Daniel Ventura
Eugenio de Mora es
veterano de mil batallas y atesora, precisamente en Madrid, varios
'casi' rayanos en el triunfo grande. El más cercano, el de la temporada
pasada. Sumó uno más esta tarde de Resurrección, con el toro que más se
dejó de la corrida de los dos hierros Martín Lorca y Escribano Martín.
Fue el cuarto, bueno en sí mismo por la humillación con la que tomó los
trastos y bueno en comparación con sus hermanos, serios todos y todos
cortos de raza. El torero toledano, que maneja a discreción la muleta en
un pulcro registro de clasicismo sin alardes, se echó rodillas a tierra
para comenzar su faena, que discurrió después por el camino de la
firmeza y la serenidad. Sobre la mano izquierda logró dos tandas en las
que estaban reunidos el relajo, el temple y el celo del toro. Muy
buenas. Sobre el derecho el toro pesaba más, pero también sobre esa mano
aplicó el torero la sencillez solo aparente del citar y ligar pulcro y
lo más abajo posible. La oreja, despúes de una estocada efectiva, era
valiosa. Como lo había sido su firmeza delante del primero, un 'Osado'
que no permitía alegrías y con el que dejó una tanda final que era
ejemplo de su toreo. Sin más.
Víctor Barrio llegaba a Madrid en
una tesitura diferente. Novillero con ambientazo, vivió ya en el
escalafón de arriba un frenazo en sus expectativas. Se ha ganado la
inclusión en los carteles de Las Ventas con los
aldabonazos que ha dado allí donde le han dejado. Se le vio con ganas de
demostrar muchas cosas, aunque el primero de su lote, tercero de la
tarde, le dijo tempranamente que no iba a ser: en una caída extraña al
comienzo de la faena, el jabonero serio perdió pujanza y vida. Era
imposible y lo pasaportó Barrio con habilidad. El sexto
dio tres o cuatro vueltas al ruedo, barbeando tablas, nada más salir.
Era un toro fuerte y serio que hizo el caos en varas con sus idas y
venidas. Pero el novillero segoviano no tuvo duda de que iba a embestir,
porque sin duda se puso a torearlo sobre la mano derecha. En la
distsncia corta, vertical la planta y ubicua la muleta para que el toro
no viese nada más que rojo. Así una, dos, tres y hasta cuatro tandas de
inteligencia serena y valor con despaciosidad. La carne de una faena
para la que se pidió la oreja, es verdad que sin ímpetu mayoritario, y
al final quedó en vuelta al ruedo. Lo mejor es que siguen vivas las
ganas por verle, y se le verá.
Otro 'sentido' de la tarde era la presencia de Pepe Moral.
El sevillano, en cambio, se estrelló contra el sinsentido de un lote
desprovisto de transmisión, recorrido y raza, ya que ninguna de las tres
cosas tuvieron el segundo ni el quinto, otras dos 'seriedades' de una
corrida seria sin ser amedrentadora. Moral lo intentó con lo que tuvo y
acertó a mostrar, en los escasos pasajes en los que le dejaron, el vuelo
especial que adquiere la muleta cuando está en su mano izquierda. Esa
zurda que le ha dado sentido a algunas de sus tardes. Ésta no pudo ser,
pero si el sentido se mantiene, será.
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