Jesús Colombo se presenta en Madrid, deja buena impresión y da una vuelta al ruedo
Jesús
Colombo, en las Ventas
R.
Mondelo
Madrid.
@PatriciNavarro
Jesús E.
Colombo, de grana
y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada, aviso (vuelta al ruedo)
Pablo
Aguado, de
verde botella y oro, estocada defectuosa, estocada, aviso (silencio); buena
estocada (saludos).
Rafael
Serna, de
fucsia y oro, estocada (silencio); estocada trasera, cuatro descabellos
(silencio).
Hizo el
paseíllo sin la montera puesta. Era su primera vez. Su presentación en la plaza
de Madrid.
Pero no se le notó en su puesta en escena. En la seguridad. El
venezolano Jesús Colombo llegó a Las Ventas como lo hacían antes los toreros,
con el rodaje hecho. Y se le vislumbró desde el principio por cómo manejó los
terrenos durante el tercio de banderillas que él mismo protagonizó con
solvencia y después. Fue en su manera de estar en la plaza donde se vieron el
aplomo, la solvencia y la capacidad de llegar ese puntito más. El novillo de El
Montecillo tuvo nobleza y se dejó hacer. Lo aprovechó el novillero y cuando
bajó revoluciones el animal, aprovechó las cercanías, pulseó la embestida e
intentó alargarla. En la estocada se tiró de veras. Pinchó y a la segunda fue
la vencida. Torerísimo fue el saludo de capa al cuarto, y con chispazo en los
remates con las manos muy bajas. Se jugó los muslos, el pecho y las ideas en
banderillas con este novillo que arreó una barbaridad. La expectación era
máxima cuando comenzaba la faena de muleta, rodilla en tierra. Aquello era un
huracán, y un punto por dentro en la embestida. Se presentía algo bueno. Por la
derecha fluyó pero duró poco.
Apenas en una tanda morían las emociones, al
unísono de la comunión, el toro que tenía raza le faltaba ese punto de
repetición, de codicia, y al torero dejarle de veras la muleta en el hocico. De
ahí que la faena comenzó a naufragar, sobre todo cuando se echó la muleta a la
izquierda, por donde el novillo desarrolló más dificultades. Abrumadoras fueron
las bernardinas y la manera de volcarse en la estocada, de donde salió
arrollado. Se le pidió la oreja. Fue rácano el presidente con un chaval que
acababa de llegar y lo había entregado todo, a pesar de que no alcanzó la
rotundidad, hubo verdad en todo momento. Le obligaron a dar la vuelta al ruedo.
Pablo
Aguado está en su última temporada como novillero. En Sevilla, por San Miguel y
como Rafa Serna, se convertirá en matador de toros. Su primer antagonista, que
era el segundo de la tarde, no se lo puso fácil. Se movió el de El Montecillo y
apretó en el caballo, pero lo hizo siempre desigual de ritmo, pegajoso y sin
acabar de definirse en la muleta. La faena de Aguado no logró nunca tener una
estructura fija, solventó el defecto inicial del toro que se venía por dentro y
anduvo voluntarioso después, aunque lo mejor fueron los muletazos a dos manos
que prepararon al animal para el desenlace. Se gustó con la capa en el quinto,
sobre todo cuando lo llevó galleando al caballo y esperamos mucho de la faena.
Aunque lo primero que nos sobrevino, cual impacto, fue una colada brutal por el
izquierdo. Era ángel y demonio el de El Montecillo. Clase y nobleza a rabiar
tuvo por el derecho y se dio cuenta Aguado en la siguiente tanda. En cambio la
faena no alcanzó la armonía deseada y entre los altibajos se le fue la labor,
hasta que dejó un estoconazo. Por el izquierdo era un criminal, pero bueno por
el derecho.
Esperó
mucho en banderillas el tercero y no acabó nunca de emplearse en la muleta.
Bajo de raza y sin emoción llegó al engaño de Rafa Serna, que hizo todo con
mucha parsimonia e intentado torear siempre con los vuelos de la muleta. El
difícil sexto le quita más sitio que dárselo. Se le notó incómodo con el
animal.
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