También resultó herido Tulio Salguero en el último novillo de Araúz de Robles
Pablo Belando, en el momento de la cornada en el tórax derecho con el segundo novillo - Paloma Aguilar
ABC.ESMadrid
Dramática tarde en Las Ventas, con dos novilleros heridos, uno de ellos de pronóstico muy grave. El percance más duro lo sufrió Pablo Belando, operado en la enfermería de la plaza de tres cornadas durante dos horas.
Así reza el estremecedor parte médico: «Una herida en la cara posterior del tórax derecho, que produce fractura costal, penetrando en cavidad torácica, se realiza toracotomía, evidenciándose hemoneumotórax e importante contusión pulmonar en lóbulo inferior derecho, se procede a colocación de tubo endotorácico. Otra en el glúteo derecho, que produce destrozo en músculo glúteo mayor. Y otra en el tercio superior de la cara interna de la pierna derecha de 20 centímetros, con una trayectoria ascendente y otra hacia abajo que produce destrozos en músculo gemelo interior».
El gravísimo percance ocurrió en el segundo novillo del conjunto de Araúz de Robles, por lo que el festejo quedó en un mano a mano entre Miguel Maestro y Tulio Salguero, que cortaron una oreja.
En el último volvió a vivirse el drama: Salguero sufrió «una cornada menos grave en el triángulo de Scarpa izquierdo, de 20 centímetros, que alcanza el pubis y produce destrozos en músculo abductor y contusiona paquete vásculo-nervioso».
La de este domingo en Las Ventas fue una tarde de muchas sensaciones. Las hubo positivas, traducidas en el valor y el aplomo demostrado por Tulio Salguero, que cortó una oreja de peso, al igual que un reposado y seguro Miguel Maestro. Los dos nombres triunfales de la función, según crónica de Efe.
Pero también las hubo malas, muy malas, por la terrible cornada que sufrió Pablo Belando por el segundo de festejo, y también por el percance a última hora de Salguero al entrar a matar al sexto después de tener entreabierta la puerta de la gloria. La miel y la hiel del toreo.
Guapo de verdad, el que abrió plaza. Un novillo barroso claro, muy serio, con cuajo y pitones como velas, que, aún mansito, no tuvo mal fondo en la muleta, moviéndose, aunque, eso sí, quedándose cortito y agotándose también a medida que transcurría su lidia. A Maestro se le vio muy sereno y confiado en todo momento a lo largo de una labor correcta pero sin eco.
En el cuarto brilló Maestro manejando el capote a la verónica. El novillo, manso, no quería caballo, por lo que las cuadrillas sudaron tinta en la lidia del primer tercio.
En la muleta buscó pronto la querencia el animal, aunque Maestro lograría sujetarlo en los medios para plantarle batalla con mucha soltura y desparpajo. También hubo pinturería en un epílogo al hilo de tablas y eficacia con los aceros, lo que le permitió cortar una oreja.
Tulio Salguero, queya se había hecho presente en un valiente quite por gaoneras en el novillo que hirió al compañero, se enfrentó en primer lugar a un utrero mansurrón y frenadito al que esperó, aguantó y hasta robó muletazos de buena compostura por el derecho, metiéndose entre los pitones entre pase y pase, pegándose un auténtico arrimón con mucho aplomo y suficiencia.
Buena actuación del extremeño, que cerró labor por ajustadas bernadinas y dejó una media estocada suficiente para hacer rodar al animal, lo que le granjeó una oreja, una de las de más peso de todas las que se han cortado este verano en Madrid.
Se corrió turno y Salguero mató en quinto lugar el novillo reseñado como sexto, que marcó muy pronto la querencia, rajándose a las primeras de cambio en la muleta. Difícil papeleta para el extremeño, que no se arrugó en una sincera porfía al hilo de las tablas. No hubo lucimiento por la actitud huidiza del utrero, pero sí firmeza y mucha voluntad.
Por el percance del compañero Salguero tuvo que hacerse cargo también del último, muy suavón hasta que se paró, y al que compuso muletazos de muy buena firma, sobre todo al natural, muy templado, tirando con largura del utrero, e improvisando también con alardes y valor cuando el burel se agotó definitivamente.
Se tiró con el alma a matar, tanto que no se salió de la suerte y fue herido certeramente a la altura de la ingle. Triste final para una gran tarde.
El primero de Belando, con carbón de salida, embistió con todo en los capotes, apretando también en el peto, donde le bajaron los humos, pero bien, con dos trancazos infames en la mitad del lomo. Se paró el animal, siempre al acecho y defendiéndose, exigente de verdad.
El joven murciano salió por los aires a las primeras de cambio. Estaba herido el hombre, que tuvo que ser conducido a toda prisa a la enfermería, quedándose el director de lidia, Miguel Maestro, a cargo del novillo agresor, al que ventiló con tanta facilidad como rotundidad.
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