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viernes, 17 de abril de 2015

LA CRÓNICA DE SEVILLA: La oreja de la fe entre la mansedumbre

Toros de Montalvo para Manuel Jesús El Cid, Pepe Moral y Daniel Luque

 
MARCO A. HIERRO

Montalvo rompía la sevillanía acrisolada del cartel de la tercera de feria, donde hacían el paseíllo El Cid, Pepe Moral y Daniel Luque.

Humilló el Fiado primero con voluntad de tomar la tela y con cierta calidad en las verónicas de El Cid, que remató con una media a la cadera muy del gusto sevillano. También lo fueron las verónicas de quite, que respondió Luque por el mismo palo. Mucha bonda sacó el toro en banderillas, con dos grandes pares por los que tuvo que desmonterarse Alcalareño. Lástima de la voltereta que se pegó el animal en el inicio de muleta, que le hizo afligirse y perder parte del buen son demostrado hasta entonces, descomponiendo un punto sus arrancadas. Aún así volaron limpios los muletazos, molestados por ese defecto de descomponer el viaje, que dejó el trasteo en aseado y pulcro.

El cuarto sí que humilló, pero tanto que hincó los pitones por dos veces en el suelo tras el largo saludo a la verónica de El Cid. El colorao sobrero salió de chiqueros sin emoción, suelto en los percales y sin voluntad de pelea, levantando las protestas del público. Manseó luego en banderillas, saliendo desentendido de los embroques. Manso de libro el de Montalvo, intentó El Cid aprovecharle la huida hacia adelante para meterlo en la muleta sin dejarle el trapo, pero ni para eso tenía posibilidad el animal. Tiró de oficio el sevillano para ofrecerle lidia de manso, luciendo, eso sí, los pectorales por su condición pasadora y sosa que hasta le permitió rematar alguna serie limpia. No fue suficiente, sin embargo, para lograr el triunfo. Máxime con el fallo a espadas.
El segundo trajo kilos de Salamanca, pero también emoción en la embestida, codicia y raza para transmitir mucho en las verónicas de encaje acusado de Daniel Luque, que las repitió en el quite tras el gran tercio de varas de Juan Francisco Peña. Rebozó las embestidas en los quites el animal, pero llegó a la muleta con un exceso de empleo que acusó pronto. Tuvo que buscarle Luque la altura perfecta para evitar tanta entrega, pero entonces mermó la calidad también, hasta terminar con una pasada deslucida y a media altura que le hizo parecer otro toro. Tras una estocada terminó en silencio el esperanzador trasteo.


Tuvo cierta codicia el quinto a la hora de coger el capote en el largo saludo que inició Daniel Luque con las dos rodillas en tierra. Pero se le acabó pronto la gana de desplazarse al animal, y la cambió por el afan de aplomarse, meter los pitones en la arena y acudir sin emoción a los cites cuando le pareció bien. Tampoco en la muleta quiso entregarse, y remoloneó cada cite para no acudir, desluciendo las arrancadas cuando no le dejó Luque más remedio que venirse. Tuvo el sevillano voluntad para meterle mano, colocarse cerca y extraerle las embestidas casi a regañadientes. Tuvo, además, el gusto para componer la figura y tratar de que fuera al menos estético el trasteo, pero no fue posible que llegase el triunfo.


Dibujó mejor Pepe Moral las verónicas al primero, que blandeó después de la pelea en varas, que tampoco fue boyante. De la misma ganadería era el sobrero, que se fue detrás del percal con menos ritmo, pero al que recibió Moral siempre ganando el paso y trazando con pureza. La misma que quiso imprimir después con la muleta, encajándose siempre y ofreciendo la panza a la llegada cansina y sin franqueza del animal, al que le faltó transmisión para que le sirviera al sevillano. Por abajo le tiró después Pepe los naturales, que volaron con buen trazo hasta que decidió regalarle derrotes y protestas el cuatreño, desluciendo el trasteo.

El sexto fue arrastrando su falta de fuerza desde que salió de chiqueros, pero no se conviertió en el tercer toro devuelto de la corrida de Montalvo. Salió ahí, cuando tocaron a muerte, el toreo puro y profundo de un Pepe Moral que supo verle la virtud de repetir cuando se la dejaban muy plana y de irse largo cuando le templaban los trazos. Lo hizo a la perfección el sevillano, que supo trazarle muy despacio a la huida del castaño, con mucho valor para aguantar a pie firme sus miradas hacia adentro. Despejado de mente y liberado de cuerpo el sevillano, ofreció una lección de voluntad ante el manso, dejando una estocada fenomenal y paseando una oreja que reconocía su gran mérito.

FICHA DEL FESTEJO
Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Tercera de la Feria de Abril. Media entrada en los tendidos.
Toros de Montalvo, de buena hechura y buena presencia. Noble y enclasado el primero hasta dañarse; enclasado sin fondo y muy a menos el segundo; devuelto el tercero por inválido; cansino y deslucido el tercero bis; devuelto el cuarto por inválido; manso y desentendido el cuarto bis; deslucido y soso el quinto; manso y deslucido el sexto.


El Cid (marino y oro): palmas y silencio.
Daniel Luque (verde botella y oro): silencio y silencio.

Pepe Moral (palo de rosa y oro): silencio y oreja.

FOTOS: Arjona/Pagés

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