El error de base:
identificar la Tauromaquia con una imaginada derecha casposa,
reaccionaria, fascista... Es algo totalmente falso, la historia lo
demuestra. Los toros forman parte de la cultura del pueblo español, de
cualquier signo político.
Los valores. Si
no nos ciega la ignorancia o el sectarismo, no cabe negar que la
Tauromaquia posee indudables valores -que se han cuantificado- en los
terrenos ecológicos, económicos, laborales y turísticos. Y, por
supuesto, valores culturales: el toro bravo es seña de identidad
cultural de España en el mundo.
Un ejemplo. En
Huesca, un candidato a alcalde promete acabar con los toros
«paulatinamente». (¿Qué quiere decir eso? El lector de Galdós sonríe,
recordando a Estupiñá). Ha usado la Fiesta como moneda de cambio para
poder acceder a la alcaldía: lo único que le importa, sea bueno o malo
para su ciudad.
La deriva del PSOE. Muchos
socialistas han sido y son aficionados a los toros. ¿Qué opinarán ante
lo que ahora estamos viendo? La Unión de Criadores de Toros de Lidia, en
un documento, ha calificado de «deplorable» la actitud del PSOE.
Les engañó Pedro Sánchez cuando les prometió su máximo respeto por la
Fiesta. Igual que ha engañado a muchos socialistas al aliarse con los
independentistas -como ya hizo Zapatero- y, luego, con los populistas.
La historia les juzgará.
Estrategias. La
prohibición directa da mala imagen (salvo en algunos lugares,
envenenados de antiespañolismo) pero caben muchas estrategias: negar
apoyos a las Escuelas Taurinas; sustituir las corridas por otros
espectáculos, en las fiestas populares; denunciar los actuales contratos
en las Plazas de propiedad pública; extremar el rigor en las revisiones
técnicas...
Las grandes ferias. De
momento, la Fiesta no corre grave riesgo en las Ferias de las grandes
ciudades: Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao. Hasta en San Sebastián se
ha comprobado el error de Bildu, al suprimir los toros en la Semana
Grande. En Pamplona, el intento de reducir San Fermín a encierros, sin
corridas, daría lugar a un grave conflicto popular.
Los perjudicados. Los
ataques antitaurinos afectarían a muchas ciudades. Ya se habla de
Huesca, Palma de Mallorca, La Coruña, Ciudad Real, Tudela, Sarria... Y,
sobre todo, a muchísimos pueblos de toda España, que han celebrado
siempre sus fiestas con festejos taurinos. Si a eso se une la asfixia
económica de las Escuelas Taurinas, en unos años, se habrá arrancado la
raíz popular de la Fiesta. (Ya hemos comprobado el éxito de estas
estrategias, en algunas políticas educativas y lingüísticas).
La única defensa:
la creación de un organismo unitario, que agrupe a los profesionales y
aficionados, en defensa de sus derechos. Tendría que tener medios
económicos para defenderse con solvencia ante todos los ataques que la
Fiesta va a sufrir. ¿Se va a hacer? No lo creo.
Un mensaje a la sociedad.
Buena parte de nuestra sociedad se ha desvinculado de los toros. Para
garantizar su futuro, es necesaria una gran campaña de comunicación, que
informe adecuadamente sobre los valores de la Tauromaquia.
Libertad. En definitiva, es una cuestión de libertad:
no imponer a nadie esa afición pero sí respetar el derecho de los que
la sienten. Las leyes españolas ya han comenzado a proteger ese derecho
(aunque en Cataluña se niegue). Falta llevarlo a la práctica.
La conclusión es indiscutible: libertad para ir o para no ir a los toros. Que cada español pueda decidirlo libremente.
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