Crónica del penúltimo festejo de la Feria de Fallas 2024
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Por Álvaro Sandia BriceñoMÉRIDA DE AYER
Roca Rey ha desatado la locura en Valencia. Los aficionados no le han dejado subir a la furgoneta y le han llevado a hombros hasta el hotel en una marcha que ha recorrido las calles valencianas. La multitud coreaba torero torero y se abalanzaban hasta él para poder tocar o tomar una instantánea de su ídolo. El diestro ha cortado tres orejas en una tarde para el recuerdo donde ha firmado dos faenas de mucho mérito. La primera, a un buen toro de Jandilla al que se le pidió el indulto.
Es tanta la presión de la púrpura que Roca Rey está cada día en el punto de mira. En la duda. En la exigencia del que ostenta el cetro del toreo. Y cada gran feria, cada inicio de temporada, Roca Rey tiene que pegar un golpe de estado contra sí mismo. Contra su propia realidad. Contra su propia historia y contra los retos que sólo van a las cumbres y a los llenos de ‘No hay billetes’. Volvió a cuajar el segundo lleno consecutivo en una de las mejores tardes de su carrera. Una cumbre que llegó con el excepcional tercero de Jandilla. Un milagro de la bravura. Un toro de vacas dentro de un gran encierro que cumplió con la exigencia del día grande la feria. No falló Jandilla en el día clave y disparó los escalones de la feria. Otro gran toro fue para la muleta templada, mientras que Talavante sorteó los dos toros con menos opciones.
Hasta tres toros con opciones lidió Jandilla -dos de ellos excepcionales-. De mención aparte fue el tercero, cuya excelencia le colocó en la parrilla de salida de los toros de la temporada en pleno mes de marzo. Aunque salió ligeramente montado, el precioso colorado chorreado en verdugo descolgó con sus acodados pitones en el recibo a la verónica de Roca Rey. De las tablas al centro del ruedo. Volcando todo el peso del cuerpo en el lance. Empujó el astado marcado con el hierro de la estrella de seis puntas, siguiendo con su excelencia en el tercio de banderillas. Con la fuerza de una roca, hincó sus rodillas en la arena Rey, para cambiar por la espalda el viaje al astado en dos ocasiones. El cambio de mano, de nuevo de hinojos, hizo explotar la cúpula de los tendidos.
Ganó la faena en enteros cuando enganchó y llevó hasta la final la gran embestida del toro. Dos tandas rotundas hicieron vibrar el toreo. Cada mirada a los tendidos al remate de cada serie en una resurrección secreta. Enseñando el cetro. Volvió sobre la diestra y la faena continuó un tono superior difícil de mantener que se elevó a la categoría de superlativo en un remate con circulares invertidos casi sin respiro el siguiente del anterior. Un hilo de toreo que remató con un cambio de mano tan largo como reducido, con el toro embistiendo con el pitón de adentro con la bravura y el fondo de muchos al inicio. Un volcán de bravura y de toreo que levantó eufórico al tendido antes de que Roca Rey rematara la tanda. El público pidió el indulto para el toro, que sufrió el de muchos sin tan excelsa bravura. Cuando sonó un aviso, algunos pensaban que el premio se había concedido y bajó la presión. Un toque abajo marcaba la última arrancada de un toro. El acero entró en medio filo, pero en buen sitio. La vuelta del toro buscando los terrenos del medio fue una oda a la bravura. La que marca la evolución del toreo. Ese toro con flexibilidad y fondo. De juego en caballo y excelencia en la muleta. La boca de riego marcaría el fin de un toro de Jandilla que ya perdura en el recuerdo.
Un recuerdo finito para Roca Rey, que se fue a la puerta de chiqueros para recibir a porta gayola al sexto. Con embestida recta y manos por delante, se libró el peruano del trance casi de milagro. Salió el astado de Jandilla sin mucho celo y solo el peruano consiguió la ligazón con unas ajustadas verónicas, rematadas de una larga. Marcó el bastito toro de hechuras su querencia hacia los adentros en el inicio de faena de Roca por estatuarios. De impertérrita planta, obviando los viajes por dentro cruzados. Tuvo el astado movilidad y una embestida con el pitón de dentro, aunque con el defecto de pegar un gañafón en el remate. De mejor embroque que remate. Tuvo poder, mano baja y trazo largo la primera parte de la faena, al son del pasodoble ‘La Concha Flamenca’ para magnificar una faena que, con toro rajado, levantó al público en el final por luquecinas. El acero volvió a enterrarse en medio acero y el presidente sólo concedió una oreja de las dos que pidió el público.
El toro que abrió plaza puso el listón de la bravura en sobresaliente por su ritmo, su clase y su fondo. Siempre a más, superó su falta de fuerzas con embestidas entregadas. Siempre salió el toro varios metros del muletazo, lo que permitió a Manzanares un toreo elegante, dejando la muleta siempre en la cara. Más enroscado y ceñido en las últimas series. De trazo circular los pases de pecho y los cambios de mano. Tras la serie de mayor envergadura sobre la diestra, dejó una estocada contraria en la suerte de recibir. El público pidió las dos orejas, pero el presidente sólo concedió una. La alzada del largo cuerpo y su falta de poder impidió al cuarto desarrollar su humillada condición. Además, un mal apoyo en los cuatros traseros le obligaba a moverse sobre las manos, por lo que las embestidas fueron más a la defensiva al intentar exigirle Manzanares en la línea curva.
Dentro del gran encierro de Jandilla, los dos toros de menos opciones fueron a las manos de Alejandro Talavante. Vino el extremeño a defender su trofeo de triunfador de la temporada pasada recibiendo a su segundo por varios faroles. El basto toro de Jandilla, de hechuras y nacimiento de los pitones hacia atrás tan propio de la casa, definió que sus buenas cualidades y condiciones se acabarían en el inicio por alto de Alejandro Talavante. La falta de raza puso en un astado que en la primera serie no pasó del embroque. Tampoco el quinto, manso y con genio. De hachazos en cada viaje con el pitón de fuera. La limpieza era primordial y casi un milagro a conseguir. Sin embargo, de la plaza salió la gente con la necesidad de contar el golpe de estado de Roca Rey y el milagro de la bravura de Jandilla. Cambió la película de la feria y se desataron las pasiones. Una fuerza vital que llevó a Roca Rey al hotel.
Plaza de toros de Valencia. Octavo festejo de la Feria de Fallas. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de Jandilla y Vegahermosa (4º), bien presentados, de muy buenas hechuras y armónicos. De buen juego en su conjunto. Destacó el excepcional tercero, –Leguyero, nº 67, 530kg, nacido el 12/2019, castaño-, premiado con la vuelta al ruedo tras petición de indulto. De gran juego también el primero. El sexto, con buen embroque, aunque manseando. Falto de poder, aunque con buena clase el cuarto. Segundo muy venido a menos. Manso y con genio el quinto.
• JOSÉ MARÍA MANZANARES, oreja con fuerte petición de la segunda y palmas.
• ALEJANDRO TALAVANTE, silencio y palmas.
• ROCA REY, dos orejas tras aviso y oreja con fuerte petición de la segunda tras aviso.
El 14 de marzo de 1954 a sus 70 años de la llegada del primer Jeep a Canaguá
Los sacerdotes Eustogio Rivas en Canaguá, Vicente Alarcón en Guaraque, Crecencio Parra en Mucutuy, Alejandro Arias en Pueblo Nuevo, Boanarges Uzcátegui en El Morro, y Pedro Moreno en Aricagua y Acequias, llevaron los primeros carros jeep a esos pueblos con las famosas cayapas.
Los habitantes de Maracaibo fueron sorprendidos al mediodía del 16 de marzo de 1969 por una bola de fuego que se encendió en su horizonte. En las horas siguientes, reporteros de todos los rincones del mundo llegaban a la capital del estado Zulia para documentar lo que para ese momento se reseñó como el peor accidente aéreo de la historia.
Ocurrió en el aeropuerto Grano de Oro, para entonces el único de la ciudad. El vuelo 742 de la aerolínea venezolana Viasa había hecho una escala allí desde Caracas antes de continuar a Miami, Estados Unidos. Sin embargo, poco después de despegar, la nave chocó con un poste en el barrio de Ziruma, adyacente al terminal. Era domingo y mediodía, por lo que la mayoría de sus habitantes estaban en casa almorzando cuando la nave de casi 41 toneladas se desplomó sobre ellos, provocando una gran explosión.
Ninguna de las personas a bordo del avión sobrevivió. Además dejó una estela de destrucción en Ziruma y la urbanización La Trinidad. Con 155 muertos, se le consideró como el accidente aéreo más mortífero del mundo hasta 1971. En Venezuela mantuvo su marca hasta el 16 de agosto de 2005, cuando el vuelo 708 de West Caribbean Airways se estrelló en la Sierra de Perijá (Zulia), donde murieron 160 personas.
Aun así, la tragedia del vuelo 742 de Viasa sigue presente no solo como uno de los pocos accidentes en la historia de la aviación comercial venezolana, sino también como un recordatorio de la necesidad de invertir en la adecuación y modernización de las infraestructuras vitales para una ciudad.
Durante décadas, todos los vuelos comerciales de la ciudad de Maracaibo pasaban por el aeropuerto Grano de Oro. Fue inaugurado en 1929 por el gobierno de Juan Vicente Gómez, siendo el primer terminal aéreo del estado Zulia. El proyecto surgió por iniciativa de la aerolínea estadounidense Pan American Airways (Panam), que logró un acuerdo para los derechos de aterrizaje en Venezuela.
La idea era mejorar las comunicaciones en esa región petrolera, pues antes solo se podía volar en hidroaviones que aterrizaban sobre el lago de Maracaibo. Tuvo el visto bueno del presidente (gobernador) de Zulia, Vicenzo Pérez Soto, quien había emprendido un plan de infraestructura acorde al crecimiento económico e industrial del estado. Obtuvo su nombre pues allí se encontraba el hato Grano de Oro, del cual se adquirió un terreno con una extensión de un millón de metros cuadrados.
El diseño del terminal se encargó al arquitecto Luis Eduardo Chataing, y contó con el ingeniero belga León Jerome Hoet, famoso por participar en la construcción de varias obras importantes en Maracaibo como el Palacio Municipal o el Teatro Baralt. Su estación de pasajeros fue por años una de las estructuras de art decó más emblemáticas del país, aunque en la década siguiente tuvo varias ampliaciones y trabajos para convertirse en un aeropuerto internacional. Hoet supervisó todo el proceso hasta su muerte en 1944, apenas unos meses antes de que la obra finalmente estuviera terminada.
Sin embargo, al estar en pleno centro de Maracaibo, con el paso de los años la construcción de zonas residenciales en los alrededores del aeropuerto impidió su expansión. Pronto su espacio comenzó a ser insuficiente para los aviones cada vez más grandes y modernos. Para la década de los años sesenta solo funcionaba una de apenas dos kilómetros de largo, lo que sumado a factores como la baja densidad del aire por el calor de la zona, hacía que los aviones grandes apenas tuvieran el espacio justo para despegar.
El vuelo 742 partió del aeropuerto internacional de Maiquetía a las 10:30 am y llegó a Grano de Oro a las 11:30 am. Se trataba de un avión McDonnell Douglas DC9-32 que había sido adquirido 15 días atrás por la compañía Aerovías Venezolanas S.A. (Avensa), y que era arrendada por Viasa. Su piloto era el capitán Emiliano Savelli Maldonado, jefe de Operaciones de Avensa y con 25 años de experiencia en vuelo.
Una señal presagió la tragedia, pues al momento de su aterrizaje en Grano de Oro, el avión rozó la copa de unos árboles cercanos a la pista, por lo que se hizo una inspección del fuselaje. Savelli aprovechó la ocasión para llenar el tanque de combustible, lo que agregó 12 toneladas extra de peso. Mientras tanto, 27 personas subieron al avión como parte de la escala, para un total de 74 pasajeros y 10 tripulantes a bordo. Una vez verificado que no hubo daños, se le dio la autorización a la nave para partir.
De acuerdo con una reseña del diario Panorama del día de la tragedia, los testigos que estaban en el terminal, muchos de ellos amigos y familiares de las víctimas, vieron que al avión le costó emprender vuelo. Con esfuerzo, logró despegar apenas 10 metros antes del final de la pista, cerca del alambrado que la separaba del barrio de Ziruma. Pocos minutos después, una gran llamarada salió del ala izquierda del DC9-32, tras chocar con un poste de electricidad cerca del Cine Capitolio.
Esto la hizo descender y arrasar con el ala izquierda la calle principal del sector La Coruba de Ziruma, hasta llegar a la vecina urbanización La Trinidad. Allí, reseñó Panorama, el avión golpeó los reflectores de una cancha de baloncesto, abriendo su tanque y rociando combustible por todo el sector. Luego golpeó dos transformadores eléctricos, convirtiéndose en una bola de fuego que, al estrellarse en la vereda de la urbanización, provocó una gran explosión que pudo ser vista en casi todo Maracaibo.
Las 84 personas a bordo del DC9-32 murieron de forma instantánea, además de 71 vecinos de Ziruma y La Trinidad, para un total de 155 víctimas fatales y múltiples heridos. Entre los pasajeros estaban los peloteros Néstor “Látigo” Chávez y Carlos Santeliz, además del propietario del equipo Cardenales de Lara, Antonio Herrera Gutiérrez. En la explosión, el motor izquierdo del avión cayó sobre la casa del atleta zuliano Lino Connell, matando a su esposa, su suegro y a tres de sus hijos.
La tragedia del vuelo 742 ocurrió por una sucesión de factores que, al combinarse, provocaron el desastre. El aeropuerto había sido construido en una época en la que predominaban los aviones de hélices, y aunque diariamente despegaban de allí aviones de reacción, era una operación bastante complicada pues la pista resultaba muy corta. Y para el DC9-32, más grande que otras naves que normalmente circulaban allí, era un trabajo más difícil.
A esto se sumó un error humano por parte de Savelli Maldonado. Al momento de rodaje hacia la pista, por equivocación tomó una salida que lo dejó 400 metros después de la cabecera. La controladora aérea tampoco se percató de su posición, dejando solo 1.600 metros para hacer un despegue que ya era ajustado con la pista completa. A esto se sumó que el avión estaba en peso máximo al tener sus tanques llenos.
La temperatura también fue un factor clave. Venezuela estaba en su temporada cálida en marzo, y a mayor temperatura el aire se vuelve menos denso, afectando la capacidad de los aviones para sostener el vuelo. De acuerdo con el portal especializado en aeronáutica YankeeVictor400, ese día se registró una temperatura de 38 grados celsius, por lo que el peso máximo permitido de los aviones, por protocolos de seguridad, debía ser de 72 mil libras (32,7 toneladas).
Se cree que los sensores térmicos del aeropuerto fallaron, lo que explica cómo se autorizó al DC9-32 a despegar con 90 mil libras (40,8 toneladas). El peso, sumado al corto espacio para despegar y la baja densidad del aire hicieron que el avión no alcanzara suficiente altura, y al chocar con el poste del Cine Capitolio, el motor izquierdo resultó dañado, haciendo que finalmente se estrellara.
El tamaño del aeropuerto Grano de Oro era un problema que desde hacía años preocupaba a las autoridades, sobre todo en un Maracaibo que era la segunda ciudad más grande de Venezuela para ese tiempo. Por ese motivo, el Ministerio de Obras Públicas ya había iniciado la construcción de un nuevo aeropuerto a las afueras de la ciudad justo al momento en que ocurrió la tragedia.
Rafael Caldera apenas había asumido la presidencia de la República cinco días antes del accidente, por lo que una de sus primeras medidas fue acelerar la construcción del entonces Aeropuerto de Caujarito, que tenía tres meses de haber iniciado. Así, en siete meses se terminó el terminal y se inauguró el 16 de noviembre de 1969, ahora con el nombre de Aeropuerto Internacional La Chinita, en honor a la Virgen de Chiquinquirá.
En cuanto al Grano de Oro, una huelga de pilotos poco después del accidente fue la sentencia para su cierre definitivo. Durante años el lugar estuvo abandonado, aunque sus pistas eran usadas por aficionados del aeromodelismo, fundando el Grano de Oro Club de Aeromodelismo (GOCA). Posteriormente el terreno fue cedido a la Universidad del Zulia, que en 1973 convirtió el antiguo edificio art decó en la sede de su Facultad Experimental de Ciencias.
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"...Empezaban ya a proclamarlo nuevo torero de la Plaza México..."