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lunes, 22 de junio de 2015

Los toros, cuestión de libertad

El actual clima político plantea graves interrogantes para la convivencia democrática de los españoles; también, para la tauromaquia. Es menos importante, desde luego, pero también tiene su trascendencia. Sin ninguna retórica, conviene no olvidar diez hechos concretos.
 
El error de base: identificar la Tauromaquia con una imaginada derecha casposa, reaccionaria, fascista... Es algo totalmente falso, la historia lo demuestra. Los toros forman parte de la cultura del pueblo español, de cualquier signo político.

Los valores. Si no nos ciega la ignorancia o el sectarismo, no cabe negar que la Tauromaquia posee indudables valores -que se han cuantificado- en los terrenos ecológicos, económicos, laborales y turísticos. Y, por supuesto, valores culturales: el toro bravo es seña de identidad cultural de España en el mundo.

Un ejemplo. En Huesca, un candidato a alcalde promete acabar con los toros «paulatinamente». (¿Qué quiere decir eso? El lector de Galdós sonríe, recordando a Estupiñá). Ha usado la Fiesta como moneda de cambio para poder acceder a la alcaldía: lo único que le importa, sea bueno o malo para su ciudad.

La deriva del PSOE. Muchos socialistas han sido y son aficionados a los toros. ¿Qué opinarán ante lo que ahora estamos viendo? La Unión de Criadores de Toros de Lidia, en un documento, ha calificado de «deplorable» la actitud del PSOE. Les engañó Pedro Sánchez cuando les prometió su máximo respeto por la Fiesta. Igual que ha engañado a muchos socialistas al aliarse con los independentistas -como ya hizo Zapatero- y, luego, con los populistas. La historia les juzgará.

Estrategias. La prohibición directa da mala imagen (salvo en algunos lugares, envenenados de antiespañolismo) pero caben muchas estrategias: negar apoyos a las Escuelas Taurinas; sustituir las corridas por otros espectáculos, en las fiestas populares; denunciar los actuales contratos en las Plazas de propiedad pública; extremar el rigor en las revisiones técnicas... 

Las grandes ferias. De momento, la Fiesta no corre grave riesgo en las Ferias de las grandes ciudades: Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao. Hasta en San Sebastián se ha comprobado el error de Bildu, al suprimir los toros en la Semana Grande. En Pamplona, el intento de reducir San Fermín a encierros, sin corridas, daría lugar a un grave conflicto popular.

Los perjudicados. Los ataques antitaurinos afectarían a muchas ciudades. Ya se habla de Huesca, Palma de Mallorca, La Coruña, Ciudad Real, Tudela, Sarria... Y, sobre todo, a muchísimos pueblos de toda España, que han celebrado siempre sus fiestas con festejos taurinos. Si a eso se une la asfixia económica de las Escuelas Taurinas, en unos años, se habrá arrancado la raíz popular de la Fiesta. (Ya hemos comprobado el éxito de estas estrategias, en algunas políticas educativas y lingüísticas).
La única defensa: la creación de un organismo unitario, que agrupe a los profesionales y aficionados, en defensa de sus derechos. Tendría que tener medios económicos para defenderse con solvencia ante todos los ataques que la Fiesta va a sufrir. ¿Se va a hacer? No lo creo.

Un mensaje a la sociedad. Buena parte de nuestra sociedad se ha desvinculado de los toros. Para garantizar su futuro, es necesaria una gran campaña de comunicación, que informe adecuadamente sobre los valores de la Tauromaquia.

Libertad. En definitiva, es una cuestión de libertad: no imponer a nadie esa afición pero sí respetar el derecho de los que la sienten. Las leyes españolas ya han comenzado a proteger ese derecho (aunque en Cataluña se niegue). Falta llevarlo a la práctica.

La conclusión es indiscutible: libertad para ir o para no ir a los toros. Que cada español pueda decidirlo libremente.

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