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miércoles, 18 de mayo de 2016

La importancia de Alejandro Talavante

El extremeño corta una oreja a un rajado mansito de Fuente Ymbro en una faena de pulso e inteligencia torera en tablas que reivindica su gran feria San Isidro

Mansa y desclasada corrida de Ricardo Gallardo en otra tarde de "no hay billetes"

Alejandro Talavante en un natural muy personal al sexto de la tarde HEREDIA

Y Curro volvió a Madrid. La causa altruista de colaborar con la Fundación Pequeño Deseo y la no menos noble de la ilusión: allá donde torea Diego Urdiales se acerca el Faraón. Otro llenazo como en los viejos tiempos venteños, pero al calor de Urdiales, Perera y Talavante, que se ha marcado un triplete de "no hay billetes" esta isidrada.

Como los gitanos no quieren felices principios, devolvieron al toro de Fuente Ymbro de disminuidas fuerzas. El largo sobrero de Buenavista portaba cara de bueno y cuello generoso. Fue las dos cosas: bueno y generoso, especialmente por la mano izquierda. No precisamente bien tratado en la brega con un capotazo de látigo que desembocó en duro volatín. No mermó sus facultades. Diego brindó al cielo a la memoria de Renatto Motta. Y se puso a estructurar (sic) una faena de muchos tiempos, momentos de calidad al natural y un sobrenatural. Pero, una vez fiado todo a la pureza, el ritmo no brotó, la distancia exacta no se halló, la colocación puede que tampoco y, en conclusión, la deseada unidad de faena quedó desperdigada en fogonazos de ese clasicismo imperecedero de Diego Urdiales. Un par de avisos vinieron a subrayar la inconcreción del todo.

Manseó el castaño, bajo y serio toro de Ricardo Gallardo desde el minuto uno. No quería caballo y prácticamente nada. Alejandro Talavante se descaró en un quite con el capote a la espalda y no sólo el capote, también la querencia. Por poco no le arrolla el viaje cegado. Miguel Ángel Perera no dudó en decidirse con la muleta muy por abajo. Como diciendo, "lo que dure, duró". Y así fue: el poder de Perera con las embestidas rebrincadas del manso duraron tres series de ligados y macizos redondos. La gallina terminó de cantar y el toro volvió grupas desde la perpendicular del "1" a la misma puerta de toriles.

Alejandro Talavante está tan sobrado de valor que al toro le da todas las ventajas. La faena al recortado y bajo tercero de finos pitones provocó una admiración sincera en quienes sintieron que Talavante toreaba allí en los medios con absoluta desnudez. El castaño de Gallardo se rebrincaba, únicamente humillaba en el instante de tomar los vuelos de la muleta y luego soltaba la cara.

Alejandro, desde que soltó la zurda para liberar los estatuarios, se erigió con verticalidad, soltura y solemnidad. El cambio de mano surgió con visos de eternidad. Y la voltereta posterior con rango de inmortalidad: la cornada seca del toro no caló la carne pero volteó al torero para colocarlo a merced. Escapó de milagro y se levantó intacto y sin darle importancia al hecho. Tan poca le dio que esa manera suya de jugarse la vida trepó menos de lo debido. Los derechazos a pies juntos y enfrontilado trajeron oles de pasados naturales. Y las manoletinas, el reconocimiento más vulgar.

 Fulminante la estocada y tímida la pañolada. En otra época... Alejandro Talavante apenas se vendió. Ni para saludar una ovación que supo escasa.
Se acordaría Diego Urdiales del sobrero de Buenavista con el negro, cuajado y parado sobrero de Fuente Ymbro. Ni una embestida regaló. Urdiales lo despenó de su mansa existencia con un estoconazo en chiqueros...

Curro Javier le echó en el quinto un pulso con los palos a su ex compañero Trujillo, que ya se había desmonterado en el tercero. Soberbios los dos peones. El toro de Fuente Ymbro respondió a la tónica de la corrida: sin fondo, sin clase y sin estilo. Un espejismo el derribo en varas. Miguel Ángel Perera se clavó en la boca de riego con un pase cambiado y lo quiso enredar. Entre el vientecillo y los cabezazos, ni lío ni enredo. Cuando lo cerró más entre las rayas al menos sacó una tanda. El defecto de topar se acrecentaba por segundos según se vaciaba el pobre depósito del fuenteymbro. Es decir, en cero coma, que dice la juventud. Agua mansa.

Cuando los toros aprietan hacia los adentros, también derriban en el caballo. Como volvió a suceder con el montado sexto, que braceaba con las manos al caminar... Talavante se dobló toreramente en el tercio, prólogo para que la bestia se rajase. Alejandro le entendió al hilo de las tablas, en el "2". Perfectas la cabeza y la bragueta, el temple y el corazón. El fuenteymbro seguía la muleta con sorprendente humillación hasta el final. Y Talavante lo toreó con maravilloso pulso, el latido de la izquierda, la cintura de junco y la expresión de los grandes. Por la derecha también se sintió el torero.

 Importante de verdad. Los pases de pecho barrieron el lomo. La plaza dio un vuelco. Entrega por entrega. La estocada puso en valor la faena por si había dudas. Sin vender nada de nuevo. Pero esta vez la oreja sí recompensó el gran momento momento de Alejandro Talavante. Soberbia feria la suya.

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