El murciano se gana la puerta grande con el mejor lote de una complicada corrida
andrés amorós
El cartel lo componen tres diestros que no torean mucho:
esta temporada, Paco Ureña, cinco corridas; Paulita, dos; el navarro
Francisco Marco, creo que ninguna: lleva 15 años seguidos, en San
Fermín. Poco bagaje para lidiar estos toros. [Así lo hemos contado]
Comienza la tarde con mala suerte: el primero, serio y bien armado, se lastima, al rematar en el burladero. Recibe Francisco Marco
con una larga de rodillas al sobrero. Brinda a Sergio Sánchez, que,
este año, cumple los veinticinco como matador y comparte, con él, el oficio de doblador.
El toro tiene cierta nobleza por la derecha, es muy complicado por el
otro lado. Lo lidia con dignidad y acierta con la espada, pero no con el
descabello. (No tiene sentido que piten a un paisano en una suerte tan
secundaria como es el descabello. Me temo que eso responde a la actual moda sensiblera de exigir que el toro caiga enseguida, sea como sea).
En el cuarto, la gran incógnita:
¿qué comportamiento va a tener ese toro que no quiso correr el
encierro, con sus hermanos? ¿Será manso, evitará la pelea, o venderá
cara su vida, en una lucha franca? Es abierto de pitones, asaltillado;
cumple en varas. Parecía que iba a tener cierta nobleza pero se orienta enseguida,
por los dos lados, y la faena, muy corta, no puede remontar. Vuelve a
matar Marco con habilidad. El «Curioso» no ha sido «impertinente» (como
el de Cervantes): se ha quedado en sorprendente.
El más peligroso
El segundo, astifino, ha sido el más peligroso, en el encierro [Sin corrida no hay encierro]. En la Plaza, también saca muchas complicaciones, busca por los dos lados: una auténtica prenda. Lleva a Paulita
por la calle de la amargura. Logra matarlo con habilidad, a la segunda.
Los mozos no han valorado la dificultad de la res. El quinto, con los
pitones hacia arriba, le permite unos lances con estética pero
luego le desarma, en un arreón. Le pegan mucho, en varas; por eso, en
la muleta, se para. Paulita, quizá influido por el recuerdo del
anterior, no llega a confiarse.
Paco Ureña
recibe con buenas verónicas al tercero, que desmonta al picador, con
peligro, y espera en banderillas, pero sí ofrece posibilidades, en la
muleta. El diestro traza muletazos aceptables pero el toro vuelve
rápido, cuando él no manda lo suficiente. La faena tiene emoción,
el público lo agradece, aunque quede a medias. Consigue una estocada
hasta la mano, algo desprendida: oreja.
Lancea con gusto al último, otro
cárdeno, muy abierto de pitones. Éste sí que saca nobleza y recorrido:
un gran toro. Se dobla bien; logra templados muletazos. Acierta con la
espada: otra oreja y salida en hombros. En los toros –y en la vida– es importante la suerte. Paco Ureña la ha tenido, esta tarde, y ha sabido aprovecharla.
Postdata. La broma es habitual en Pamplona: de la masificación de los Sanfermines tiene la culpa Hemingway;
también, por supuesto, de su fama universal. Su busto está muy cerca de
la puerta principal de la Plaza. Frecuentó la taberna Casa Marceliano,
el restaurante Las Pocholas, los hoteles Quintana y La Perla, los cafés
Iruña y Kutz, el bar Txoko... No todos siguen en pie. En las viejas
fotos, se le ve con sus amigos: Juanito Quintana, Antonio Ordóñez,
Canito, Castillo Puche... En Pamplona, Hemingway fue feliz: aquí le
siguen recordando sus lectores, venidos del mundo entero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario