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martes, 12 de mayo de 2015

Alejandro Talavante: «Me da mucha vergüenza aburrir al personal»

En esa «honestidad brutal» tan Calamaro, Alejandro Talavante pone también música de Sabina y no miente si dice que por ella daría la vida entera. ¿Ella? Pongamos que hablo de Madrid...

-¿Es la plaza que más le llena?

-Hay muchas plazas en las que me siento a gusto, pero me gusta torear en Madrid. Quizá sea la plaza que saque lo mejor de mí en muchos sentidos, tanto artísticamente como en cuestión de entrega. Siempre me ha entendido, y yo más o menos la he entendido a ella. Ha existido esa reciprocidad, por parte de la plaza primero y después del torero, que se siente especial ahí y quiere dar un plus más.

-¿Qué cree que le ha llevado a conectar así con la capital del toreo?

-Imagino que la suerte, pues lo veía muy difícil y casi inalcanzable, porque es una plaza que históricamente no ha sido fácil para todos los toreros. No pensaba caer tan bien desde el primer día.

-Ha vivido glorias y fracasos, pero siempre ha regresado a la arena de la batalla.
 
-No deja de ser una guerra a mi estilo. Cada uno torea como es. Aunque ha sido una plaza donde he triunfado, he fracasado también, sobre todo un par de veces... Pero los fracasos, al igual que los triunfos, son distintos en cada torero. Tú puedes poner muchas ganas en el regreso a una plaza en la que has fracasado, pero, si en ese momento no tienes dentro lo que esa plaza espera de ti, es complicado que se le dé la vuelta.
-¿Le falta paciencia a Las Ventas?

-Creo que es una plaza flexible a la hora de ver cómo está un torero, pero no es paciente, no aguanta mucho tiempo si no está bien. En Madrid son fundamentales los inicios de faena a los toros; ahí marcas la entrega y la forma de cómo quieres hacer las cosas. Lo decía mucho el maestro Antoñete y cada vez le doy más valor.

-Cuando se entrena, ¿piensa en toda la temporada o en San Isidro?

-Me pasa al revés: a mí me gustaría mostrarme toda la temporada como estoy en Madrid. En los entrenamientos, sobre todo los que entrenamos solos y no tenemos ningún banderillero que nos embista, pues me parece una putada poner a un hombre a embestirle a otro, hay que echarle mucha imaginación. En esa imaginación influyen muchas cosas: tanto recuerdos como cosas futuras que se puedan dar, y muchos de esos sueños van encarados a Madrid.

-Pues dicen que el mundo se confabula a favor de los soñadores..

-El sueño te puede llevar a poder torear como habías imaginado. A pesar de estar triunfando, no es fácil hallar el punto que esperas de ti mismo.

-Se canta y se habla de su fantasía, de su creatividad.

-Aunque no lo consiga siempre... Pero me da mucha vergüenza aburrir al personal. 

-¿Alguna vez ha hecho en el ruedo algo no ensayado?

-No, el toreo requiere un conocimiento, aunque se pueden dar circunstancias especiales en suertes que ya conoces y dominas. Las cosas que hago las hacían toreros de antes con otro tipo de embestidas, que a lo mejor eran más difíciles y ellos tenían que aprovecharlas y estar graciosos con lo que había.
-¿Ve vídeos antiguos?

-Sí. Mire, yo hasta hace relativamente poco creía que el toreo moderno era el más perfecto. Y puede ser más limpio, pero últimamente me atrae mucho la forma de hacer la suerte de aquellos que sentaron las bases del toreo. Antes veía un vídeo antiguo y valoraba el arte, la compostura; ahora valoro una intención donde aparece eso que llaman técnica o conocimiento de la profesión, que me emociona mucho. Aunque la gente no haya coincidido en el tiempo, cuando lo ve, le seduce igualmente. 

-¿Qué toreros antiguos le atraen?

-Casi todos decimos los mismos y todos podemos verlos en vídeo. Lo complicado es entenderlos, estudiarlos. Pepín Martín Váquez y Rafael Ortega tienen cosas de toreros que admiro. Claro, luego hay que remontarse a Belmonte, a la lidia de ese tiempo... Esa forma de cruzarse y ofrecer el pecho, para torear puro y de verdad con un trapillo, no con estas muletas de ahora, es muy emocionante. Me gusta ese concepto de poderle dar ventaja al toro.

-¿Más belmontista que gallista?

-Depende. Admiro también el toreo en movimiento. Yo creo que ahora mismo le dices a cualquier chaval que se quede quieto y pega cinco estatuarios, pero planteas torear por abajo a dos manos y nos perdemos todos. 

El humo del pitillo envuelve su rostro embebido en el toreo. Habla con temple. Sin prisas. Anda despacito en la conversación. Como se torea. Antes hemos visitado la placita de tientas, que no es placita, sino una señora plaza. Manolete preside la chimenea del salón. 

«Es que era muy bueno. Me acuerdo cuando de joven me preguntaban quién era mi torero favorito, y yo decía Manolete, porque su simple historia impacta sin verlo torear. Y luego lo ves y tiene un sentido del toreo, ofreciéndole unas ventajas a los toros, que me parece brutal para aquella época, con las enfermerías que había, con el riesgo que entrañaba que te cogiera un toro... Y esa forma de andar, esa personalidad y ese aire que daba en la calle y que es ahora tan difícil de tener».
-Escribamos 13-M.

-¡Mi primera fecha! No miento si digo que es una plaza en la que yo personalmente pienso todo el año. Lo afronto con la tranquilidad de saber que me presiono lo suficiente para llegar como me gustaría. Sin esa presión, sin esa olla que se te forma en la cabeza los días antes, es muy difícil que tomes conciencia de lo que significa torear en Madrid. 

-¿Estar voluntarioso es un insulto para un artista?

-No me gusta y me veo ridículo, y la gente me lo notaría, porque en el momento en que veo que algo no lleva camino y me pongo insistente, lo transmito. Igual que transmito cuando estoy bien. Una de las mayores cosas por las que sufre un torero es por no ser capaz de saber por qué no ha pasado nada.

-¿Satisfecho al cien por cien alguna tarde?

-Da vértigo y se pasa en cuanto la superas. Yo veo faenas de hace dos años que en su momento me dejaron satisfecho y me pido más. O me pido menos, depende...
-Cuando las palmas y la gargantas de la afición se rompen, ¿también se resquebraja el alma del torero? 

-Sí, y estás condenado a padecer el gusto de esa sensación de por vida. Aunque luego da miedo pensar en el día en que no pueda torear y solo pueda imaginar lo que he hecho y lo que no.
Talavante, con una preciosa fotografía enfrente de uno de sus hijos, enfoca ahora la mirada hacia el campo, hacia la finca que condensa orejas y sangre, pero sobre todo emociones. En su refugio extremeño, en la frontera con Portugal, y a pocos kilómetros de su casa familiar de Badajoz, transcurre la mayor parte de su vida. Le gusta la soledad. «No hay nada que me llene más que torear. Mientras esté toreando, tengo clara cuál es mi prioridad. Nací para esto y es con lo que más sufro y con lo que más disfruto». 

-En su día a día, ¿pasa más tiempo pensando o entrenando?

-Entreno a mi manera, no sé si es mucho o poco. Desde novillero sigo un sistema: procuro tener siempre el toreo en la cabeza. Me genera mucha incertidumbre el hecho de entrenar y una vez que termino desconectar. Siempre se dijo que había que ser torero dentro y fuera de la plaza.

-Sevilla no pudo ser o no fue. ¿Qué siente? 

-Me hago a la idea de que Sevilla es algo en lo que de momento no se puede pensar, aunque dé rabia porque como torero tienes sentimientos. Acertada o equivocada, es la decisión que he tomado. 

-¿Nota algún cambio tras dejar a Curro Vázquez y ser apoderado por la FIT?

-Yo estaba bien con Curro, pero sabía que tenía una opción mejor y me convenció. Soy muy raro, porque las cosas nuevas me ilusionan, igual que me ilusionó Curro. Y de momento estoy muy contento, porque estoy plenamente dedicado a mi forma de torear y creo que mis partidarios lo van a agradecer.

«Esas tardes que ni fu ni fa me doy asco»

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