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domingo, 12 de mayo de 2019

Pablo Aguado, el nuevo rey de Sevilla: "En el toreo más vale poco y bueno"

Tiene 28 años, un año y medio de alternativa, la carrera de Administración y Dirección de Empresas (ADE) y una Puerta del Príncipe inolvidable. Desgrana para EL MUNDO su memorable tarde ante los dioses totémicos. Hoy, ya sustituye a Roca Rey en Valladolid


Pablo Aguado, el día después de la apoteosis, en las calles de Sevilla JOAQUÍN ARJONA  


¿De quién es ese nombre, quién es ese hombre, que Sevilla soñó? Pablo Aguado es hijo de esta tierra que riega el Guadalquivir. Tiene 28 años, año y medio del alternativa, la carrera de Administración y Dirección de Empresas (ADE) y una Puerta del Príncipe como un seísmo de torería. Tatuó a fuego lento la fecha del 10 de mayo de 2019 en la piel de la afición. Que lo buscaba, sin saber que era él. Tembló el templo del toreo. Y qué manera de temblar.

Las calles amanecieron ayer vacías. Camino del hotel Colón flota en el aire una resaca seca. Aguado espera incrédulo y sensato, dormido y despierto, en el hall: las cuatro orejas cortadas ante los dioses totémicos lo mantienen en vilo, en vela, desde hace 12 horas. Ya ha entrado en la historia de la Maestranza. Que lo ha hecho suyo.
¿Así que el toreo era eso?
 
Me reivindiqué en la idea de que el toreo cuanto más sencillo, mejor. Todo es más fácil de lo que parece, como me dice mi amigo Pepe Luis. Al fin y al cabo es colocarte bien, torear muy despacio y eliminar todo lo demás. Lo que reconforta es ver que la gente se emociona con ese toreo, que es menos espectacular de otras tauromaquias. Lo de siempre nunca muere.
 
¿Cómo ha pasado la noche?
 
[Risas] ¿Digo la verdad? Hombre, bien, durmiendo poco y dándole vueltas a la cabeza.
Pero lo habrá celebrado como toreramente hay que celebrarlo.
 
Por supuesto que sí. Para qué voy a decir que no.
 
¿Recuerda con claridad todo lo que pasó o es una nebulosa de emociones?
 
Lo tengo un poco en una nube. Todavía no soy muy consciente de lo que ha pasado. Y me da pena que, aun sabiendo que estaba viviendo algo único, el propio ambiente desbordado me impidiera disfrutar como la gente.
 
¿Cómo se ve Triana desde ahí arriba?
 
Es que iba mirando hacia abajo porque estaba a punto de caerme...[no le queda otra que volverse a reír]. Lo más bonito, lo que más reconfortaba y tocaba el alma eran los gritos de «¡torero, torero, torero!», la gente emocionada. 
 
La faena a su primer toro ha sido la faena de la feria, de muchas ferias y, probablemente, de muchos abriles y años.
 
Fue bonita. Y, sobre todo, medida. Algo que siempre me ha llamado la atención. Y eso le da a la faena el punto especial de dejarla en el momento álgido.Hace las faenas todavía mejores. Al toro hay que darle el mérito de que embistió con mucho ritmo y me permitió llevarlo desde el principio hasta el final, siempre a la misma velocidad. 
 
Y a la misma altura, porque nunca terminó de descolgar.
 
Pero ahí, a su altura y sin molestarlo, te regalaba ese ritmo bueno. Sin molestarlo permitía la largura y la despaciosidad del muletazo.
 
Usted se ha tenido que empapar de vídeos de Pepín Martín Vázquez, ¿no?
 
Sí, he visto algo [risas tímidas]
 
Esa faena parecía sacada de la película Currito de la Cruz...
 
[Sonrisas humildes]. Ojalá. Pero eso son palabras mayores. La torería no cambia. Es la misma en esa época y en ésta.
 
La torería y la naturalidad.
 
Y torear con la panza de la muleta, y el valor que tenía para dejarse llegar el toro sin tocarlo. Es bueno repasar aquellas imágenes.
 
¿Cuenta con otras fuentes en las que beber?
 
Siempre me han ilusionado los toreros de ese corte, sin decirle nombres porque siempre se quedan en el tintero algunos... Pero la naturalidad de Antonio Bienvenida y Pepe Luis, la colocación de Muñoz... Esa línea.
 
Cuando sacudió las dos primeras orejas y presentía ya la Puerta del Príncipe, ¿cómo se hace para frenar el corazón y torear tan despacio a la verónica a ese sexto jandilla?
 
A lo peor me tachan de poco ambicioso, pero yo ya estaba satisfecho conmigo mismo. Uno quiere abrir la Puerta del Príncipe, pero estaba interiormente en paz por haber toreado un toro en Sevilla como uno quiere. Y, después, yo siempre he dicho que la mejor forma de cortar las orejas es no pensar en ellas. Intenté evadirme. Si le podía hacer faena, bien. Y si no, la Puerta del Príncipe iba a seguir al año que viene.
 
¿Esperaba las dos orejas del último toro?
 
Sinceramente no, le soy honesto.
 
Más allá del escenario de Sevilla, la importancia de lo suyo se amplifica también por hacerlo ante quien lo hizo: Morante de la Puebla y Roca Rey.
 
Era una responsabilidad pero también una motivación. Cuando te ves en un cartel de ese tipo, no te quieres bajar de ahí. Me incita a ser mejor torero.
 
Les movió la silla.
 
Bueno... [se contrae y contiene, feliz]. Con el máximo respeto, yo lo he hecho una vez y ellos llevan haciéndolo toda la vida.
 
Cuando Morante se cruzó como perro viejo con el galleo del bú tocándole las orejas al toro, ¿qué le entró por el cuerpo?
 
Cuando estaba en casa toreando de salón, soñaba con compartir algún día en quites con Morante. Fue el momento idóneo para replicar.
 
No se lo pensó dos veces, aun con el miedo generalizado a que se gastase el toro.
Es lo que surgió.
 
¿Roca Rey le dijo algo?
 
No... Que yo recuerde.
 
Se le vio en el quinto algo desubicado, sin rumbo en su brújula arrolladora.
 
Roca Rey es un fuera de serie y no vamos ahora a descubrirlo.
 
Y ahora qué, ¿cómo se replantea la temporada?
 
El panorama no tiene nada que ver. Se irá viendo. Más vale poco y bueno, que mucho y regular. En la plaza y fuera de la plaza.
 
Su camino es un camino de paciencia desde que cortó aquella oreja que tan buen sabor dejó en abril de 2018: 6 tardes en todo el año.
 
Estaba tranquilo. Esto está como está.
Hoy, ya toreará por el lesionado Roca Rey en Valladolid. Y le espera la cita con Madrid. Que el último Otoño también le selló el visado de torero bueno. Su teléfono no ha parado de sonar. Le ha llamado Paco Ojeda. Y Emilio Muñoz. Y Espartaco... Los ídolos de la niñez. Por las redes corría una vieja fotografía de Pablo Aguado sacando a hombros a Morante en Jerez. Y por las calles de Sevilla seguía la resaca seca de la gloria.

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