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sábado, 7 de mayo de 2016

Ventura sublime, Cartagena a hombros

El palco ridiculiza a la plaza negando la segunda oreja al sevillano que cuaja una obra soberbia a lomos de 'Sueño'

El alicantino tiró de raza y cuadra para cortar los dos trofeos a un toro escaso de fuerza

Tres ejemplares buenos de Guiomar Cortés de Moura


Diego Ventura cuajó una faena cumbre frente al quinto toro de Guiomar de Moura. Cumbre. Una de esas obras sublimes que recordará el paso del tiempo por la profundidad y la redondez de la obra. A lomos de un caballo de nombre Sueño que hace honores a su nombre, Ventura ha cautivado ralentizando el toreo. Profundidad, elegancia, pasión, pureza. Un toro bueno y un torero en sazón que ha dado un golpe de tuerca más al rejoneo. Extraordinarias las batidas, la manera de esperar y atacar en el momento oportuno. El corazón en un puño. El ímpetu, la perfección, ese punto salvaje que aporta el riesgo y las ejecuciones a cámara lenta. Obra grande de Diego Ventura coronada con un carrusel de cortas sobre remate y un rejonazo precedido de un pinchazo en todo lo alto. Faena excelente. La plaza pidió las dos orejas y el presidente ridiculizó a Las Ventas negando el segundo trofeo. Decisión partidista de un incompetente que no hizo la primera de sus obligaciones: impartir justicia. La vuelta al ruedo doble con su caballo Sueño fue clamorosa para Diego Ventura.

El rejoneo de Diego Ventura hoy por hoy es tan versátil como fascinante. Un toreo cargado de registros y potencial. Milimetrica precisión y capacidad sea cual sea la condición del antagonista. A cada problema, una solución. A cada necesidad, una respuesta. A cada toro, una lidia. Si ya resulta difícil hacer eso en el toreo a pié, en el rejoneo más. No sólo por el riesgo que también, sino por lo que conlleva de tener el caballo adecuado para cada embestida. Si algo se comprobó ayer es que uno de los secretos del rejoneo actual es que tener la inteligencia de transmitir al caballo tu propia idea y de aportarle la confianza suficiente como para que pise el terreno que quiere pisar el rejoneador con idéntica seguridad. Ese punto, precisamente ese, es el gran tesoro del toreo que realiza Diego Ventura.

En la mano tuvo siempre a sus dos toros. Autoridad y autenticidad, una lección de mando. Supo cuando debía apretarse con su oponentes, cuando enseñarles la infalible doma del temple o cuando garabatear con sus querencias para ligar sus obras con el ritmo necesario. Y a la vez, supo, cuando abrir la mano, y ofrecer al público los ingredientes artificiales suficientes para que se entregaran con pasión. De hecho, ya en su primero, Ventura bordó el toreo sobre Nazarí, templando maravillosamente y ligando con un magisterio tan sutil como arriesgado. El rejón final le impidió pasear los trofeos en esa ocasión.

Andy Cartagena templó sobre Soy Sombra a su buen primero, un toro de noble condición y movilidad que pecó de brusquedad en los embroques. El alicantino clavó bien y ligó a dos pistas en lo que fueron los momentos de mayor intensidad de una faena que perdió ritmo en su tramo final.
El triunfo del alicantino llegó frente al deslucido y endeble cuarto, un toro que no tuvo fuelle pero al que ganó la partida Andy Cartagena a base de raza y taparle defectos con los alardes de monta de Cupido y Humano. Faena de máxima entrega, de sincero derroche de corazón y en la que fue determinante para cortar la segunda oreja el fulminante rejonazo. Puerta Grande para Cartagena que puso en valor sus conocimientos y su buen oficio.

Bien comida y muy murubeña fue la corrida entera de Guiomar Cortes de Moura. Tuvo virtudes y tres ejemplares importantes lidiados en primer, segundo y quinto lugar. Los tres restantes se frenaron y les faltó el ritmo que tuvieron los tres buenos.

La diferencia entre Ventura y Cartagena con Manuel Manzanares es oceánica. El alicantino tiene una cuadra defendible y una estética subido a caballo que le hace salvar los muebles en ocasiones. Sin embargo, los desajustes en las batidas le hacen perder enteros. Un quiero pero no puedo. O un quiero pero no doy con la fórmula. A sus manos fue a caer el lote más complejo, el más áspero. Su primero manseó y se rajó a tablas y el sexto resultó muy temperamental y desclasado. Con los dos puso empeño. Sobre Príncipe en el tercero y sobre Farruquito en el sexto.

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