Bodega Licorería, Tres Estrellas, Av. 2 Lora
Texto y fotos de Germán D' Jesús Cerrada
En la década de los 70 habían en la ciudad de Mérida muy pocas licorerías, pero si se destacaban en cada rincón de la ciudad las bodegas que vendían licores. El Jefe de Rentas era Don Elías León Salas, y los requisitos para una licencia de licores eran mínimos, y los impuestos eran igualmente muy bajos.
Al frente de cada local de expendio de licores era obligatorio colocar una placa con los datos del establecimiento y los respectivos números de licencia.
Casa Monte Aventino, Av. Universidad.
De las licorerías podemos recordar, entre otras: Abastos “Vilmar” de Don Marcos Márquez, que se inició en el año 1949 y al tener la licencia N° 02 en el año 1959, pasa a llamarse “Comercial Márquez” ubicada en la Av. 2 Lora al lado del viejo mercado.
Comercial Márquez de Don Marcos Márquez
En la Av. 2 Lora con calle 17, Don Ruperto Peña tenía un detal y mayor de licores. Licorandes, en la Av. 7 sector Belén de Alirio Bazán, que luego se mudó a la Av. Los Próceres al lado de Casa Vieja. Monte Aventino con licores y una agencia de festejos muy completa en la Av. Universidad de Eulogio Suárez Sulbarán.
Licorandes de Alirio Bazán
La Casa de los Licores de Don Faustino Barrios, en la Av. 2 Lora con esquina de las escalinatas de Pueblo Nuevo. En la calle 22, frente al viejo mercado, Moises Solana era una bodega tipo bodegón de los de hoy en día, surtido con todos los licores importados, y en especial una gran variedad de vinos. La Rondalla, Av. Bolívar esquina del Hotel Chama, y El Gran Detal de Enrique Hernández, que luego pasó a ser de Antonio Prieto, en la Av. 3 entre calles 20 y 21.
Las bodegas más famosas de la época con licencia de licores: La Mensajera del Chato Luis Barrios, en la Av. Hoyada de Milla; Los Leones de Don Gerónimo León, en la esquina de Los Díaz, entrada a la Av. Chorros de Milla; Tres Estrellas, en la Av. 2 Lora con calle 17, funcionando desde hace 70 años. Fue fundada en 1954 por José Inocente Díaz T., ya fallecido, y ahora la administra su hija Elsy Díaz. En la Urdaneta, frente al Colegio La Salle, la de Roso Torres, y en Pie del Llano habían dos bodegas muy conocidas, la de Pompilio y su hijo Homero, que tenía una ventanita y a cualquier hora vendían las botellas de ron o aguardiente, y la de Pedro Tijeras, que era muy cascarrabias. En la calle principal de El Llanito, No. 4-78, estaba la bodega "Santa Eduviges", fundada en 1972 por Don José Clemente Pabón Abreu, quien con sus atenciones tenía una gran clientela al otro lado de la ciudad, siendo la única bodega con venta de licores en el sector.
En la Av. 6 Rodríguez Suárez con esquina calle 24 estaba Don Jesús “Chuy” Santander, quien le alquiló el local a Doña Trina por cien bolívares mensuales. En la bodega vendían víveres, y tenían una especie de reservado con mesitas para clientes y amigos muy especiales, a quienes Chuy les vendía michito callejonero o palitos de inojado. Luego el negocio lo administraron sus hijos y vendían cerveza sin ningún permiso.
Abastos Parra, esquina de Las Heroínas
Por la calle 24 esquina de la Av. 8, el famoso Abastos Parra, de José Alberto Parra, con víveres y licores. Este negocio aún funciona y es conocido como la esquina de Las Heroínas.
En la Av. 7 Paredes, esquina con calle 19 Cerrada, estaba Don Abrahán Márquez con su bodega surtida de licores. Por los lados del Cuartel Rivas Dávila, habían dos bodegas que se disputaban la clientela de los militares entre víveres y licores, Don Pablo, Av. 5 Zerpa con esquina de la calle 14, y cincuenta metros más arriba, Don Lucindo.
Pulpería de los hermanos Uzcategui
En los alrededores de la Plaza de Milla la competencia era entre bodegas con licores, billares, venta de aguardiente callejonero, medicina empírica y toreros. La mayoría de las bodegas destilaban aguardiente en alambiques caseros, y cuando preparaban la destilación para despistar a la Seguridad Nacional y a la Guardia Nacional, tostaban y molían café, para que se fueran los olores del aguardiente.
Licorería La Rondalla, esquina del hotel Chama
En la esquina de la Av. 3 Independencia con calle 14, desde 1933 la pulpería de los hermanos Uzcátegui, luego pasó a ser propiedad de Don Ulises Uzcátegui Rendón, y en 1949 cambió de nombre por Abastos Milla en sociedad con el portugués Lorenzo. También lo atendía el novillero Augusto Uzcátegui, el popular “Angelillo”. Cuentan que otro hijo de Don Ulises, Miguel Ramón, cuando se pasaba de celebración sacaba los trastos del hermano Augusto y se ponía a torear los vehículos que pasaban frente al negocio. Al frente estaba la bodega de Don Onofre Sánchez, y por la calle 14 esquina de la Av. 2 Lora, estaba el tuerto Miguel Bravo, perejimenista, quien fue jefe del aseo urbano durante el último año de Pérez Jiménez, cuando se desempeñaba como presidente del Concejo Municipal de Libertador Don Asdrúbal Baptista. Luego Miguel Bravo se mudó a media cuadra y vendió la bodega a Miguel Ángel Vargas, quien siguió con la tradición de la venta de aguardiente callejonero.
Elsy Díaz sobreviviente de la bodega Tres Estrellas, fundada en 1954.
Por la Av. 2 Lora estaba la bodega de Don Chipia, quien vendía vinos y cerveza para llevar. Por la acera del frente, en la esquina de la calle 15, había una bodega medicatura del Sr. Chacón, quien además de atender la bodega, recetaba bebedizos de ramas. Las personas le llevaban la orina en un frasquito, y él la estudiaba alumbrando con un bombillo y al otro día les daba la receta por solo dos bolívares. Más arriba de Chacón estaba la competencia de la médica Leonor, que vestía con varias faldas como una bruja y también recetaba empíricamente, sin faltar la venta de aguardiente.
En la calle 15 con Av. 3 estaba el billar de Carmelo, y quienes no jugaban pull podían consumir en el establecimiento o llevar cervezas y otras bebidas. En la misma calle 15 con Av. 2 Lora, la bodega de Toro. En la Av. 2 con calle 16 estaba el Sr. Molina, que además de licores vendía las cotizas de la época. Al frente “La Calandria” de Pedro José Mesa, con su famosa rocola, donde muchos mataban sus despechos.
En Belén abundaban las bodegas, billares y restaurantes, entre ellos, la bodega de Elpidio Rojas y Carmen Cristina Rojas “Los Cieguitos” en la Av. 8 Paredes, que sigue funcionando con la sucesión Rojas, y al frente la de Don Alipio Maldonado, bodeguero muy simpático y atento con una gran variedad de licores. Frente a la Iglesia de Belén, Av. 7 con calle 16, Gladys Dávila. Por la Av. 6 frente a la placita de Los Piscos, Rafael Albarrán. En la esquina de la calle 16 con Av. 5 Zerpa, la de el chato Martín Briceño, y otra en la Av. 6 con calle 18, la bodega de Eulogio. En el Llano, calle 28 Monseñor Arias, estaba el famoso bar de La Viuda, donde vendían licores para llevar.
Aquí funcionó la bodega de Don Alipio Maldonado
También la clase media, por su ambiente, las ofertas y gran variedad de licores, tenía un sitio muy preferido, la bodega de Maldonado, en la Av. 5 con calle 19.
Capítulo aparte, dos bares restaurantes que después de ciertas horas se transformaban en licorerías. En la Av. 8 Paredes “El Pabellón Criollo” de Rosendo Sánchez, que aún sigue funcionando con sus hijos y nietos. En la vieja carretera Panamericana, hoy Los Próceres, el más famoso de todos, El Caucho Bar Restaurante "Los Llanitos" de Luis Matos, con 54 años al frente del negocio.
“El Pabellón Criollo” de Rosendo Sánchez
Bar "El Gato", ubicado en la avenida 2 Obispo Lora con calle 30 San Mateo, su dueño Marcial Albornoz, mejor conocido como el Gato Marcial, tenía un bar muy popular en el ambiente estudiantil, donde llegó hasta vender arepas, y vendía licores para llevar hasta altas horas de la madrugada. Los bachis en época de crisis empeñaban cualquier objeto a cambio de bebidas alcohólicas, fue un sitio de refugio de los estudiantes de la Universidad de los Andes en momentos de alegría y tristeza. El local guardó muchos secretos de miles de estudiantes que visitaron el bar El Gato.
Caravana de graduación 1973
También habían bodegas que vendían sin el respectivo permiso de licores, entre ellas destacaba la bodega "La Colmena", del viejo Juan Avendaño, con la atención de sus hijos Carmencita y Cheo, detrás de la Facultad de Humanidades y Educación, ubicada arriba de la planta vieja del INOS en la antigua vía de Los Chorros de Milla. En esta bodega, a los asiduos visitantes, profesores de Humanidades y Economía y estudiantes, Juan les fiaba. Donde Juan, los futuros profesionales en la celebración de su último examen, también conseguían la pólvora, los morteros y voladores.
Una caravana de los años 70
En las bodegas no podía faltar el vino pasita y el tintillo de cambur para animar las populares caravanas que le daban a la ciudad alegría y un sabor juvenil en sus calles, los bachis compraban estos licores por cajas. Después les tocaba aguantar la pea o la rasca; las celebraciones se extendían hasta altas horas de la madrugada y al otro día el insoportable ratón.