viernes, 12 de octubre de 2012


Oreja para Castella en Zaragoza con una floja y mansa corrida

Padilla visita la Basílica del Pilar


Oreja para Castella en Zaragoza con una floja y mansa corrida
 
A las doce del mediodía, coincido con Juan José Padilla en el Pilar. Ha ido, con sus dos hijos, a darle gracias a la Virgen. A la puerta de la Basílica, muchísima gente aprovecha para hacerse una fotografía con el héroe, adoptado ya por los zaragozanos, y desearle suerte, en la corrida de este viernes.

En una Fiesta tan alegre, ¿puede ser un triste espectáculo una corrida? Desde luego, si los toros son como éstos de Zalduendo: flojos, mansos, rajados, descastados, huidos. A pesar de la voluntad de los diestros, el festejo es aburrido, cansino, monótono. 

El primer toro no es noble y flojo (no quiero repetir lo de tantas tardes) sino nobilísimo y flojísimo. Los clásicos hubieran dicho: una hermanita de la caridad, un alma de Dios; los malvados, un borrego. A nadie se le hubiera ocurrido llamarle toro bravo. De la primera varita sale ya para el arrastre, se cae varias veces. A pesar de eso, El Fandi pone cuatro pares: hacia atrás, él corre mucho más rápido que el toro, hacia delante. Las series de muletazos son muy cortas porque la res no aguanta más; pronto, se acaba por completo.
Tira de repertorio El Fandi en el cuarto: tres largas de rodillas, zapopinas, enlaza los pares de banderillas. El toro se ha desinflado como un globo o una gaseosa. En los nueve pases de rodillas, el problema mayor es que el animal vuelva a la muleta. Parece pacifista: no quiere pelea, se desentiende, huye. No logra faena El Fandi y la espada, recibiendo, queda caída. ¡Y le piden la oreja! También el público tiene culpa...
El segundo es flojo y descastado, embiste sin el menor celo, se cae varias veces. Castella inicia la faena sentado en el estribo y el toro se derrumba: ¡lamentable! Jugar al toro con un inválido debía estar prohibido...

El quinto se frena de salida, embiste sólo para huir, gana el campeonato de mansos de la tarde: la lidia es un desbarajuste. En la muleta, muy en corto, Castella lo sujeta bien por abajo y el toro acaba embistiendo, entre huida y huida. Sorprendido, el público aclama la faena: estocada y oreja.
Llega Perera muy firme al final de la temporada. En el tercero, saludan Juan Sierra y Guillermo Barbero, que lo ha recortado dos veces, a cuerpo limpio. Miguel Ángel lo lleva largo, mandando mucho, hasta que el toro se apaga totalmente. Mata con decisión. 

También el sexto flojea, se queda corto, pero el diestro, que ha brindado a Fernando Cepeda, su apoderado, se mete en su terreno, consigue series de naturales templados, mandones; cuando el toro se para, el arrimón entusiasma. Faena de mérito pero pincha.

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