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lunes, 11 de junio de 2018

«Los toros que mueren con la boca cerrada, el Rey y la última de San Isidro», por Calamaro



El artista argentino analiza el broche de Feria con un cartel de «No hay billetes»


Andrés Calamaro, en una barrera, no pierde detalle de la corrida de Victorino
Andrés Calamaro, en una barrera, no pierde detalle de la corrida de Victorino - Paloma Aguilar
 
  Esta tarde cambiamos de terrenos: del burladero que generosamente nos convida la empresa, fuimos a la barrera del tendido nueve, invitados por Paco Ureña, que reaparecía después de una baja por heridas sufridas en el campo.

A la última de San Isidro no quiso faltar Ureña, que demostró clase de torero bueno, ejecutó inspirado un tercio sobrado de naturales y saludó desde el burladero porque la espada no fue suficiente para doblar al segundo Victorino. Con el quinto, estuvo valiente y torero, lidiando frente al tendido siete.

Escribano esperaba al primero de rodillas y frente a la puerta de los chiqueros (corrales), pero el toro no embistió... Volvió a esperar al cuarto toro de la tarde de igual forma. ¡Qué valor!

El cielo perdonó al fatigado respetable, que esta feria hizo gala de chubasqueros, impermeables y paciencia. Nadie se fue mojado ni aburrido de la Corrida de la Prensa. Y las cuadrillas ofrecieron, en líneas generales, una muy buena tarde de toros.

Emilio de Justo, con el cierra plaza, captó la atención del público. Ureña, con el primero (segundo), estuvo francamente bien, de torero bueno. Con clase, con honor y con mucho valor.

Punto final de «No hay billetes» y con asistencia del Rey Felipe. Una feria de toros y toreros. Y la incontestable existencia de esta disciplina que honra la existencia y la expresión, humana y ganadera específica.

Mientras Escribano caminaba hacia la puerta de chiqueros, me estiré para estrechar la mano del Rey, que ofreció la suya mirando a los ojos y apretando. Como los victorinos, que mueren como viven, con la boca cerrada.

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