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lunes, 20 de julio de 2015

LA CRÓNICA DE SANTANDER: Las minas del oro español

Roca Rey, rotundo, sale en hombros en una novillada de seis que puso en escena la salud del futuro del escalafón superior

 Las minas del oro español
MARCO A. HIERRO

Durante siglos sufragaron los desmanes de cuantos reyes llegaron al trono español para dilapidar en cacerías y festines lo que necesitaban para gobernar un imperio. Las minas del oro español, que se escondían en las entrañas de la nueva América, sustentaban los pegamentos de un imperio de fachada que se vino abajo por no hacer caso al grito cuando llegaba el lobo. Como ocurre en el toro, pero así es la vida.

Porque se encargó una tarde en Santander de reafirmar que hay futuro si se cuida el presente, que ya no podemos permitirnos perder ninguna generación más y que esta -que no hay otra- tiene mimbres para preparar cualquier relevo llegado el caso. Y a la cabeza, como con aquellas minas que nos dieron abundancia, emerge una pepita que nos llega del Perú y que hay que buscarlo a ras de suelo de hundido y asentado que echa raíces ante el toro.

Fue de Roca Rey esta tarde de Santiago en que reventó Cuatro Caminos. Fue suya por esperar hasta el final viendo a los compañeros enseñar virtudes y apretar los dientes perpetrando su asalto al trono. Fue suya por derramar seguridad con las telas, sabiduría con la cabeza y valor con los miembros. Porque sabe Roca Rey que en este rito no habrá poso si no ha habido primero entrega. Lo tiene claro el peruano, que le pega pases a una mesa si se la echan por chiqueros, pero sabe aplicarle soluciones al bicho antes de ofrecerle trapo. Al de hoy -con uno le valió para lograr su objetivo- lo mantuvo en los terrenos hasta que se rajó, buscó con sabiduría siempre el mejor pitón para el siguiente muletazo, se enterró en la arena y supo, sin embargo, ligar las tandas con un grácil giro de talones. Fue todo seguridad Roca Rey, que se tiró a fuego en el morrillo para enterrar el acero mientras se llevaba otra voltereta. Fue oro Andrés para el imperio que lucha contra los que niegan la libertad. Fue oro porque fue futuro.

Lo fueron también otros cuatro novilleros que se rompen la madre a codazos por anunciarse en las ferias y exponen sus argumentos en ellas porque son, de todo el escalafón, los de mayor personalidad. Es oro la suavidad templada de Álvaro Lorenzo, que nunca deja un desaire fuera de lugar ni se descompone con una protesta del bovino que le toque. Disfruta, además, el toledano manejando los percales para sentir en las palmas cómo le brota el toreo. Grácil y etéreo su toreo; recio y sobrio el de Alejandro Marcos, que sabe lidiar y conoce el oficio, pero tiene, sobre todo, sello propio para torear. Serenidad y aplomo tuvo el charro para echarle el trapo como si fuera bueno y buscar el sitio sin descomponerse ante la descompuesta arrancada. Terminó haciéndose con la voluntad del utrero a base de consentirlo con mucho sentido de la lidia, y hasta pegando muletazos largos y bien pulsados con la mano diestra. Ambos cortaron una oreja que es oro de la mina española.

Ni Ginés Marín ni Varea tocaron pelo en Santiago, pero no necesitaron despojo alguno para exponer argumentos. Parsimonioso Marín en el toreo fundamental, supo esperar la llegada dormida y conducirla con gobierno cosiendo el belfo a los flecos, alargando así las embestidas. Siempre con la colocación en la cabeza y en los pies, saboreó, más que trazó, los naturales de uno en uno ante la noblona embestida sin chispa. Tuvo que tirar de paciencia y de oficio Varea para encontrarle la altura correcta a un animal que acusaba la exigencia por su nula raza, y debía contenerse el levantino para no reventarlo la calidad humillada y dosificar la duración. Hubo naturales muy estimables, pero sin hilazón ni ritmo para que rompiese el tendido. No manejó el acero con diligencia el extremeño ni encontró enemigo el levantino, pero ambos tienen poso y tienen sello para convertirse en oro.

Sello tiene también Ruiz Muñoz, que es distinto de cualquiera, pero no siempre para bien. Es complicado templar los toros con una muleta tan chica como la que usaba el Faraón, por eso debe entender que debe andar su camino con los zapatos propios y no con los que hicieron mito a uno que lo hubiera sido aunque naciese patizambo. Tiene sello Ruiz Muñoz, dicho está, pero también le falta cuerpo a cuanto quiere proponer en el ruedo. Cuando se acerquen los dos argumentos -es joven para que eso suceda- también tendrá la opción de convertirse en oro.

De momento llegó del Perú el brillo más caro, y no es la primera vez este curso. Porque llama la atención a gritos el rotundo Roca Rey, pero debe esperanzar al tendido ver que todavía producen las minas del oro español.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Cuatro Caminos, Santander. Feria de Santiago, segunda de abono. Más de media plaza en los tendidos.

Novillos de El Freixo, correctos de presencia pero desiguales de hechura y tipo. Flojo de fuerza y raza, de buena calidad el castaño primero; noble y desrazado el segundo; de calidad humillada sin raza para soportarla el tercero; deslucido y bruto el informal cuarto; codicioso y con transmisión el quinto; de emotiva arrancada hasta rajarse el sexto.

Álvaro Lorenzo (grana y oro): Oreja
Ginés Marín(Gris perla y plata): Silencio tras aviso
Varea (verde botella y oro): Ovación
Alejandro Marcos (corinto y oro): Oreja
José Ruiz Muñoz (marino y oro): Silencio
Andrés Roca Rey (caña y oro): dos orejas.

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