Salvo en ese toro, que permite el lucimiento de Juan del
Álamo, los demás exigen una lidia no fácil, a la que no están
acostumbrados ahora los diestros ni el público.
Javier Castaño
ha tenido la inteligencia de apostar por el espectáculo total, con una
gran cuadrilla (que llegó a dar la vuelta al ruedo en San Isidro: un
hecho insólito). Este año, sorprende que haya salido de ella David
Adalid pero le sustituye otro buen torero de plata, Ángel Otero. El
primer toro da mejor juego en el caballo que en capote y muleta. Se luce
con los palos Fernando Sánchez. El toro es complicado, se quiere ir.
Aguanta Castaño arreones; algunos derechazos tienen emoción pero no
consigue brillo y tarda en matar. El cuarto empuja con fuerza al
caballo, aguanta Tito Sandoval con gran mérito pero acaba siendo
derribado. Tardan demasiado en levantar al caballo. Saludan en
banderillas Otero y Sánchez. En la muleta, el toro es difícil, Castaño
no logra dominarlo; con la espada dentro, huye a chiqueros y casi lo
coge, al intentar descabellar.
No olvidará fácilmente Paco Ureña
el gran toro «Agitador», de Fuente Ymbro, al que no cortó las orejas.
Esta tarde, intenta remediar ese fallo. El segundo, fuerte, casi no le
deja ni brindar. Sufre una seria voltereta, pasa momentos de apuro. Está
valiente pero no logra resolver las dificultades y mata caído. (Pasa a
la enfermería, donde le atienden de dos puntazos en las piernas, de
pronóstico leve). Vuelve para actuar en último lugar, corriendo el
turno. El toro es manejable pero flaquea. Ureña pone voluntad, cae en la
cara de la res, pasa momentos de angustia, con los pitones en la cara.
Juan del Álamo
cortó un trofeo y recibió un fuerte pitonazo en el pecho, en la primera
de San Isidro. Le toca hoy el tercero, el único bueno de verdad, que va
largo y noble. Se luce en lentas verónicas. El comienzo es prometedor,
con muletazos ligados, en series cortas pero con emoción. La faena va a
menos. Escucho a un vecino: «Está tan indeciso como un votante, hoy en
día». Mata caído. (Cuando eso sucede, no se deben hacer gestos
triunfales). Su segundo, lidiado en quinto lugar, tiene cinco años y
medio, es el que roza los 700 kilos. El diestro está decidido, le saca
algún natural pero el toro se para por completo. Lo caza con habilidad.
Ha hecho una buena Feria.
La lidia siempre es imprescindible; mucho más, como esta
tarde, cuando los toros tienen casta y dificultades. Así ha sido toda la
vida la Tauromaquia, antes de que se inventaran los toros que «se
dejan».
Postdata.
«Ahora mismo se pegan pases mejor que nunca, con una gran perfección,
pero ahora no se sabe torear, no se torea bien. Porque torear no es
pegar naturales y derechazos. El toro es una fiera que sale de los
chiqueros y necesita unas normas, una lidia, para prepararlo para la
muerte. Y, según las condiciones del toro, puede ser la labor lucida o,
simplemente, eficaz, que tampoco está mal... En los toros de hoy falta
la lidia.»
Lo ha escrito un torero tan educado y respetuoso como Joaquín Bernadó.
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