Bogotá - Colombia.
Fernando Savater no es un aficionado ferviente de las corridas de
toros. No tanto, por lo menos, como lo es de las carreras de caballos.
Sin embargo, desde niño, el filósofo y escritor español ha tenido
contacto con la tauromaquia y asiste con alguna frecuencia a las plazas.
Savater es crítico de las medidas de prohibición taurina que han
comenzado a ganar espacio en ciudades como Barcelona y Bogotá. Su libro
más reciente, Tauroética, lo dedicó a analizar el tema desde el punto de
vista que más le interesa: el de la ética.
¿Su objetivo es hacer una defensa de la tauromaquia?
Defender la fiesta brava no me interesa.
Me parece bien que haya personas a quienes no les gusten los toros. Lo
que veo equivocado es convertir esta posición en una moral obligatoria
para todos los demás. La moral tiene que ver con la relación con
nuestros semejantes. Con los seres vivos, en cambio, tenemos
consideraciones. No sacar placer de la tortura puede corresponder a una
visión de buen gusto o una estética de los sentimientos. Pero afirmar
que la persona a la que le gustan los toros es inmoral es un error.
Dice que la prohibición plantea, en el fondo, el tema de la relación de los seres humanos con los animales.
Es que hay hechos inconsecuentes. La
prohibición en España no se debe a la protección de los animales, sino a
un nacionalismo separatista de Cataluña. Y mientras allá prohíben las
corridas –que tienen una decantación estilística– sí permiten los
correbous, esas fiestas populares en las que el pobre toro corre por las
calles mientras unos bárbaros les lanzan de todo. La prohibición, en
efecto, despertó el tema de la relación de los seres humanos con los
animales, que es algo que ha variado mucho. Antes teníamos una
proximidad mayor con ellos. De niños veíamos animales vivos, así fuese
en un zoológico. Ahora los chicos han dejado de tener contacto con ellos
y solo los ven en reportajes de National Geographic. Los animales ya no
aparecen en nuestras vidas salvo en forma de filete o de pechuga. Han
desaparecido. Y como los seres humanos convierten en dioses lo que
destruyen –así como las virtudes más elogiadas son las que menos vemos
en el mundo–, con los animales ha pasado lo mismo: se han convertido en
una especie de ñoñería. Ahora son pobres animalitos.
¿Quiere decir que la actitud antitaurina es ñoñería?
Es ñoñería considerar que los animales
tienen que estar envueltos en algodones o en celofanes. Hay animales que
están hechos para luchar, para cazar. Hoy no se les considera así, sino
como seres que hay que tutelar. El toro ya no da la sensación de que
está luchando con el torero –que es lo que hace– sino de que está
perdido, pobrecito, qué le van a hacer. Es una falta de comprensión de
lo que sucede en la plaza. Ahora, no quiero decir que aunque lo
comprendas tenga que gustarte.
Habla de que en este debate no tiene lugar la ética.
Claro que no cabe. Te lo digo con un
ejemplo muy sencillo: vas paseando por un bosque y vez que un pajarito
recién nacido se ha caído del árbol y está expuesto al peligro. Tú, que
eres una chica sensible, de buen corazón, lo coges y lo pones en su nido
para que no le pase nada. Ahora, si a quien oyes llorar al pie de un
árbol es a un niño recién nacido abandonado, da igual que seas sensible o
no, o que te gusten o no los niños: tienes la obligación moral de
ayudarlo. No estás obligada con el pajarito; esas son cuestiones que la
naturaleza resuelve. En cambio, con el niño sí lo estás. Eso es.
En el toreo se maltrata a un animal sin que sea algo que la naturaleza haya decidido.
El toro de lidia es un animal inventado
por el ser humano, lo mismo que el caballo de carreras o el pastor
alemán. Ha sido creado en conjunción con el juego de una batalla con el
hombre, dentro de un ritual que tiene una tradición. El toro vive una
vida envidiable y apenas el tres o cuatro por ciento de ellos va a las
plazas. Los demás pasan su vida mimados, en las dehesas. Incluso el toro
que va a la plaza lo único que pasa son quince minutos malos al final
de su vida. Eso es mucho mejor que lo que vamos a tener nosotros. ¡Yo
firmo ya si me dicen que solo voy a vivir quince minutos malos!
Pero no niega la crudeza de la fiesta...
Cruel es un comportamiento cuyo objetivo
es disfrutar con el dolor. Crudeza es un espectáculo en el que hay
dolor, como en el boxeo. El toreo es crudo, sin duda. Pero hay que tener
en cuenta el sentido. Claro, a lo mejor si llega alguien del planeta
Marte y ve a un señor clavando una espada en un animal que luego no se
va a comer, dirá ‘¿y esto a qué viene?’ Se trata de entender el
significado de ese enfrentamiento entre toro y torero. De esa manera se
deja de tener esa visión a lo ‘Walt Disney’, que consiste en creer que
los animalitos son personas disfrazadas, mejor dicho, esa visión
antropológica del animal.
¿Qué opina de que alcaldes o parlamentos estén definiendo si hay o no fiesta de toros?
Lo que veo en Bogotá es que se trata de
un alcalde que cree que las corridas son cosa de derechas, y él es de
izquierda. En general, considero que los parlamentos no están para
legislar sobre la moral. Están para crear espacios dentro de los cuales
quepan comportamientos morales distintos, siempre y cuando no dañen. No
entiendo que un alcalde, como si se tratara del papá de todos, salga a
decir ‘esto lo prohíbo porque les sienta mal’.
¿No considera que, más que por la prohibición, la fiesta taurina se va a acabar por otras razones?
Eso puede ser, no te voy a decir que no.
Es un hecho que cada vez más todo lo que relacione al ser humano con la
naturaleza, con el campo, se ha ido alejando. Cada vez vivimos vidas
más artificiales. En la película La historia de Pi, por ejemplo, salen
animales muy bellos, pero todos son producto de la animación. Eso es un
símbolo de lo que va a ocurrir. Y es una película que trata muy bien la
relación con el animal –quiero decir, el tigre es un tigre, no un animal
que el niño se ha llevado con él a jugar a las cartas–. Pero es muy
significativo que de todos los animales que salen ninguno sea real. En
nuestro mundo los animales están presentes, pero no reales.
Pero no dirá usted que ir a los toros es “encontrarse con la naturaleza”…
No. Los toros son una simbolización de
lo que era el enfrentamiento hombre-naturaleza. No soy experto en
mitología taurina, pero es la idea del hombre que, prácticamente sin
instrumentos, solo con su inteligencia y su habilidad, puede vencer a un
animal de gran peso y fuerza. Y que de esa batalla pueda extraerse
cierta estética. Es un símbolo de lo que el ser humano ha hecho frente a
la naturaleza. Nosotros no tenemos garras ni contamos con la fuerza de
otros animales, pero hemos logrado controlar bastante la naturaleza. Eso
es lo que representa la corrida. Claro, eso a muchos ya no les interesa
porque están tan seguros de su dominio que no piensan en eso. Y además
quieren hacerse amigos de los animales y definirse como sus protectores.
¿Dejar de matar al toro, y quedarse con los otros tercios de la faena, no sería solución una para evitar el rechazo?
Puedes suprimir las corridas, pero no lo que les da su seriedad. Sin la lucha real de que pueda morir el torero o el toro, no tiene ningún sentido. Sería un espectáculo circense, pero no una corrida.
Puedes suprimir las corridas, pero no lo que les da su seriedad. Sin la lucha real de que pueda morir el torero o el toro, no tiene ningún sentido. Sería un espectáculo circense, pero no una corrida.
¿Qué siente cuando se entera, por ejemplo, de lo que le pasó hace poco a Julián López, ‘El Juli’, a quien casi lo mata un toro?
Lo siento por él. Yo no soy como esos
bárbaros que dicen que cuando un toro coge a un torero se alegran. El
que no distingue entre la sangre de los humanos y la de los animales es
el bárbaro. ‘El Juli’ sabe que eso le puede ocurrir. Es su trabajo, es
su arte. Y mire que eso demuestra la seriedad del asunto. Se está
jugando la vida, no haciendo cosquillas para fastidiar.
Tal vez lo que les molesta a algunos es
que todo es un artificio, eso de situar a un animal en un espacio y una
batalla que no ha buscado.
Y lo que pasa en un matadero también es
artificio. El hombre los ha criado para una cosa y los utiliza para eso.
Si los toros de lidia no fueran a la plaza, desaparecían. Nadie va a
mantener una ganadería de toro bravo solo para darles gusto a los
ecologistas. Si ese es el tema, debatamos entonces desde lo artificial y
no sobre la defensa de los animales. Que digan que no les gusta ver
cómo un hombre expone su vida por ganar dinero. Bueno, eso sí. Como al
que no le gusta el boxeo, aunque nadie va a decir que discute el boxeo
desde la ecología, porque “pobres boxeadores que también son un producto
de la evolución”. El fútbol era visto como algo degradante. El rey Lear
le dice a un criado: “Cállate, futbolista”. Eso que muestra que en la
época de Shakespeare eso era un insulto. Hoy lo es ser taurino.
¿En últimas, usted cree que el ser humano no debe tener empatía con el sufrimiento de un animal?
La corrida no introduce la violencia en
un mundo donde no la hay. A mí me da pena con el hombre y con el animal,
claro. Pero el animal no sufre. El sufrimiento es la visión racional
del dolor. Algunos neurobiólogos actuales niegan, incluso, que la
palabra dolor pueda aplicarse a los animales en el mismo sentido que al
humano. El sufrimiento es el dolor pasado por la humanidad. Me importan
los seres humanos de una manera en que no me importa ninguna otra cosa
en el mundo, ni las estrellas, ni los búfalos. Me importan los humanos,
que son compañeros de la conciencia, la muerte y la libertad. En eso
consiste la ética. Y eso es lo que se las ha olvidado a los
ambientalistas extremos.
¿Usted tiene animales en su casa?
Solo mi mujer y yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario