Un Gonzalo Caballero que pide a gritos la alternativa planta cara al sistema para salir con el alma libre por la puerta de la enfermería
JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
La verdad es lo que hace libre a un torero. La verdad fue lo que llevó a un Gonzalo Caballero que veía despedirse de Madrid sin tocar pelo a tirar en un arrojo de pundonor la muleta de la vida y plantar cara a la misma muerte en una estocada. La verdad fue lo que llevó a un tío lleno y limpio de ideas a la par a ganarse a sangre y fuego las perras de un tieso que vino a Madrid con alma de guerrero. Esa fue la verdad de un novillero que ha plantado cara a un sistema que no lo quiere porque los protestones no cuentan, porque los arrebatos no valen ya una firma veraniega y porque aquí, el que habla, es el malísimo de una película en la que tira a la cuneta a los que dicen basta.
Vino a callar bocas Caballero y dijo que sus cojones valen más que una vuelta al ruedo. Vino a decir que para palmas, las de su Atleti, no las suyas. Vino a mecer los naturales menos limpios pero más verdaderos que ha visto Madrid en todo el año y vino a hacerle frente a una justicia crispada que es la que lo despreció cuando recogía su oreja. A eso le plantó cara Gonzalo Caballero: a la realidad de una verdad independiente que es la que ha defendido durante toda su carrera. Tenía el cuerpo dormido y el alma despierta cuando miró a aquellos que pitaban el arrojo material de un torero que buscó la eternidad de Alcalá y la encontró a medias. Pitaban una faena que tuvo más corazón que estructura, por eso no merecía la oreja para aquellos que pitaban a un novillero que plantó cara a ese sistema que les llena la boca en los mentideros pero que en la realidad misma de la vida no saben valorar. Eso pitaban.
Fue la faena del primero la de un gladiador que, limpio de ideas, se rompió por derechazos ya en el inicio muleteril antes de que se quedara corto por un pitón zurdo al que debió aguantarle los embroques. Permanecía Madrid gélido cuando le buscó las vueltas por naturales diestros a un novillo con su sien rozando la seda de Gonzalo. Fueron las bernadinas finales las que hicieron pedir un trofeo que no llegaría hasta el cuarto, ese novillo en el que su entrepierna mandó. Aquel tranco mediocre del animal se topó con los personalísimos pases de pecho de Caballero, citando de frente y con el mentón donde empieza la vida, que fueron broches finales de cinco tandas que no dictaron sentencia orejil. La dictó aquella estocada sin muleta que lanzó al cielo la gloria de un torero maltratado por el sistema al que hoy tuvo que hacer frente.
Regusto estético rubricó el malagueño Fernando Rey en el inicio muleteril del segundo. Fue un novillo que sacó la chispa gracias a una magistral lidia de Joselito Rus, cuidando toques y tiempos para embarcar un tranco que pedía serenidad exigente. Justo la que le dio el jiennense. Brindó a la vida que don Máximo le devolvió en Moralzarzal allá por el mes de septiembre para sellar, segundos más tarde, quizás los naturales de mejor trazo que Madrid haya visto en mucho tiempo. Aquella limpieza en toques, aquel y aquel pulso en el alma de Fernando se rebozaron ante un novillo al que pudo a base de tragarle a zurdas. No lo hizo ante un quinto para entender y con el que tiró de sentimiento aparcando la lógica estructural de una faena para aficionados.
Fue el cierraplaza el novillo más completo ante un Espada al que Madrid esperaba como hace un año. Entonces se rompió por los naturales que hoy no le vio al noblón sexto de El Parralejo. Tiene el de Fuenlabrada el papelón de levantar una actuación a menos en su segunda tarde en Feria. Lleva por bandera el nombre de una empresa que ha apostado por él, a pesar de no enjaretar la faena de un sexto del que sacó derechazos limpios en tandas que no tuvieron final. Antes, su capote se gustó a la espalda. Pero para entonces Madrid ya se había decantado, aunque a medias, por un Caballero que decidió no tragar a ese mismo sistema que lo ha querido tirar por la borda.
Fue Caballero el que destapó esa misma libertad que hace veinte siglos llevó a aquel que tomaban por profeta a la misma muerte. Proclamó el nazareno que la verdad hace libre al ser humano. Hoy Caballero profetizó con el valor de su verdad plantándole cara a un sistema que ha preferido cargárselo a meterlo entre figuras. Por eso, porque se desahogó con su verdad, salió con el alma libre por la puerta de la enfermería.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros de las Ventas, dos tercios de entrada. Tarde calurosa.
Novillos de El Parralejo, bien presentados. Nobles pero de escasa raza y fondo. Mejores primero y segundo. Noble a menos el bonachón sexto.
Gonzalo Caballero, de blanco y plata, ovación tras petición y oreja.
Fernando Rey, de blanco y plata, ovación y silencio.
Francisco José Espada, de azul rey y oro, silencio y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
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