RAFAEL CARRIÓN / CASTELLÓN
El francés se negó a salir a hombros al protestar el público el trofeo que cortó al quinto
En el quinto festejo de abono, la plaza de toros de
Castellón registró la mejor entrada de público de todo lo que va de
feria. Público que al final salió totalmente defraudado por el pobre
espectáculo que ofrecieron los toros de Hermanos García Jiménez. Toros deficientemente presentados, la mayoría impropios de una plaza como la de Castellón. Casi todos lucieron unas pobres cabezas, desarrollando tanta nobleza como escasez de raza y fuerza.
Mediada la corrida, el aburrimiento y el desencanto se habían apoderado
del tendido, que gracias a las copiosas meriendas aguantó hasta el
final.
Sebastián Castella se
convirtió en el primer torero de a pie que ha logrado cortar dos
orejas, una de cada uno de sus toros, la segunda de ellas concedida de
modo muy benévolo por parte del presidente. El público la protestó mucho
y terminó por ser rechazada por el torero, que la tiró al ruedo y luego se negó a salir a hombros.
Sin lugar a dudas, del capote y la muleta de Castella
salieron los momentos más lucidos, sobre todo durante la lidia del
segundo de la tarde, el ejemplar que más se prestó de todo el encierro.
Muy despacio y con gusto lo
toreó el francés con el capote, en una serie de verónicas lentas que
remató en la misma boca de riego. Con la muleta se pudo gustar en unas
series sobre ambas manos, en las que hubo muletazos limpios y de trazo largo aunque demasiado exigentes,
pues siempre los remató muy por bajo y el toro acabó resintiéndose y
parándose pronto. El francés optó entonces por acortar distancias y
dejarse llegar muy cerca los pitones de su enemigo para tratar de suplir
la falta de emoción del toro. Alargó su labor, circunstancia por la
cual, pese a matar con prontitud, le valió escuchar un aviso.
Con el quinto comenzó su faena con un pase cambiado por la espalda
tratando de llegar pronto al tendido, pero el toro apenas le aguantó
dos series más, dando varias veces con sus huesos por el suelo. Cerró
con unos circulares que no lograron despertar a un respetable que pidió
tímidamente un trofeo por la buena estocada del francés, que se
convirtió en el auténtico salvavidas de la tarde.
El Fandi también
quiso poner muchas cosas de su parte, pero los dos toros que se llevó
en el sorteo fueron los menos indicados para el tipo de toreo que
realiza el granadino, que poco a poco vio cómo su ánimo se iba diluyendo
conforme avanzaba la tarde. Ni sus largas cambiadas, ni sus jaleados tercios de banderillas,
fueron suficientes para que el público se le entregara como en otras
ocasiones. También hay que agradecerle su habilidad con la espada, pues
hizo que el espectáculo no se demorara mas de la cuenta.
Y Miguel Ángel Perera no tuvo material adecuado para poder desarrollar el toreo profundo de tantas y tantas tardes.
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