LA ESPADA MARCHITÓ EL TRIUNFO
DE LA NOVILLADA DE MÉRIDA
DE LA NOVILLADA DE MÉRIDA
Víctor Ramírez “Vitico” (Mérida-Venezuela)
Fotos: Germán D´Jesús Cerrada
La primera novillada sin
picadores de la escuela taurina “Humberto Álvarez” de esta temporada se saldó
sin trofeos por culpa de los fallos con la espada de los novilleros, que dieron
una entretenida tarde de toros en la monumental “Román Eduardo Sandia”.
En el prólogo del festejo la escuela reconoció con
un emotivo acto la ayuda de los ganaderos de Los Aranguez para la realización
de las novilladas de promoción, no sólo con los novillos que se lidian en los
festejos sino realizando tentaderos para los alumnos, así como también se
destacó la labor de la banda de música de La Mesa de los Indios, que ameniza todas los
festejos taurinos en la plaza merideña.
Carlos Sulbarán abrió plaza con un serio novillo al
que lanceó con voluntad y banderilleó con lucimiento. Parado, tardo y con la
cara entre las manos, el ejemplar fue una prueba difícil que sirvió para ver en
Sulbarán valor sereno, conocimiento de terrenos y toques, pues el torero tragó
para arrancar varias series de muletazos de merito, algunos largos y templados.
Sufrió una fuerte voltereta de la que se levantó sin inmutarse. Se atascó con
el descabello y perdió un trofeo.
José Antonio Salas dejó varios detalles interesantes a lo largo de su actuación, como una soberbia verónica y varios muletazos suaves, hondos y con clase. No redondeó Salas ante un eral difícil, con el que se vieron las carencias lógicas de quien empieza tan dura profesión. La falta de ligazón no impidió ver los destellos del novel diestro, que falló con los aceros.
La voluntad nunca le faltó a Samuel Rivas que sin
redondear cuajó algunos momentos interesantes, en verónicas sueltas y un torero
recorte. Tras brindar a sus maestros, el matador de toros Iker Cobo y el
banderillero Fabián Ramírez, intentó acoplarse a un astado mirón y andarín, que
eso si, cuando tomaba el engaño humillaba y había que llevarle largo. Destellos
y detalles como varios muletazos largos, pases del desprecio con usía y ceñidas
bernadinas sin ayuda de la espada se difuminaron tras marrar con espada y
descabello.
Valor y quietud se apreciaron en Gabriel Vivas,
alumno de la escuela taurina de Tovar, que por momentos corrió la mano con
temple y largura. Con muy poco oficio pero siempre dispuesto, toreó con ligazón
y buenas maneras. Está muy nuevo y se le notó en algunas fases de su faena.
Como a sus compañeros le falló la espada.
Muy buena impresión causó José Antonio Valencia,
hijo del matador del mismo nombre, que lanceó con empaque y gusto a la verónica
y toreó con temple y ligazón. Tras abrir bien la faena sufrió una fuerte
voltereta que lo dejó “grogui” por unos instantes. Curiosamente se centró mejor
tras el percance y cuajó varios naturales buenos de verdad, enganchando por
delante al novillo, llevándolo largo, lo que sin duda agradeció el novillo, y
rematando detrás de la cadera. El joven torero demostró que su dinastía puede
tener en él otra frondosa rama con la cual engrandecer la fiesta. Varios
descabellos esfumaron la oreja, más no la sensación de que puede llegar a ser.
Se presentó en público el joven becerrista Daniel Vergara “Chiguarita” que dejó una excelente impresión ante un buen añojo de Los Aranguez al que recibió con una larga cambiada de rodillas y hondas verónicas. Valiente y entregado, “Chiguarita” demostró un desparpajo inusual en quien torea por primera vez en público, corrió la mano con sabor y gusto, destacando la manera de llevar siempre templado al codicioso ejemplar al que siempre llevó templado. Sus ceñidas manoletinas, quieto y vertical, encendieron al respetable que pidió con fuerza la oreja tras una estocada. Trofeo que el presidente de la novillada con una dureza desmedida negó. La vuelta al ruedo del joven Vergara fue para él el inicio de una hermosa ilusión.
Ficha de la Novillada
Plaza de toros de Mérida.
Domingo 3 de junio.
Unas trescientas personas en tarde agradable y fresca.
Novillada sin picadores de la escuela taurina “Humberto Álvarez”.
Cinco erales y un añojo de Los Aranguez, bien presentados y de juego desigual. Parado y tardo el primero, encastados segundo y tercero, noble el cuarto, codicioso y con movilidad el quinto, bravo el sexto.
Carlos Sulbarán, de rosa y oro: Vuelta.
José Antonio Salas, de azul marino y oro: Vuelta.
Samuel Rivas, de marfil y oro: Saludos tras aviso.
Gabriel Vivas, de rosa y oro con remates negros: Vuelta.
José Antonio Valencia hijo, de gris perla y oro: Vuelta.
Becerrista Daniel Vergara “Chiguarita”: Vuelta tras fuerte petición.
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