Herido grave el banderillero Víctor Hugo, solo Diego Ventura corta un trofeo
El Juli, en un pase de pecho al jabonero quinto - Paloma Aguilar
Andrés Amorós
La gran noticia es la presencia de Don Felipe, que preside la corrida de Beneficencia. (Le acompaña en el Palco Real Juan José Padilla). A los aficionados nos alegra y agradecemos que acuda a nuestra Fiesta. Dentro de las posibilidades de su calendario, nos gustaría que lo hiciera más a menudo. En un momento en el que la Tauromaquia recibe tantos ataques, precisamente por ser seña de identidad española, el apoyo de nuestro Rey es algo perfectamente lógico. Y eso es una opción patriótica, al margen de las aficiones personales. De sobra conocemos la que siente Don Juan Carlos por los toros, y la Infanta Elena, por la equitación. La educación de Don Felipe ha sido diferente pero yo le he escuchado decir y reiterar rotundamente que no tiene absolutamente nada en contra de la Tauromaquia: siendo Rey de España, es muy lógico. De una Reina de España se cuenta que no le gustaban los toros y asistía con unas gafas que le tapaban la visión… pero asistía. En el mundo entero, el toro bravo es seña de identidad de España. Y eso se comprueba por activa: la ley ha declarado que la Fiesta forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de España y que todas las autoridades están obligadas (repito: obligadas) a protegerla y difundirla, como al resto del Patrimonio. También se comprueba por pasiva: muchos independentistas atacan la Fiesta, por ser española. Así de claro.
¿Qué corrida de toros preside esta vez Don Felipe? La de Beneficencia, que ya no tiene esa finalidad pero que es una corrida extraordinaria. Los mimbres que componen el cesto son de primera calidad; el resultado, un cartel bastante discutible. Esa mezcla de un rejoneador, con dos toros, con dos toreros de a pie, resulta chocante, para muchos aficionados. Por muy bueno que sea Diego Ventura, que lo es, lo lógico y lo tradicional es que el rejoneador lidie un toro, antes de tres matadores. (Y no digamos del absurdo «mano a mano» que pronto tendrá lugar en Granada, a mayor gloria de José Tomás).
No cortó trofeos, porque no mató bien, pero estuvo magistral Diego Ventura, el día 2. Lidia dos toros de Los Espartales, su habitual divisa, con la que ha obtenido grandes triunfos. Recibe a portagayola al primero, que sale suelto. «Lío» se luce en los quiebros. Con «Nazarí», lo lleva prendido, muy en corto. Acierta con el rejón de muerte y el descabello. Ha estado a buen nivel, como siempre, pero el toro ha transmitido poco. En el cuarto, también suelto, vuelve a lucirse «Nazarí» en una vuelta completa al ruedo y en «muletazos», para sacarlo de tablas. Con «Bronce» arriesga, muy en corto. El entusiasmo se desata con la suerte a dos manos, sin riendas ni cabezal, con «Dólar».
Acierta al matar: oreja.
Se lidian toros de Núñez del Cuvillo, una de las ganaderías predilectas de las figuras. (Al día siguiente de los de Valdellán, la comparación puede ser peligrosa, para los aficionados exigentes).
Han tenido un juego desigual, con uno flojo (el segundo) y dos, encastados (tercero y quinto).
Con lupa
Ya imaginamos que una parte de este público va a examinar con lupa la actuación de El Juli y que otra parte, lo va a defender. El segundo sale flaqueando, «precipitante, se viene abajo» (como la montaña de Toledo, según Góngora). Eso provoca que los correctos muletazos no se aprecien; ante las caídas, arrecia la protesta. Alarga la faena sin necesidad ante una ruina de toro. Sin toro, no hay nada que hacer. Mata con decisión. Recibe al quinto, un bonito jabonero, con aplaudidos lances, bajando mucho las manos (lo contrario que las verónicas de Urdiales). El toro es noble pero flaquea; los muletazos reposados de Julián, con mucho oficio, suscitan la esperada división entre los que ovacionan y los que censuran la colocación. La mayoría está a favor pero pincha tres veces antes de la estocada y saluda una fuerte ovación.Después de su faena en la Feria de Otoño, Diego Urdiales goza del privilegio de ser un «consentido» (como dicen en México) de la afición madrileña. El segundo empuja en el caballo y embiste con fuerza. Hace hilo y, al entrar en el burladero, hiere a Víctor Hugo Pirri: una grave cornada de 35 centímetros, en el glúteo. Diego logra muletazos con naturalidad y torería, por los dos lados, cuando el toro va atemperando su violencia. Los remates por bajo son muy apreciados.
Entrando de lejos, hace guardia, al matar, y pierde la oreja. El toro ha transmitido mucho; la faena, desigual, ha tenido momentos hermosos. Devuelto por flojo el sexto, el sobrero de La Reina (la ganadería de Joselito) aprieta en el capote pero flaquea. Surge una bronca en el tendido, totalmente inadecuada, mientras un diestro torea. A Diego le cuesta imponer su mando porque el toro embiste a media altura y, a veces, prueba. El estilo clásico es bueno pero la faena se prolonga sin imponer el deseable dominio. Logra la estocada desprendida a la vez que suena el aviso y saluda la ovación.
Ha habido cosas variadas, de interés, en este cartel (para mí, extraño). Con más acierto, al matar, hubiera habido trofeos. Lo que más sentimos, por supuesto, la cornada de Pirri. Lo mejor sin duda, la presencia del Rey Felipe, aclamado por todos. Un Rey de España, en los toros, con su pueblo. Como debe ser.
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