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domingo, 8 de abril de 2018

En la muerte de Ángel Peralta: la sabiduría del viejo Centauro




"En mi desvelo, vislumbré que un jinete con un caballo alado correteaba por las inmensas llanuras y, revoloteando por las orillas del Guadalquivir, llegó hasta mi casa el mismo día de mi nacimiento; aquel jinete era el alma de un centauro, y se encarnó en mi cuerpo". Ángel Peralta siempre supo, con su sabiduría de jinete, que había sido tocado por aquel ser mitológico que le dio nombre: el Centauro de las Marismas. Su figura adquirió con los años el poso del Don: Don Álvaro (Domecq y Díez), Don Ángel (Peralta), caballeros sin caballo, en la vida y en los ruedos. Caminaba Don Ángel entre espigas con sus espuelas de oro. Verso, verbo, genio y creador del arte del rejoneo. La suerte de la rosa: "un día desde la barrera de la plaza de toros de Sevilla, una bella mujer, asustada por la embestida violenta de la res, quiso hacerme el quite, arrojándole al toro una rosa al ruedo...Yo paré mi caballo, bajé de él, cogí la rosa, partí una banderilla, la até a ella, e inspirado por aquella belleza, le dije: "Para que no se me asusten / en la plaza las hermosas, / a los toros, las heridas / se las cubriré de rosas". El nacimiento de las cortas floreadas, torear a dos manos, la barbaridad que ahora vemos en Diego Ventura de hacerlo sin cabezada, la collera tiempo ha denostada, el cartel de cuatro jinetes, que fueron "Los Cuatro Jinetes de la Apoteosis" -Don Ángel y su hermano Rafael, Lupi y Álvaro Domecq Romero-, cabriolas, corvetas o lanzadas, "levades" y verticales... Inventos y creaciones de quien soñaba entre los brazos de los otros ríos que son Las Marismas.

La fortuna de conocerle fue breve y pasajera. Imponían sus andares, de hombre reconstruido, marcados por la ferretería de sus piernas, huérfanas de los caballos que le acompañaron desde la cuna. El rostro anguloso, cadavérico y octogenario, labrado por el despiadado sol del Sur. La bondad redonda bajo la piel seca y el talle huesudo y largo. Talla espectral de viejo caballero errante. Su inteligencia de campo combinaba a la perfección con su sensible palabra de poeta. "A Vicente Zabala de la Serna: entre el pase de las flores y la suerte de la rosa, el toreo llega al pueblo de la misma forma (...)", escribió como dedicatoria de su penúltimo libro en 2013. Recogía las reflexiones, pensamientos y definiciones del Centauro. "Tristeza: ilusión en ruinas", "Victoria: contemplar la derrota", "Inteligencia: como la semilla, según se cultive, así florece"... Y el presagio de la vida: "Yo te busqué en la luz y la sombra te dibujó". El amor o la muerte, esa inmensa marisma por donde Ángel Peralta ya cabalga.

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