Publicado por Rosario Pérez
Antonio Corbacho con José Tomás en Las Ventas |
Antonio Corbacho con Talavante |
Apasionado del valor auténtico y de la pureza, su ojito derecho fue José Tomás, «el discípulo que superó al profesor». Curiosamente, después de tan estrecha relación y tras la retirada de la figura de Galapagar, dejaron de hablarse, aunque la admiración permaneció. Su otra debilidad llevaba el nombre de Alejandro Talavante, en el que volcó su fe como apoderado y a quien inculcó las prácticas del guerrero y la religión de la quietud. También dirigió carreras como las de Víctor Puerto y Esaú Fernández. El colombiano Sebastián Ritter era su última esperanza.
Sus coqueteos con el toro arrancaron desde infante. En Chamberí soñaba naturales de niño hasta que abandonó los juegos en la calle para adentrarse en la plaza como novillero: debutó en 1975 en el coso albaceteño de La Roda, entre la sangre derramada. Decidió pasar a las filas de plata y actuó a las órdenes de Roberto Domínguez y Luguillano, entre otros.
Su espíritu de sacrificio alumbraba una mente en la que rondaba el código del bushido: estar dispuesto a entregar la vida delante del toro, sin más armadura que una muleta. Siempre se mantuvo fiel a su concepto, a la senda en que inició a José Tomás. Bravo explorador del toreo, alma rebelde y de marcada personalidad, la más férrea preparación física y mental dictó su ley.
Descanse en paz.
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