Morante de la Puebla y Manzanares cortan una oreja en una tarde de lleno en los tendidos
Pablo Aguado - Fernando Blanco
Valladolid
Pablo Aguado, que se presentaba en Valladolid en sustitución del peruano Roca Rey, fue el gran triunfador de la tarde al cortar dos orejas, una de cada toro de su lote, y salir así a hombros en un festejo en el que Morante de la Puebla y José María Manzanares pasearon un trofeo oreja cada uno.
Había ruido de sables de fondo en la terna, abiertas aún las heridas del fragor de la batalla del pasado viernes en La Maestranza, entre los que tienen el cetro del toreo y los que lo ansían.
Morante no tuvo opciones en su primer turno, toro claudicante y sin raza. Parsimonioso el de La Puebla, se lo hizo todo por la diestra, por momentos a cámara lenta, dentro de un trasteo medido.
Se desquitó Morante con el cuarto. Muy arreado, lo recibió con una larga cambiada de rodillas, en terrenos de tablas, y, ya de pie, continuó lanceando a la verónica y por chicuelinas con arrebato y caldeando el ambiente. Al toro lo cuidaron en varas, como a toda la corrida, y ya con la muleta, el sevillano se fue donde quiso "Decorador", a terrenos de chiqueros, donde cuajó una faena con reminiscencias de tauromaquias de otras épocas. Primó el toreo accesorio sobre el fundamental, toreo preciosista, preñado de torería en los remates. Faena sin respiro, abrochada con un gran espadazo.
Con las manos muy bajas y compás cerrado recibió Manzanares al segundo, un toro con pies de salida, en el que se desmonteraron con los palos Dani Duarte y Luis Blázquez. Incierto por el pitón derecho, se le coló a las primeras de cambio al alicantino, que a la tercera tanda vio como se lesionaba la mano izquierda el animal. No le quedó otra que abreviar.
Manzanares también recibió al quinto con una larga cambiada. Eligió terrenos fuera de las rayas, y aún así le molestó el viento. Plasticidad, pero sin ajustarse, al natural, con un toro que tuvo movilidad y recorrido, pero rebrincado y falto de clase. Faena trabajada, en la que no se encontró cómodo Manzanares.
Cariñoso el público de Valladolid obligó a saludar a Pablo Aguado antes de salir el tercer toro, quizás por su reciente y gran triunfo en Sevilla. "Despensero", bravo y encastado, tuvo mucha movilidad, y Aguado aplicó el "pronto y en la mano" de los taurinos antiguos. Sin cata previa se puso a la faena. Frescura y naturalidad en Aguado, clásico el canon de la escuela sevillana, ofreciendo el medio pecho en el cite. Supo perder pasos cuando lo había que hacer, en un conjunto que tuvo ritmo y armonía. Torería en los remates, pases de pecho a la hombrera contraria, así como en las salidas de la cara del toro.
Ambicioso Aguado se fue a portagayola en el que cerraba función, un toro más levantado y algo zancudo. Se puso al natural el sevillano, pero pesaban las inciertas embestidas de "Despertador", pues había que llevarlo toreado. Decidió cambiar al pitón derecho. Lo vio más claro. Faena de tragar y aguantar, de fibra, de no arrugarse. Trasteo de querer, firmando los mejores pasajes en una tanda con ritmo. Al final de faena el toro se vio podido y dijo que nones, rajándose. Fulminante el espadazo como rúbrica.
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