La primera rejoneadora francesa que ha abierto la Puerta Grande en San Isidro asegura que «ser torero es como ser un extraterrestre»
Lea Vicens, a caballo - Álvaro Carmona
Rosario Pérez
«Con un pie en el estribo». Podría ser el título de un wéstern, pero son las primeras palabras de la rejoneadora francesa Léa Vicens (1985). Al otro lado del teléfono, la paz del campo andaluz y el sonido de los caballos estallan en la primavera más atípica. «En esta época debería estar toreando, pero parece que el invierno se hubiese prolongado».
—¿Cómo son los entrenamientos sin fecha en el calendario para la vuelta?
—Los objetivos son diferentes, pero nadie me quita las doce horas en la finca. Ahora entreno más con los potros y los caballos nuevos, como «Olímpico», «Sorpresa» o «Fermín».
—¿Monta alguien más sus equinos?
—Nadie. Considero que un caballo necesita una compenetración especial con su jinete, en exclusiva; si no, se puede desarreglar el «instrumento»...
—¿Cómo lleva la vida confinada en el entorno rural?
—Me considero una privilegiada. Tengo la suerte de no vivir ese confinamiento tan brutal de la mayoría de los ciudadanos urbanos. Aquí sigo mi ritmo, con dedicación absoluta a mis caballos.
—Se habla del quebranto económico del sector del toro, pero apenas se menciona el mundo del rejoneo...
—No se habla, pero nosotros también llenamos plazas, también existimos. Y en el rejoneo hay gastos que no se pueden rebajar: los animales necesitan cuidados diarios, comida, higiene...Criar un caballo cuesta quince euros al día –hay que multiplicarlo por una cuadra de viente–, y eso sin contar con el personal. En temporada, tengo quince personas trabajando; ahora, solo cinco. De todos modos, no me gusta llorar y busco soluciones. De manera paralela a mi profesión, he creado un proyecto turístico en mi finca de Hinojos.
—¿Qué enseñanza le ha dejado esta situación por la pandemia?
—Valoro más lo conseguido, todo a base de trabajo. Yo no puedo quejarme, pero me entristece el sufrimiento de los demás, esa gente que ha perdido a sus seres queridos, esa gente que no tiene ni para comer. Eso es durísimo y hace que valoremos más lo que tenemos.
—Don Ángel Peralta fue el primero que creyó en usted.
—Me he formado desde cero, en casa de los Peralta, donde llegué en 2006. Don Ángel apostó por mí, como si fuese un reto, y no le he traicionado. Me he hecho yo sola. Compré mis caballos con el dinero que ganaba domando otros y con el que empecé a ganar en las plazas chicas. Fui ganando galones y me he anunciado en los sitios más importantes hasta ser líder del escalafón. Sigo con la ilusión del primer día, intentando mejorar.
—Un año atrás, se convirtió en la primera amazona francesa que abría la Puerta Grande en San Isidro. ¿Cómo lo recuerda?
—Fue un día guapo y espectacular; lo disfruté de principio a fin. Una tarde inolvidable que se unió a otra de ensueño: la Puerta de los Cónsules de Nimes.
—Suele decirse que en Francia llevan la delantera a España a nivel taurino. ¿Lo ve así?
—No, creo que es una utopía española. Lo que pasa es que allí el territorio taurino está reducido al sur, están muy unidos y el Gobierno no se mete.
—Esa unidad ya es un paso adelante.
—Con esta crisis, el mundo del toro también se está uniendo en España. Dentro de este mal hemos creado un bien: la unión, algo necesario. Y la Fundación del Toro también está ayudando. En mi caso, estoy en un grupo de trabajo con otros toreros. Eso sí, considero que el sector debe reestructurarse, porque su economía no es sostenible así.
—¿Qué opina de la actitud del Gobierno en materia taurina?
—Hemos ganado un primer paso con el hecho de que el ministro Rodríguez Uribes haya incluido al mundo del toro dentro de la cultura y estamos a la espera de medidas concretas. El Ministerio de Cultura debe darnos el lugar que nos corresponde, sin discriminaciones ni complejos, sin tanto miedo a nombrar a los toreros. Exigimos igualdad y nuestros derechos, como el resto de industrias culturales. Que nos consideren gente normal y no ciudadanos de segunda.
—En una sociedad cada vez más desnaturalizada y con un fuerte movimiento animalista, ¿alguna vez se ha cuestionado su propia profesión?
—En algunas reuniones, he tenido la sensación de que ser torero es como ser un extraterrestre. Además, estoy conviviendo a diario con amenazas de muerte de antitaurinos, con insultos en redes, con hackeo de cuentas... Para mí, eso es una forma de terrorismo.
—¿Siente miedo?
—En Francia me pusieron escolta policial, que me seguía a todas partes. Mi familia y yo recibimos amenazas terribles de muerte y denuncié a un antitaurino que me acusaba de torturadora y asesina. Eso no se puede consentir.
—¿Cómo logra templarse?
—Don Ángel Peralta me enseñó la filosofía del temple. Y ese temple suyo me guía en la vida, una vida a caballo.
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