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domingo, 26 de julio de 2015

Rafaelillo, Escribano y Miura: la gran emoción

Concluye la Feria con los Miuras. Con un buen lote, Rafaelillo pierde la puerta grande por la espada pero se le ve seguro, con oficio, en sazón. Escribano mantiene su cartel de valiente de veras: los dos cortan una oreja. [Así lo contamos en directo, toro a toro]
 
Los Miuras son largos, agalgados, «como un tranvía», aprenden pronto, tienen reacciones imprevisibles. En la desencajonada se comprobó, una vez más: un Miura acometió fieramente a sus hermanos, fue herido en la pelea. «Así es esta gente», me decía don Eduardo. El resultado: una Fiesta que se parece poco a la que vemos tantas tardes, con toros nobles y flojos...

 
efe
Rafaelillo intenta zafarse del toro
 
Rafaelillo recibe al primero a portagayola, repite la larga cambiada; se cae al llevarlo al caballo, sufre un puntazo en el muslo. El toro corta en banderillas. Muletea con valor y conocimiento por la derecha (el lado bueno), empapándolo en el engaño, hasta que el toro aprende, saca peligro: una porfía a la antigua, de mérito. Pierde el trofeo al matar. El tercero acude al caballo de lejos dos veces, en una hermosa suerte de varas. Rafael saborea su nobleza con torería y oficio, logra naturales francamente buenos. Se vuelca en la estocada pero el toro tarda en caer: a pesar del aviso, justa oreja. Vuelve a recibir de rodillas al quinto, muy serio, que va de largo al caballo. Quite lucido del sobresaliente, Víctor Manuel Blázquez. Comienza Rafaelillo de rodillas, liga muletazos lentos, con mando y gusto. El toro es noble pero es un Miura, tiene sus teclas. Se ve al diestro muy seguro, toreando a placer, en una faena medida. Otra vez, pierde trofeos y la puerta grande por la espada. 

 
efe
Escribano, prendido por la chaquetilla

El más peleón

También va a portagayola Escribano en el segundo, devuelto por flojear. Un aficionado saca una pancarta de protesta y la policía se lo lleva. ¿Por qué? No logro entenderlo... Banderillea Manuel al sobrero del Ventorrillo; destaca su habitual tercer par: quebrando, en tablas, saliendo del estribo. Aprovecha las bonancibles embestidas –éste no es un Miura– para ligar templados muletazos, mientras dura el toro. Mata bien a la segunda. El cuarto, «Jerezano», un bonito sardo (negro, blanco y colorado), fue el más peleón: derriba espectacularmente. Se luce Escribano en el quiebro al violín. No es malo el toro pero renquea un poco; en corto, le saca aceptables muletazos, hasta que se raja. Mata con facilidad. 

efe
Rafaelillo, al natural
 
El último es el gigantón de 647 kilos («Tyson», le llaman algunos, en broma). También va esta vez Escribano a portagayola y, sin afligirse, realiza ese par al quiebro, que da miedo verlo. Igual que lo dan dos muletazos cambiados, en el centro. Liga pases variados, sin amilanarse, aunque el toro se apaga. Se justifica con gran valor hasta que es empitonado dramáticamente: con la camisa hecha unos zorros, logra la estocada, la oreja y el respeto del público.

efe
Escribano, en un pase de pecho al sexto
 
Dos auténticos jabatos han lidiado toros auténticos. Con Rafaelillo, Escribano y los Miuras, hemos revivido la gran emoción de esa «hermosa fiesta bravía, de terror y de alegría, de este viejo pueblo fiero»: la fiesta que cantó don Manuel Machado, el gran poeta, cuyo nombre quieren quitar, ahora, de una calle algunos sectarios ignorantes. 

 
efe
Escribano, con la camisa hecha jirones tras el volteretón del sexto

FERIA DE JULIO 
 

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