que hizo suya la tarde. Desde que se abrió de capa, con dos lances de los buenos dentro del manojo, hasta esa forma de conducir las embestidas por los dos pitones, suave, ligada. O la forma como supo ver que el pitón derecho del sobrero, un toro de hechuras  feas y mucha nobleza, teñía embestidas paralelo a las tablas, no en el cite perpendicular. Para afuera le costaba, para adentro tenía tres trancos más.

Esa fue la ciencia y el arte de Espartaco, lo de menos en una tarde en donde lo demás era recibir de forma activa el homenaje robado, el premio ausente, el galardón a su recuerdo. Saliendo en hombros por la del Príncipe algo nos hace afirmar que sólo el toreo nos rescata de una realidad en lo que pensamos, pero que sabemos. Que nos creemos obligo y epicentro y apenas vivimos en un planeta pequeño y que llamamos sol a una estrella pequeña y que estamos en un rinconcito chico de una galaxia chica en un universo en donde hay mas galaxias que seres humanos. Pero tenemos el toreo. Y tardes como ésta, y tenemos a “espartacos” que alquilan su penúltimo sueño. Eso hace de este planeta el más grande, y al sol la estrella mas inmensa de todas.

Cargada de melancolía y de miradas insistentes al espejo, la tarde se le hizo aguas a Borja Jiménez, que tiró de actitud con los dos toros. Uno escaso de todo con el que sólo podía estar digno y el sexto, de buen tipo y calidad, al que apuntó siempre querer torear meciendo el capote, al que galleó con garbo y al que trató de pasar de muleta con el cuerpo encajado, suelto el brazo, ligando los pases en los medios hasta que el toro comenzó a echar el cierre. Tampoco el lote de Manzanares fue propicio para arrebatar protagonismo a Espartaco. Uno se pegó una costalada monumental y salió afligido y el quinto, alto y estrecho de sienes, se dejó a su altura, pero con el fondo muy al límite.

Por un tendido andaba Curro Romero, soñando sin duda. Y a él le tiró la montera Espartaco. Y luego a sus hijos. Una generación que habrá aprendido que el toreo es la única profesión donde un hombre alquila los sueños propios para hacer que los nuestros se cumplan.



Real Maestranza de Sevilla. 1ª de abono. Festejo del Domingo de Resurrección. Lleno de no hay billetes. Toros de Juan Pedro Domecq, el cuarto como sobrero, bien hechos en su mayoría, nobles y con calidad, algunos faltos de fuerza. De gran calidad el segundo, bueno el sexto. Se dejó por el pitón derecho el cuarto y apuntó cosas muy buenas el tercero, lastrado por una fuerte voltereta. Más deslucidos primero y quinto. Espartaco, oreja y oreja; José María Manzanares, silencio y ovación; Borja Jiménez, que tomaba la alternativa, silencio y oreja. Saludaron en banderillas Curro Javier y Luis Blázquez.

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