El 14 de marzo de 1954 a sus 70 años de la llegada del primer Jeep a Canaguá
Los sacerdotes Eustogio Rivas en Canaguá, Vicente Alarcón en Guaraque, Crecencio Parra en Mucutuy, Alejandro Arias en Pueblo Nuevo, Boanarges Uzcátegui en El Morro, y Pedro Moreno en Aricagua y Acequias, llevaron los primeros carros jeep a esos pueblos con las famosas cayapas.
Es importante señalar que los Pueblos del Sur del Estado Mérida, para la mitad del siglo XX, aún no contaban con un tramo carretero que les permitiera la comunicación con el resto del estado; solo contaban con la ruta de caminos de recuas.
Fue el Padre Eustorgio Rivas, el miércoles 21 de octubre de 1953, quien motivó a la población de Canaguá para unir esfuerzos para abrir un sistema carretero, por la ruta natural que trajinaron a diario sus habitantes. Él siempre manifestaba a la población lo siguiente: “con carretera hay cultura, y con cultura hay mejor vida.”
A raíz de esto comienza a divulgar dentro de la población la necesidad de llevar un jeep, por esos difíciles caminos; el objetivo principal que tenía en mente el padre era iniciar la construcción del primer tramo carretero, difícil empresa, debido a lo riesgoso de los caminos. Pero de igual forma el Padre Rivas día tras día encendía el dinamismo entre su comunidad de feligreses para llevar a cabo tal hazaña.
El padre Rivas desde el mismo momento que se hizo presente en Canaguá insistió en que el primer obstáculo para el desarrollo de la población era la incomunicación, “para llegar a Santa Cruz se tardaban dos días de camino, por sitios peligrosos, a Guaraque dos días también; a Mucuchachí cuatro horas; a Mucutuy un día; a Aricagua dos días; a San José dos días, (...), los caminos eran pésimos, y en tiempos de lluvia intransitables. Para un viaje normal a Mérida se gastaba la semana”.
La realización de la carretera de los Pueblos del Sur era considerada una empresa imposible por la agresividad del terreno e injustificada por la poca producción de la región y los menguados dividendos políticos que dejaría.
Toda esta adversidad y controversia le dieron fuerzas al Padre Rivas para traer un jeep, desde Santa Cruz por el camino de mulas. Pensaba que la población al ver un vehículo en el pueblo, se vería impulsada a construir su propio tramo carretero. La única desventaja decía el padre “era que no tenía ni jeep, ni carretera, ni obreros, ni dinero, todo lo había confiado al azar.”
En vísperas de la Visita Pastoral realizada en los Pueblos del Sur cada cinco años por el Arzobispo, visita que consistía en informarse del estado espiritual de cada parroquia, el presbítero elaboró un plan de cómo se llevaría el jeep: jueves 25 de febrero, salida de Santa Cruz de Mora; viernes 26 de febrero llegada al Molino; domingo 28 de febrero llegada a Canaguá. Pero sin embargo no estaba listo todo porque muchos no estaban de acuerdo con dicho proyecto.
Sin embargo, esto no fue obstáculo para que él llevara a cabo tal hazaña. Compró el jeep el 26 de febrero de 1954 y por la cantidad de seis mil bolívares, adquirió un “willys” nuevo, color rojo, techo de lona en la agencia situada en la Av. 3, frente al viejo hospital Los Andes, regentada por el señor Timoteo Aguirre.
El señor Clodomiro Méndez, joven agricultor del Molino, adquirió otro jeep; el 28 de febrero el señor Abdón y Clodomiro salieron con los dos jeeps, rumbo a cumplir el propósito del Padre Rivas. La ruta que se trazó fue la siguiente: El Guayabal, San Isidro, Los Blanquiscales, El Páramo, La Colorada, Mata de Moro, La Laja, La Montañuela, Aserruchos, Betania, El Molino; en esta población entra el jeep el 01 de marzo de 1954, y llega a Canaguá el 14 de marzo de ese año.
Esto significó un gran acontecimiento para los pobladores que no habían confiado en tal hazaña. Representó la llegada de nuevos tiempos, a tal punto que es un hecho su presencia en la memoria colectiva, asociándolo a desarrollo, coraje y humildad y a sentirse merideños con proyecciones hacía el futuro. Beneficio que lograron a través del empeño de sus habitantes y del impulso y dinamismo de los “curas camineros”. “Aquel catorce de marzo fue el gran día de Canaguá. Él marco el final de una etapa de abandono y de resignación, durante la cual se trabajaba para sobrevivir, sin más aspiraciones que luchar para conseguir el sustento diario, rindiendo tributo a la madre tierra.”
El jeep se incorporó a la vida de la comunidad. El Padre Rivas cumplió su promesa de llegar en jeep, hasta la plaza Bolívar de Mérida para demostrarle al gobernador que si era posible la carretera de los Pueblos del Sur.
Con esta obra quedó demostrado el esfuerzo colectivo y el convencimiento de los canagüenses de que " nada es imposible"; porque concluir el trabajo del camino carretero no fue tarea fácil, ya que a lo largo de su camino quedaron "sudores, angustias y sufrimientos en cada piedra, en cada camino, de tal hazaña."
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