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viernes, 19 de febrero de 2016

Aquella corrida regia en la que Litri sufrió una cornada mortal


Pese a amputarle una pierna, no pudieron salvar la vida de un torero que falleció hace noventa años 



ABC.ESMadrid

Noventa años han pasado ya de la trágica cogida de Manuel Báez «Litri II» en la plaza de toros de Málaga. Adornadísimo estaba el coso para celebrar la corrida regia, en la que los Reyes fueron recibido con una ovación. No faltaron los marinos franceses, ni el desfile de una sección de Caballería de Regulares.

Todo estaba listo para un cartel que formaban Marcial Lalanda, Litri y Zurito. La desgracia ocurrió en el segundo, al que saludó con verónicas rematadas con un farol. Valentísimo el quite y la réplica de frente por detrás de Marcial. Hora de la muleta: «Litri, al dar el primer pase, es alcanzado, corneado en el muslo derecho y volteado. el bicho cornea nuevamente en el suelo al diestro, que es trasladado conmocionado a la enfermería, viéndose sangrar por el muslo», contaba ABC el 12 de febrero de 1926.

El toro, de la ganadería de Guadalest, se llamaba «Extremeño», berrendo en negro, y se venció por el derecho desde su salida.

A las dos de la madrugada se dio a conocer el parte médico: «Presenta una herida de unos diez centímetros en el triángulo de Scarpa derecho, en dirección hacia el arco cruzal, con gran hemorragia venosa. Previa dilatación de la herida con anestesia, se descubren grandes destrozos musculares y desgarradura con la vena femoral. Muy grave».

El doctor Lazarraga confiaba en que se recuperara pese a la enorme gravedad... Pero... Todo se complicaría. El día 17 se consideró necesario amputarle la pierna para salvarle la vida. Practicaron la operación en el Sanatorio los doctores Lazárraga, Macdonal y Gálvez, dos ayudantes y dos enfermeras alemanas.

Cuando fue consciente de que le habían cortado la pierna, murmuró: «¡Me muero, me muero!»
Y la muerte llegaría dos días después...

El torero pidió un libro

Sus últimos momentos fueron muy duros, con la cuadrilla llorando desconsoladamente y el padre rogando que su hijo viviera. Durante la madrugada, el torero pidió un libro y leyó un buen rato, lo que se estimó un buen síntoma. Pero a las siete de la mañana entró en periodo agónico. «El enfermo conservaba íntegra su lucidez -narra ABC-. Solicitó confesarse. Después pidió ver de nuevo a su padre, a los muchachos de su cuadrilla y a los amígos íntimos que le velaban. Accedióse a ello, y se desarrolló una escena conmovedora. Lloraban todos, menos el enfermo, que no perdió su entereza».
A primera hora de la mañana del 18 de febrero de 1926, el infortunado diestro expiraba.

Con la muerte de Litri desaparecía «una figura del toreo moderno que, con su arte, valor y personal simpatía, había logrado el afecto de los aficionados y la admiración popular». Hijo de torero, nació el 3 de agosto de 1905, en el barrio de San Sebastián, de Huelva.

Había tomado la alternativa en Sevilla el 28 de septiembre de 1924, de manos de Chicuelo. La confirmó en la corrida de la Cruz Roja. Su éxito grande en Madrid llegó en junio del 25: cortó dos orejas. Otras dos logró en la corrida de la Prensa de julio y ganó la Oreja de Oro. «Estre triunfo enorme hizo de Litri el torero de moda, admirado por el público y muy disputado por las empresas, que al poner el nombre del diestro en los carteles veían llenas las plazas».

La temporada de la tragedia había firmado ochenta corridas. Pero llegó la muerte, la noticia en las pizarras de los periódicos. Y los telegramas, como los que el padre, Miguel Báez, cursó al Rey y a Primo de Rivera:

«Mayordomía mayor Palacio. Suplico se digne a comunicar a SS.MM. Reyes que hoy, ocho mañana, dejó de existir mi querido hijo».

«Presidente del Consejo de Ministros. Tengo sentimiento participarle que hoy dejó de existir mi querido hijo, suplicándole ordene gobernador facilite gestiones inmediato traslado Huelva».

Litri encontró la muerte entre las astas de un toro en la plenitud de su vida y su carrera. La sangre derramada. La gloria y la crudeza de la Fiesta.

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